EL SECRETO DEL HUEVO DE ORO de Ricardo Corazón de León

Hace casi un año terminé un proyecto consistente en escribir una novela en el plazo de un mes. Existe una buena gente que te ayuda dándote ánimos y te cuenta las palabras por día, te haces amigos escritores como tú y es muy interesante porque es un modo de demostrarse a uno mismo si es capaz de escribir una novela. Durante el mes de noviembre entero la escribí. Por supuesto, hace tiempo que la tenía en la cabeza pero nunca lo había escrito. Y después del mes de diciembre de correcciones, este es el resultado de esa prueba.
Espero que os guste, de verdad. Con este nuevo proyecto inauguro el blog este año y perseveraré para ser fiel a vosotros.

Ni el título ni la portada son inalterables. La foto es mía de los glaciares de Argentina.

EL SECRETO DEL HUEVO DE ORO 

El Polo Sur, región de nadie, sobre la que no pesa otra legislación que el Sistema de Tratado Antártico firmado el veintitrés de junio de mil novecientos sesenta y uno, ha quedado para ser investigado por las grandes potencias y firmantes del Tratado en cuestión. Se ha hecho un mapa cuadriculado del mismo y a cada país le corresponde un cuadrante, razón por la que todo lo que sucede aquí es en la zona adjudicada a Inglaterra. Dentro de este cuadrado se ha subdividido en otras porciones semejantes y en todas se investiga exhaustivamente por el mismo grupo de científicos. Hay que ser una persona muy especial para permanecer allí entre las bajas temperaturas, día a día y sin familia o amigos. Las precedentes regiones no han tenido nada que destacar. Esta es la región E-44, y en ella se encuentra el grupo designado por las autoridades inglesas, previa solicitud, de modo que los que están allí son voluntarios, pagados espléndidamente pero sin duda alguna de que se quedarán y no se irán a los pocos meses “por enfermedad o depresión”.

A un centenar de kilómetros del Polo Sur se hallaba la estación polar Ibiza. Me hice con un plano subglacial y reparé en la tremenda profundidad de algunos de los abismos de hielo encontrados. Junto a zonas de 800 a 1000 metros se hallaban simas de 4000. Todo era desconocido para mí. Lo estudié, pero los descubrimientos habían ido a tal velocidad que todo se quedaba en desuso ante las nuevas informaciones. Fui llamado por el grupo formado por eminentes científicos, en calidad de médico, psicólogo y antropólogo.

            Supongo que por una razón que desconozco, no fuimos nosotros quienes hicimos el gran hallazgo, el DESCUBRIMIENTO. No. Fuimos nosotros los llamados a hacerlo. “Ellos” nos llamaron y precisamente a nosotros.

Un grupo de científicos exploradores ingleses había descubierto en una superficie del Polo Sur, por medio de un nuevo aparato de sondeo subglacial inventado por Henry Montparnasse, glaciólogo, de 37 años, los restos de una civilización antiquísima. El nuevo aparato de sonar de última generación, después de haber sido objeto la zona de incontables medidas estándar, había registrado, un débil rumor, una confusa e ínfima señal de radio, algo que se salía de lo corriente por el lugar en el que se encontraba, en pleno Polo Sur, y por el desconocimiento de esa longitud de onda, que ni siquiera parecía una onda, y la especialidad de la señal, pues trazaba una línea continua completamente recta. Ello significaba que debajo de toda esta inmensa masa helada había un transmisor de ultrasonidos. Pero la verdadera importancia de este descubrimiento se puso de manifiesto cuando Gibson, dibujante gráfico e intérprete de ondas de cualquier tipo, diseñó toda la estructura encontrada bajo los hielos conforme a los gráficos aportados por la nueva sonda subglacial. Era una estructura hercúlea, enorme, extraña y trastornada. Y algo aún más grande la había desbaratado y descompuesto. Las otras tres sondas subglaciales de las regiones adyacentes inglesas, fueron reorientadas a captar la onda existente y confirmaron, menos nítidamente, lo que detectó la primera.

            En un primer momento, era tan increíble que parecía inventado por Gibson pero cuando trajeron más gráficos, fue haciéndose más nítido y compresible lo que estaba dibujando. Bajo las numerosas capas de hielo, había existido una gran civilización y de eso no cabía duda alguna. Por muchos dibujos y garabatos extraños que la madre naturaleza pueda realizar la línea recta prolongada, vertical y horizontal y la línea curva no son propias de ella.

            Y allí se distinguían cúpulas rotas, estructuras de edificios derruidas, paredes sesgadas, techos diagonales, escaleras rotas, formas helicoidales interrumpidas y torcidas. Cuando este diseño pasó por todas las mentes y despachos de todos los importantes políticos y mecenas fue cuando se dio verdadera credibilidad e importancia a la señal encontrada por la nueva sonda subglacial.

Llegué en pleno verano austral, en diciembre. El sol no se ponía nunca. Daba vueltas alrededor del campamento y solo cambiaba cada once horas en el color del disco solar, pareciendo que se hacía más grande.


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