Vamos con un poco más de la historia de estos dos seres. Este fragmento procede de aquí.
(fotografía tomada por mí de un iceberg en Argentina, octubre 2013)
(fotografía tomada por mí de un iceberg en Argentina, octubre 2013)
Geraldine se
dirigió hacia los dos cuerpos, sacó un objeto metálico y lo colocó en esa
especie de colchón invisible pero sólido. Inmediatamente se quedó adherido.
Ella comprobó los dígitos y se oyó a través de los micrófonos la voz de la
Traductora: ¡Doscientos setenta grados centígrados! La temperatura es casi la
del cero absoluto, se oyó en nuestros auriculares.
La voz de
Gibson se oyó recitar como si estuviera en una conferencia
─ El cero absoluto se produce a la temperatura de 273’15 grados bajo cero.
En ese estado no existe movimiento ni actividad molecular o atómica de ningún
tipo. Actualmente, no hemos conseguido todavía llegar al cero absoluto, aunque
hemos estados muy próximos a conseguirlo. En
la práctica, la energía necesaria para eliminar el calor de un gas se hace
mayor cuanto menor es la temperatura, y sería necesaria una energía infinita para
enfriar algo al cero absoluto. En términos cuánticos, podemos culpar al principio de incertidumbre de Heisenberg, que nos dice que sólo se puede conocer con precisión la velocidad de la partícula o su
posición, pero no ambas a la vez. Los
átomos de cualquier experimento, siempre tendrán algo de incertidumbre en su
momento al mantenerlos por encima del cero absoluto, a menos que ese
experimento fuera del tamaño del universo entero…
Enry impidió que la Traductora siguiera traduciendo ese
monótono discurso del improvisado conferenciante.
En su lugar, Richard preguntó en voz alta, olvidando que
tenía un micro
─ Magnus, pero ¿están vivos o no? Y retrocedan.
Deprisa, sus escafandras y sus trajes no están hechos para permanecer mucho
tiempo en esa temperatura.
─ En el
cero absoluto ─señaló Magnus─, todo es estático. La muerte implica un estado, otro
estado, porque con ella comienza la corrupción de los cuerpos, pero el cero
absoluto debería garantizar que no se ha producido ni una sola alteración en
sus átomos o moléculas desde que entraron en ese estado, pero hasta ese momento
pueden haber muerto o bien perecer en el proceso de descongelación, si es que
puede realizarse. Pero con los grandes adelantos de aquella civilización, sería
absurdo que fueran a congelar un cuerpo si no pudieran recuperarlo. Por otra
parte, el estado en que fue congelado el hombre nos demuestra que en ese
preciso momento estaba vivo ─ e hizo un gesto en dirección a su pene rígido ─ Y
esto no puede asimilarse a lo que sucede en algunos casos de suicidio por
ahorcamiento en que por acumulación de la sangre súbitamente en esas partes,
mueren con una eyaculación, que en este caso no se ha producido. Es mi
proposición y mi opinión que para que esto se pueda comprobar es necesario
reanimarlos.
No obstante,
Magnus no sabía con certeza si estaban vivos. Era tal su deseo que no podía
discernir adecuadamente.
Pero… ¿y si
no eran humanos? ¿Y si estaban muertos aunque incólumes? Nada de esto tenía
sentido. Nuestras máquinas habían logrado llegar hasta la fuente de emisión de
aquella señal, de aquella onda magnética que atravesó miles y miles de
kilómetros y millones y millones de años. No podía ser que solo se tratase de
dos robots perfectos. ¿Tanto para tan poco?
Este era el
mayor reto al que nos enfrentábamos. ¿Despertarles, reanimarles?... ¿Y si
murieran en el intento? ¿Y si en el momento en que algo penetrase de nuestro
mundo en el suyo, se hiciera añicos todo convirtiéndose en polvo? Y, después,
de decidir qué hacer ¿cómo lo llevaríamos a cabo?
(Pintura de Marcus Krancz)
*********
En la calle,
en todos los hogares y los países se repetían una y otra vez la misma pregunta.
Los paleontólogos, por su parte, acusaban de superchería, de estafa o
fraude y con intención de engañar, los resultados que se habían obtenido al
calcular los años. No podía ser de 900.000 años. Eso sería en la época del
Pleistoceno, teniendo como representante del hombre al australopiteco. Pero las
personas, toda la gente común prefería provenir de esos dos bellos jóvenes que
de un mono frente al cual el chimpancé era un adonis.
En la ONU, el tema de las dos personas encontradas había dado paso a otro
mucho más materialista, pues se había conseguido calcular cuánto era el oro que
existía en ese descubrimiento y esa cifra tan exorbitante de 300.000 toneladas
de oro enfrentaba a unos y otros por su repartición.
A sugerencia del representante de la India se propuso dividir ese oro por
el número de habitantes que cada país tenía, lo cual fue aclamado por todos los
países pobres y en vías de desarrollo. Para ellos supondría el fin del hambre
en sus mundos. Y luchaban porque se apoyase esta moción frente a las grandes
potencias.
El representante americano pidió la palabra y señaló que no se oponía en
absoluto a ese reparto pero que el verdadero tesoro no era ese. Ellos habían
llegado también a producir ese oro artificial por transmutación de átomos y con
el mismo resultado que la muestra recibida pero el proceso para hacerlo era
crematísticamente enorme y el tiempo empleado no valía la pena por lo obtenido.
Con ello, el representante quería recalcar que lo importante no era el oro en
sí mismo, sino los conocimientos que la mente de él o de ella tuviesen y nos
pudiesen transmitir, como el conseguir el cero absoluto, hacer helio líquido,
motor eterno sin aparente consumo de energía como era el motor que mantenía en
marcha todo el mecanismo del Globo a través de 900.000 años de antigüedad. Esto
era lo realmente importante ya que ni siquiera producía contaminación. Y tantos
otros inventos y conocimientos que les podían transmitir.
Era probable que en aquel reducto se encontrase toda la información sobre
la existencia de otros planetas habitables y el modo de llegar a ellos, la cura
de las enfermedades, la sabiduría que requeríamos, aunque nunca fuera toda,
claro está.
El último punto del gran encuentro era en dónde se iba a practicar la
reanimación de esos dos seres. Todos afirmaban tener instalaciones adecuadas y
medios sofisticados. Algunos no los poseían y se veían con ello desposeídos del
descomunal bagaje de sabiduría que traían consigo y no estaban dispuestos a
permitirlo. De ningún modo.
(Pintura encontrada en google)
Amigo mío, eres una fuente infinita de conocimientos, me tienes asombrado de todos los datos y descripciones que nos das. Un fuerte abrazo y, ¡sigue, sigue y no pares!!
ResponderEliminarGracias por tu interés y tu entusiasmo, Frank que me vienen al pelo. A veces uno decae un tanto pero con amigos como tú nunca me falta el ánimo.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Me sigue fascinando. Tuviste que pegarte un buen atracón de estudiar, majo. Espero aún más. Es interesante y muy ágil de leer. No hay una sola parte de las que has colgado en la que no suceda nada. No sé cómo lo haces.
ResponderEliminarTe felicito.
Un abrazo, querido.
No voy a negarte que en estos últimos fragmentos sí que me lo curré, porque no parecía entender demasiado bien lo del cero absoluto, ejejejejej... Gracias, Isa. Es cierto que esta novela para subir fragmento a fragmento es ideal, porque no hay un solo sitio en el que no pase nada.
EliminarPero si quisiera publicarla tendría que escribir todo lo de en medio, si no a mis lectores les podría dar un colapso de un momento a otro. Porque no es una novela. Cada parte serviría para hacer un relato.
Gracias, Isa. Un abrazo muy fuerte.
Estoy enganchada totalmente a tu relato... cada nueva entrega es un regalo.
ResponderEliminarMe gustan las descripciones, las implicaciones morales y políticas...
Estoy de acuerdo con Frank, sigue... y no pares!!!
Gracias y besos!!!
Muchísimas gracias, Marta. Me encantan tus palabras y todo lo que me dices. Es justo lo que pretendía, aparte de enseñaros dónde se encuentra la verdadera ciencia-ficción buena. Y aún tengo mucho más que mostrar no solo a René Barjavel, sino a otros.
EliminarNo pararé. Un abrazo muy fuerte.
Bueno me has dejado con ganar de leer más , así es que te seguimos esperando, con mucha más ciencia y ficción, sólo me gustaría porque el huevo de oro está en ese frío polar, por muchas razones no se produjo allí, abracitos..
ResponderEliminarTe agradezco tus comentarios, Salomé. De verdad que te doy las gracias. Sin embargo, este no le he comprendido. No sé a qué te refieres con lo del huevo en ese frío polar. Si dudas algo yo te lo explico, guapa.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Ricardo, has conseguido un ambiente de intriga que me muero de curiosidad a ver que va a pasar. Un abrazo, Sotirios.
ResponderEliminarUn abrazo, Sotirios. Muchísimas gracias por tus palabras que son, al fin y al cabo, lo que el escritor va buscando.
EliminarQuerido Ricardo!!! además de lo difícil que es tener a la gente enganchada a tu relato, consigues dar datos muy estudiados, desde luego se nota cuando uno hace el trabajo bien hecho.
ResponderEliminarDetrás de esa historia apasionante se ve de forma clara el tipo de escritor que eres, de los serios, eres un profesional, no se te escapa ningún detalle.
Estos dos últimos sí me dieron trabajo, bueno, y todos. Gracias, Olga por todas tus inmerecidas alabanzas que las considero hechas a René Barjavel mi escritora inspiradora y en cuya novela, se basa esta.
EliminarUn abrazo muy fuerte, preciosa.
Me gusta mucho cuando se nota la investigación en ciertos temas para poder profundizar en ellos.
ResponderEliminarMe estoy olvidando de decir también que los videos y las imágenes son fantásticas!
Muy bien Ricardo! !! Voy al último capítulo! !!
Me alegro mucho Karina que te gusten también las pinturas y los vídeos. Intento hacerlo lo más bello posible.
EliminarGracias por tus palabras. Un abrazo.