Está interesante, eh? Reconozco que son momentos culmen. Hoy os dejo con un fragmento doble porque si lo corto en dos me chilláis, así que os dejo con Joyce que viene de aquí.
(Imagen obtenida en google)
)
(Pintura de Christina Papagianni)
(Imagen obtenida en google)
)
(Música compuesta e interpretada por Jaime Barkin)
Sus
maravillosos ojos, sus diamantinos ojos azules, dieron la vuelta al planeta
entero y todos se prendaron de ellos. En las reproducciones holográficas se
veían sus pupilas negras e insondables, rodeadas de un círculo amarillo y los
iris llenos de vetas estrelladas en múltiples y variados azules y grises. La
humanidad entera dio las gracias, cada uno a su Dios o dioses o a quien fuera
por haber permitido que todos los esfuerzos llevados a cabo dieran como
resultado la vida de esta maravillosa mujer.
Hasta Jaime
Didier, con sus pelos encrespados color rojo y su ropa negra, de estilo
new-gótico, sus ojos y sus labios pintados de negro y la cara blanca, ¡se
desconectó del mp6! y se quedó embobado viendo los maravillosos ojos atrayentes
de aquella mujer. No paró de mirarlos ni de seguir las noticias desde aquel
momento. Vivía pegado literalmente a sus ojos de embrujo.
Y Victoria
tuvo que ceder, admitió que un demonio no podía tener aquellos maravillosos y
transparentes ojos. Pero siguió diciendo que él representaba al Maligno igual
que ella representaba la Bondad.
Los demás
Didier eran fans incondicionales de la pareja desde el principio.
*********
Sabíamos que sabía hablar y que podía, que sus cuerdas
vocales se hallaban intactas pero no quería o no tenía nada que decir.
Transcurrieron días mostrándole todo lo que consideramos que pudiera entender.
Le hablamos en todos los idiomas conocidos, gestos, muecas… representaciones…
nada. Sus ojos de un azul profundo, insondable estaban llenos de tristeza,
desesperanza, mortalmente herida o, al menos, eso es lo que yo deduje al cabo
del tiempo. Durante esos días yo me había convertido en su cuidador, médico,
amigo, psicólogo… y en la única persona que ella soportaba a su lado. Al único
al que toleraba que la tocara y en cuyos brazos se refugiaba cuando transida de
dolor o agotamiento quería irse o dormir. Yo dormía con ella sentado o tumbado
en un sillón a su lado y una enfermera en un sofá lejano las veinticuatro horas
del día.
Cada vez estaba más delgada. No quería nuestra comida.
Repetía una y otra vez la misma frase formada por dos o tres palabras que no
entendíamos. Intentamos hacerle comer todo tipo de platos, desde lo más
sofisticado hasta lo más simple pero ella no lo probaba. No sabíamos qué hacer.
Lo único que logramos que tomase fue agua, nada más. En un día que tuve que
ausentarme intentaron hacerle comer a la fuerza y vomitó, pateó, pegó y gritó.
Cuando yo volví estaba nuevamente atada a una camilla con un alimentador
líquido en vena y sus lágrimas caían sin parar de sus ojos cerrados.
Cuando le hablé no me contestó ni tampoco abrió los ojos.
No sé si me oía. Daba muchísima pena. Mi alma se conmovía hasta lo más íntimo y
me sentía furioso contra esa horda de científicos locos que pretendían imponer
sus criterios aún en contra de su voluntad. Arranqué con furia el tubo del
alimento y en ese momento, ella abrió los ojos y dejó de llorar. Creí entrever
una incipiente sonrisa pero no estoy muy seguro de que fuese así.
Había que hacer algo urgente. Joyce se moría ante
nuestros ojos. Era una evidencia y solo repetía interminablemente esa frase de
quizás dos o más palabras, con una tierna y dulce voz que no sabíamos si
cantaba o hablaba. Pero esta voz cada vez era más entrecortada, temblorosa e
inaudible.
Era necesario comprenderla, saber lo que nos pedía con
tanta insistencia.
Magnus abandonó la Base Uno y se marchó a la Dos. Allí se subió en una
carretilla a modo de Caterpillar u oruga que, sobre neumáticos de color rojo
que no tocaban el suelo, recorría los grandes pasillos. Por fin, llegó donde
quería, a la Traductora y entró, sin pedir permiso, sin contestar a los «¿Qué
desea?», tan solo abriendo y cerrando puertas hasta que dio con lo que buscaba.
Allí en un inmenso sillón en el que apenas podía sentarse se encontraba
Kristian Jokovich, ingeniero jefe de informática y lenguajes robóticos,
lingüista doctorado cum lauden y autor de enciclopedias digitales y
holográficas con sus conocimientos especializados. Ante sí había una consola
que yo no podía haber imaginado jamás, ni siquiera en las holografías de ciencia-ficción
y de naves extraterrestres. Esto era de otro mundo. No sabría describirla, tal
era su complejidad, sus luces, aparatos, botones, círculos, tablets, pantallas
táctiles… y él dirigía todo esto, que estaba formado como un pentagrama a su
alrededor. Era un genio embutido en un cuerpo de descargador de muelles.
Ante sí tenía lo que los científicos habían escogido de
algunos objetos aparecidos en la estantería, que se puso al descubierto, cuando
sacaron a Joyce del huevo de oro. Esos artículos se consideraron por los
investigadores como capaces de contener información para descubrir el lenguaje
de aquellos remotísimos tiempos. Ante sí tenía una figura ovoide y acrisolada,
compartimentada como si fuera una vidriera pero en apariencia cada hueco estaba
vacío, luego existía un crisol, un tubo largo de cristal, aunque no lo era,
hueco y transparente y a su lado, unas varillas como las que quemaban con
incienso antes para perfumar el ambiente. Cada vez que una varilla de esas se
introducía en el tubo largo y este se introducía en una de las figuras huecas,
se iluminaba y nacía una voz que parecía cantar más que hablar y en la que se
introducían sonidos naturales de pájaros, viento, agua, mar… Había voces de
mujer y de hombre, eran locuciones jóvenes y el lenguaje resultante era como
una canción hablada. Por cada varilla de un color, introducida en cada uno de
los colores de la forma ovoidal se producía un resultado distinto. Además
encima de los cuadrantes de color aparecían imágenes, tanto de la persona que
hablaba, con notable parecido a Joyce, así como otras con frutas, aves,
praderas, flores, manos… Así que calculando el número de varillas por el número
de colores en variación el panorama de sonidos era aturdidor.
(Imagen obtenida de google)
Kristian me
explicó que no solamente era desesperanzador por el infinito número de vocablos
o palabras que hubiera que introducir en la Traductora sino porque hasta ahora
no parecía haber una sola palabra igual a la otra, con lo que podríamos estar
ante un lenguaje riquísimo. Había también un pequeño “libro” donde los símbolos
estaban dibujados debajo de las figuras de animales, pájaros, plantas… y al
mirarlos según se iban “leyendo” las figuras resaltaban y se acercaban a los
ojos como en un espacio tridimensional, aunque en nada parecido al que nosotros
teníamos. Kristian opinaba que pudiera tratarse de dos idiomas distintos para
los hombres y para las mujeres. Por eso, no lograba conectar nada y variaba
también en las edades. Era complejísimo de dilucidar.
Estos eran
sus dos instrumentos de trabajo, que para él ya eran toda una tarea descomunal.
Le explicó a Magnus que apurando y sin dormir ni de día ni de noche no
conseguirían apenas balbucir algo en semanas y para entonces, Joyce ya habría
sucumbido. Magnus le prometió la ayuda que necesitase, pero la ayuda que
Kristian requería era la de cerebros pero no pequeños cerebros humanos, sino
como éste y señaló a su enorme ordenador al que llamaba Kris, al que él había
construido.
Su genialidad
era tal que había sido tachado de baladronada en muchos estados que en él no
habían creído. Solo los japoneses supieron ver ese gran cerebro instalado en
ese corpachón aguerrido. Desde entonces se habían construido dieciocho más como
el primero y este último, el más avanzado era el que estaba aquí y necesitaba a
sus otros hermanos.
Magnus le
prometió la ayuda. Salió con la misma velocidad que había entrado y se dirigió
hacia la enfermería llevando a Frank Spoiler detrás de él a todo correr, el
encargado-jefe de transmitir las noticias a todo el mundo. Mientras que él se
fue, le habían vuelto a instalar el tubo alimenticio en el brazo. Estaba atada
a un sillón, las piernas, los brazos, los codos y tenía la cabeza agachada,
hundida, vencida, ya no luchaba más. Frank obedeció las órdenes de Magnus y
comenzó a emitir en directo las imágenes de la mujer tal como él sabía,
mientras Magnus hablaba.
─Esto,
señores y señoras, jóvenes y niños, esto es lo que hemos hecho con la criatura
revivida del pasado de la historia, de nuestra historia. De nuestra jovencísima
antepasada. La hemos despertado para dejarla morir de hambre y ¿por qué? Ella
pide algo que nosotros no entendemos, que no somos capaces de darle y para eso
necesitamos comprender lo que dice, alimentarla. Mírenla. ─Y la cámara
reflejaba lo delgada que estaba, su cara demacrada, sus pómulos salientes, las
profundas ojeras que tenía y lo enflaquecido de su cara, todo hueso, con dos
botones por pecho y transparentándose las costillas a lo largo de su tórax. Sus
hombros puntiagudos, los agujeros al lado del cuello eran casi le
personificación de una calavera recubierta de una piel casi translúcida.
(Pintura de Ron Di Scenza)
─Hemos invertido en esta causa miles de esfuerzos y de potencial ¿Para qué? Pregunto yo ─seguía Magnus cada vez más abatido─. Si no la comprendemos morirá y si muere se llevará con ella todos esos secretos que esperábamos que ella nos contase y mostrara. ¡Hagan algo! Como ciudadanos del mundo, como humanos, exijan a sus gobiernos, a las grandes corporaciones y monopolios económicos, a los multimillonarios en petrodólares, escriban, escriban, exijan que pongan sus grandes ordenadores a nuestra disposición por uno o dos días. No va a ocurrir nada porque por una hora dejen de calcular cuánto más se va a ganar o perder por poner la tarrina de chocolate de color verde o azul. Por considerar la conveniencia de invertir en las camisetas deportivas en vez de en los balones reforzados y ultra-ligeros… Escriban, escriban… Si no hacemos algo urgente, no somos hombres, no merecemos llamarnos como tal sin insultar a esta criatura─ y la cámara de Frank pasó del rostro anhelante y suplicante de Magnus al de Joyce, agotado, consumido y rendido.
─Hemos invertido en esta causa miles de esfuerzos y de potencial ¿Para qué? Pregunto yo ─seguía Magnus cada vez más abatido─. Si no la comprendemos morirá y si muere se llevará con ella todos esos secretos que esperábamos que ella nos contase y mostrara. ¡Hagan algo! Como ciudadanos del mundo, como humanos, exijan a sus gobiernos, a las grandes corporaciones y monopolios económicos, a los multimillonarios en petrodólares, escriban, escriban, exijan que pongan sus grandes ordenadores a nuestra disposición por uno o dos días. No va a ocurrir nada porque por una hora dejen de calcular cuánto más se va a ganar o perder por poner la tarrina de chocolate de color verde o azul. Por considerar la conveniencia de invertir en las camisetas deportivas en vez de en los balones reforzados y ultra-ligeros… Escriban, escriban… Si no hacemos algo urgente, no somos hombres, no merecemos llamarnos como tal sin insultar a esta criatura─ y la cámara de Frank pasó del rostro anhelante y suplicante de Magnus al de Joyce, agotado, consumido y rendido.
La reacción
no se hizo esperar. En todos los hogares, gobiernos, cafeterías, galerías,
empresas… se retransmitía una y otra vez el mensaje y la gente, todos unidos,
escribían, exigían que los ordenadores se prestasen a la base polar Ibiza.
Correos de todos los países se colapsó, el servicio de hologramas abandonaron
sus trabajos y fueron a manifestarse junto a las personas, a todas las gentes
ante sus gobiernos, ante sus empresas, sus multimillonarios, todos pidiendo lo
mismo, con voz unánime y con igual clamor.
El
multimillonario dueño de las cadenas de tecnología, informática y
comunicación principales del mundo, Harry Golberd, que se encontraba en su yate
particular en las islas Mauricio, vio la noticia mientras tomaba un whisqui con
su joven pareja. Le pidió un momento de silencio, levantó el volumen de la
retransmisión, con la voz y se quedó pensando. Inmediatamente llamó a sus
asesores y a su secretario y vicepresidente y les ordenó paralizar los grandes
ordenadores y puso todo su emporio a disposición de la base polar Ibiza. Sus
asesores se llevaban las manos a la cabeza pero la insistencia y autoridad de
Harry Golberd era inamovible. Pero este también era hombre de negocios. Al día
siguiente las ventas de sus productos se incrementaba en un veinte por ciento,
sus valores en bolsa se alzaron a una posición muy ventajosa, a la vez que su
ejemplo cundió, fue alabado, aplaudido y copiado por grandes empresas privadas
y, finalmente por los Gobiernos estatales de los cinco continentes.
De este modo, la base
Ibiza y Kristian, en su nombre, recibía inesperadamente al día siguiente al
mensaje, toda la potencia de los ordenadores que había pedido, prometiendo
devolverlos a sus asuntos en el menor tiempo posible y los puso a trabajar a
todos y a todo su equipo como si cada uno de ellos fuera octópodo.
Enry Lavois, el jefe de
Expediciones Polares y Magnus lo comunicaron de inmediato y agradecieron
públicamente a todos los intervinientes. En la calle y en todos los lugares del
mundo la gente gritaba, saltaba y se abrazaban unos a otros. Nunca se había
visto un esfuerzo tan enorme realizado en absoluta armonía por la unanimidad de
los habitantes de la Tierra, por la gente normal, más que por sus gobiernos.
Este fue un día memorable
para recordar.
**********
Un capítulo impresionante amigo mío, de verdad, muy explosivo y cautivador, lástima que sea una novela pues, en la vida real, ni poniéndose en pie de guerra toda la humanidad conseguirían que los "ricachones" dieran ni el saludo (si no es sacando fructíferos dividendos por ello). Claro que, como bien dices, es lo que sacaron, más beneficios de su "solidaria" acción. Sigue, sigue y no pares canalla que me tienes en ascuas....
ResponderEliminarHola, Frank. Como no? Tú el primero siempre, salvo cuando no tuviste internet. Te agradezco tus comentarios y tus palabras, amigo. Y sí, es difícil cualquier empresa en conjunto pero tampoco nadie se la ha planteado a nivel individual. Te imaginas si fuera cierto? Yo sería el primero en escribir al Gobierno y a todos los periódicos y grandes trust que conociera y creo que como yo, todos nosotros, pero eso no se plantea.
EliminarUn abrazo muy fuerte, lector leal.
Fantástica publicación amigo, me ha encantado
ResponderEliminarMuchísimas gracias. No sé quien eres pero resultas bienvenido tanto si te gusta la publicación como si no. Aquí es cuestión de gustos. Nadie está obligado a que le guste, ni siquiera a leerlo.
ResponderEliminarUn saludo.
Con cada nueva entrada despiertas mi imaginación y curiosidad...
ResponderEliminarSiento lástima por esta joven convertida en cobaya e impotente ante la imposibilidad de comunicarse.
Estoy de acuerdo con Frank en que, en la situación actual, la humanidad no es capaz de unirse para conseguir un bien común... demasiados intereses!!!
Gracias Ricardo!!! Besos.
Yo no creo que esta humanidad difiera de la del futuro que yo describo y yo sí apuesto por ella. Mira lo que pasó en la manifestación pacífica de Egipto, se alzaron contra el imperio y su ejemplo cundió por todos los países árabes esclavizados por el yugo de los reyes y shas y demás dictadores.
EliminarPero en todo caso, esto es ficción, así que dejad que siga confiando ya que nunca lo podré ver, jajajajaja..
Muchísimas gracias, Marta por tus palabras, mi leal y fiel lectora.
Un abrazo muy fuerte.
Yo también confío en nuestra fuerza y solidaridad... pero no tanto en los que andan por ahí arriba ajenos a lo que no les interesa!!
EliminarPero nadie me quitará la esperanza de un mundo más justo... Besos.
Me encanta tu pluma, me atrapo, realidad o imaginación??? Lo fastástico es que logras sumergirnos en el mundo de tu novela. Gracias por compartir tu talento...
ResponderEliminarGracias a ti, Isabel, por tu tiempo porque hoy en día conseguir lectores es la meta más difícil que existe. Los lectores son una raza en extinción. Por eso intento suscitar el interés para que no paréis de leer.
EliminarUn abrazo.
Siempre he leido, ahora me es mas dificil por mi bebé, pero leo a la hora de mi almuerzo un libro en la oficins; y por las noches o ratitos en los blogs... espero seguirte leyendo y que te animes a publicarlo... me gusta leer asi... pero amo leer un buen libro. Gracias.
EliminarYo también. A mí me gusta mucho más leer que escribir y ahora estoy redescubriendo a Guy de Maupassant y releyéndome sus obras completas y Las nieblas de Avalon, que no sé de quién es pero que está fabuloso es histórico-fantástico, o fantasía épica, sobre el Rey Arturo y sus caballeros.
EliminarFelicidades por ser de las pocas que quedan!!!
A pesar de haber dicho que era fragmento doble, se me ha hecho cortísimo. ¿Cómo nos puedes dejar con esta incertidumbre?
ResponderEliminarMe ha encantado. Muy intenso.
Me satisface infinito leer estas palabras. Muchísimas gracias, mi fiel Lucía. Ya cada vez los subo un poco antes, jejejeje... Me lo piden.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Este capítulo me ha parecido muy largo y lo disfruté como ninguno. Me muero de ganas a ver qué pasa, pero tengo una pregunta. La novela me parece demasiado buena engancha el lector y estoy seguro que un día tiene que ser publicada por alguna editorial. Enhorabuena, Ricardo, voy al siguiente capítulo. Un fuerte abrazo, Sotirios.
ResponderEliminarA veces cuesta lograr que cada capítulo se supere, después de leer algo tan bonito y atrapante como el anterior no imaginé que éste sería mejor aun. Pero es que Ricardo lo sabés hacer bien, (y yo observo y aprendo jiji) Felicidades amigo por esta novela, que es imparable y dan ganas de leerla desde el comienzo de un tirón en cuanto acabe.
ResponderEliminarUn besote grandote.
Estupendo y esperanzador, yo creo en las personas. No veo tan difícil que la gente se ponga de acuerdo y haga actos solidarios, me confirma más mi creencia de que tenemos que tenemos que pasar de la queja a la acción ya!. Menudo efecto me hizo el relato de hoy! Abrazos!
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