EL BOSQUE VIVIENTE I
Así era como
yo imaginaba mi madurez. Tal como estaba siendo. Para eso trabajé día y noche,
hasta casi desfallecer y gané suficiente dinero como para que pudiera disfrutar
con holgura de mi madurez sin trabajar. Antes de que sucumbiera a la vejez o a
los estragos de la edad, me retiré a deleitarme con mi esposa en nuestras
propiedades.
Pasábamos
normalmente seis meses al año en la Costa de Cádiz, en un pueblo llamado
Sanlucar de Barrameda, donde teníamos un gran chalet al mismo borde del mar
lleno de pinos y de palmeras que es lo que más resiste al impío viento del
estrecho. Era una mezcla abigarrada pero proporcionaba el frescor suficiente
como para que no tuviéramos que utilizar en ningún momento, pese a la calígine,
el aire acondicionado. Bastaba introducirse en nuestro pequeño bosque para que
el calor se transformase en una frescura suave y apetecible. Mi esposa, Clara,
es una mujer independiente y muy inteligente. Supo inmediatamente cuando posó
los ojos en mí que yo sería su caballero andante y, eso antes de yo saber
siquiera que ella existía. Su modo de ser y su físico entonan con su carácter.
Ojos azules y grandes. Labios gordezuelos sin necesidad de cirugía y una piel
fina pero fascinantemente resistente. Complexión delgada pero atlética, manos
pequeñas, vivaz, tremendamente activa y rápida. Sabía gozar de la vida, de lo
que día a día le ofrecía el mundo.
No hace
falta decir que la primera en alentarme y alegrarse por mi decisión fue ella
misma apoyándome y ayudándome en todo el papeleo y el proceso. Estaba
ilusionada. Esperaba grandes viajes y, sobre todo, la tan ansiada compañía de
estar a mi lado todo el tiempo y poderme leer, como tantas veces intentaba, sus
maravillosos relatos fantásticos y de terror y sus novelas tan dispares como
sus vastos conocimientos, de ciencia ficción, suspense, románticas y, sobre
todo, la última, una saga histórica, a la que le había tomado especial cariño y
a la cual seguía dando vida día tras día. Llevaba publicados tres tomos y cada
vez tenía más lectores que solicitaban el siguiente volumen.
Yo deseaba
tanto como ella recrearme en su compañía. Sabía que mientras duró el trabajo
ella estaba en segundo término, pero lo acató, pensando siempre en el ansiado
placer de estar juntos jóvenes y enamorados. Yo adoraba su voz, su
inteligencia, su vasto dominio de casi todos los temas y podía pasar horas
enteras a su lado escuchándola hablar, tanto si leía, como si hacía el payaso.
Sus carcajadas sonoras y pegadizas me volvían loco. Me hubiera comido su
sonrisa si se pudiera hacer sin que esta desapareciese.
El día en
que cesé de trabajar cesaron los móviles y las charlas por internet. Queríamos
estar solos de verdad. El ordenador se usaba exclusivamente como procesador de
textos y ni qué decir tiene que en la cabaña que habíamos comprado en la
montaña hace diez años ni siquiera habíamos contratado cobertura para wifi o
móviles.
Yo me moría
por el sol. Me encantaban las estancias veraniegas de seis meses en la playa
pero esta ya había terminado y nos dispusimos a trasladarnos a nuestra sierra predilecta,
al abandono absoluto, sin nadie alrededor, sin vecinos, sin un alma, salvo que
fueran especialmente invitados para ello.
A mi esposa
le ocurría lo contrario en cuanto a gustos, parecía revivir en el contacto con
aquellos bosques llenos de susurros, sombríos y, según ella, con vida propia.
Temblaba de emoción y había preparado las cosas tan rápidamente que aunque
estaba acostumbrado a su velocidad de proceder en todo, logró sorprenderme y hacer
pensar que ya lo había tenido preparado de antemano.
Así que
dándole mil gracias al sol gaditano y a sus gentes, al mar con sus olores y a la
preciosa luz del sol de la costa, nos fuimos a nuestra casa en la sierra. Lo
cierto es que llamarla cabaña no era un término adecuado pues era mucho más
vivienda que la casita de la playa. Tenía mucho más empaque, era más sólida y
estaba construida con la idea de perdurar durante generaciones enteras. Era nuestra
casa de piedra y teja en mitad de la masa de oscuridad del bosque que la
circundaba. Llegamos al anochecer y envuelta en tinieblas nuestra casa con su
cerco parecía aún más estrecha, a pesar de las medidas considerables de la
misma. La presencia en aquél lugar de aquel jardín tan cuidado con sus arriates
de flores dispuestos regularmente, resultaba casi una impertinencia. Parecía un
pequeño insecto de vivos colores que pretendiese instalarse sobre un monstruo
dormido, o una abigarrada libélula que se apoyase con descaro a la orilla del
mar al que le bastaría lanzar la más pequeña de sus olas para engullirla. Sí,
aquel bosque había crecido desde la última vez que lo vi y su profundo ser se
había ido esparciendo tras miles de años de crecimiento. Yo lo veía como una
especie de monstruo durmiente. Nuestra casa y jardín se hallaban demasiado cerca
de la extensión de sus límites. Y cuando los vientos soplaban con fuerza y
levantaban sus sombrías faldas de color negro y púrpura… parecía que el bosque
tenía una personalidad única.
Sin embargo,
yo allí me sentía tranquilo y a salvo de la modernidad y la tecnología. El
intrincado bosque que nos rodeaba no me producía ningún desasosiego y a Clara
se la veía rejuvenecerse por momentos. Parecía conectada con aquella casa,
pensé yo, o con su entorno, pero era visible su energía renovada y su sonrisa
embriagadora.
Dejamos para
el día siguiente la colocación de los bártulos y fuimos a dar un paseo hasta
nuestro roble. Este era el lugar en el que le había declarado mi amor y bajo
cuyas ramas nos habíamos amado por primera vez. Fue una casualidad que yo
viniese a esquiar a las montañas, con lo torpe que soy y que hubiera coincidido
en la tienda súper-mercado única que existía en la localidad, con aquella
inteligente y simpática mujer de ojos azules y alegres.
Para mí este
roble era un verdadero amigo y no estaba en el bosque ni tampoco en nuestra
propiedad. Estaba en medio, como una avanzadilla del bosque o como un centinela
que nos guardase y cuidase de nosotros. A mí me gustaba pensar esto último.
Mi esposa pronunció en voz alta, justo lo que yo estaba
pensando
─¡Es extraño la sensación tan vigorosa que tengo y que me
parece transmitida directamente por los árboles! Tienen una vitalidad inmensa y
oscura ─. Dijo mientras se quedaba pensativa reflexionando.
El paseo nos abrió el apetito y volvimos raudos para cenar y
acostarnos. Al día siguiente madrugaríamos y nos pondríamos manos a la obra.
*********
Me desperté con el canto olvidado de aquellos pájaros y el
rumor del viento sobre las copas de los árboles. Antes de abrir los ojos, me
deleité con los olores del bosque tan diferentes de los de la mar. Al abrirlos,
me di cuenta de que Clara ya se había levantado. Sonreí y creí percibir el
aroma del café recién hecho, pero tras vestirme comprobé que no había nadie en
la casa ni en sus alrededores. Era extraño, pero tampoco inusual. Clara siempre
ha sido tremendamente independiente y no le gusta nunca decir dónde va o de
dónde viene. En este caso y con el coche en la puerta solo podía haber ido al
bosque, estaba claro. Así que me dispuse, animado, a preparar un buen desayuno.
Pasaron las horas y
Clara no aparecía. El desayuno ya se había enfriado y el sol ya se hallaba en
el cénit. Decidí salir a buscarla aunque era muy probable que acabásemos
cruzándonos el uno con el otro. Por primera vez me arrepentí de la decisión
acerca de los móviles pero esto no estaba previsto. Cuando me disponía a cerrar
la puerta, la vi venir envuelta en un halo de energía y tuve la extraña
sensación de que no venía sola, aunque no tenga ningún sentido lo que digo.
El último tramo lo hizo corriendo feliz hasta mis brazos,
lanzándose sobre ellos como si hubiera llegado a puerto después de haber estado
varios días a la deriva. La abracé contento y alegre de su presencia. Olía a
bosque, a musgo, a eucaliptus, a viento. Su aliento era el mismo bosque. El
pelo corto y rubio alborotado caía sobre sus ojos y al levantarle la barbilla
para besar sus labios creí ver sus ojos de color verde intenso, pero,
desechando esa idea absurda la besé y cuando la miré de nuevo eran azules como
el cielo.
Llegaba emocionada, hablándome de lo mucho que había echado
de menos este rincón del mundo. Lo hermanada que se sentía con todos aquellos
árboles, con cada uno de ellos y siguió hablando con detalle de todos mientras
deshacía el equipaje y colocaba todo en su lugar. Yo iba siguiéndola de una
habitación a otra y no sabía si asustarme de esa energía y de ese súbito amor
hacia el bosque o alegrarme de la fuerza renovada.
Siguió su disertación con los intervalos propios de la
comida, la siesta y la cena. El tema era interesante pero no recordaba yo este
febril apasionamiento por un tema desde que tuvimos el placer de trabajar
juntos un año y entonces el apasionado y monotemático era yo y el tema el
trabajo, por supuesto. Así que me quedé encantado pero alerta de esta nueva
faceta de Clara.
Por la noche me despertaron unas voces que susurraban y una
pesadilla en la que me veía atrapado por las ramas de múltiples árboles que me
asfixiaban rápidamente. Cuando abrí los ojos, tuve que volverlos a cerrar y
abrir. ¡No era posible lo que estaba sucediendo a mi alrededor! Sombras verdes,
del color de los árboles oscuros, se acercaban a Clara y la rodeaban. Sombras
con contenido, no planas sino con todas sus dimensiones y hablaban entre ellas
con el rumor que suena en los bosque en los días de más viento. El olor a
madera, a bosque, a naturaleza vegetal era tan intenso que apenas podía
respirar. Sé que no estoy loco y que esto es real, que está pasando, pero cómo
traducir estas sensaciones y llevarlas a pensamientos racionales. Más que
asustado estaba hipnotizado. Era un espectáculo de lo más atrayente y algo me
tentaba a arrebujarme en la cama y volver a dormirme en los brazos de aquellos
árboles tan protectores. Y como lo pensé, lo hice.
*********
(continuará... )
Me dejas anonadado,alucinado más bien, tienes una forma de mostrarnos la belleza, ya sea humana o de la naturaleza que encandila, enamora y fascina. Bien sé que eres un admirador de ella, ¡de todas! Y así nos la muestras tal como la vez o la vives... o sueñas. De verdad amigo, fascina tu relato, esperaremos la segunda parte con verdadera ansia. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Frank. Todas tus palabras me animan mucho. No creo merecerlas pero de todas formas mi ego está volando ahora. Porque cualquier aprendiz de escritor lo único que desea es que al público le gusten sus relatos.
EliminarMe das energía para seguir.
Un abrazo.
Tus personajes femeninos tienen una relación con el mundo natural de lo más interesante...
ResponderEliminarPorque todas las mujeres son mucho más interesantes que los hombres, Olga.
EliminarGracias por pasarte.
Una historia preciosa con un toque de fantasía que me encanta. Otra vez la naturaleza interactua en una historia de amor. Esta vez es el bosque con su magia, que conquista los sentimientos de Clara. Está claro que transmites parte tuya, de tus sentimientos hacia la naturaleza, hacia la fantasía y al amor. Me gusta muchísimo tu estilo Ricardo, me pregunto a veces si terminarás esa novela que alguna vez mencionaste estar escribiendo y cómo sería. Ahora luego de leerte varios escritos, pienso que deberías tener tu libro para darnos la posibilidad de tener una obra tuya. Está claro que sos un escritor con todas las letras.
ResponderEliminarSolo, por saber te preguntaría si en la frase "pero cómo traducir....... y llevarlas a pensamientos racionales". ¿Debería llevar signo de interrogación? A pesar que lleva tilde "cómo" y da a entender que es una pregunta. Es por saberlo, porque me queda confusión cuando escribo algún relato.
Espero la segunda parte de esta historia para saber qué pasa con el misterioso bosque que pareciera tener un alma gemela. Y cómo sigue esa relación.
Un beso.
Muchísimas gracias por tus bellas palabras, Karina. No lleva símbolo de interrogación porque es un pensamiento que tiene el protagonista pero sí debe llevar tilde porque es una pregunta pero hacia sí mismo.
EliminarDe todas formas si pones la interrogación tampoco está mal, pero queda mejor así.
Gracias por tu premura en leer y comentar.
Besos.
¡Me encanta como describes los ambientes y las sensaciones! Tengo muchas ganas de leer la segunda parte.
ResponderEliminarEse sueño de muchos, llegar a la jubilación y tener todo lo que se desea: el amor, la paz, la seguridad...
A ver si mañana podemos disfrutar del segundo capítulo, estoy ansiosa por leerlo.
Gracias, Inma.
EliminarEse sueño, evidentemente, es el de todos pero en la fantasía todos podemos disfrutar de él metiéndonos en la cabeza de los protagonistas.
Te daré el placer de leerlo inmediatamente.
Un abrazo.
Fantástico y hermoso relato, de nuevo ¡enhorabuena¡.
ResponderEliminarY ....... a la espera de la continuación.
Muchas gracias, Oliva, a quien no conozco.
EliminarMe alegro mucho de que te guste.
Por el avatar tiene que gustarte sin dudarlo.
No esperarás mucho, pronto lo colgaré.
Un saludo.
Me gustan tus relatos por muchos motivo.
ResponderEliminarLa forma en que describes a las mujeres más allá de lo salvaje, pura naturaleza y aunque delicadas, las recibo fuertes . El aroma que desprenden. El color que los pinta. Me gusta esperar la segunda parte. Un artista. Abrazos!
Muchas gracias, Olga. A mí me gustan tus pinturas, unas más que otras, pero como todo.
EliminarMe entusiasmé en cuanto empecé a leer este relato porque la unión de la mujer, fuerte, decidida e inteligente con la naturaleza -una relación íntima, inexplicable, intrincada y sobrenatural-, me pareció de lo más acertado. Creo que si el bosque nos llamara las mujeres lo percibiríamos primero y no sé por qué pero tú nos tratas tal cual somos en tus relatos.
ResponderEliminarFuertes, inteligentes y amorosas. Aunque las relaciones y los relatos varíen tu no nos atribuyes ninguna mezquindad y es raro tanta afinidad en el modo en que sabes vernos o intuirnos, más allá de lo que ven los demás.
Gracias, Ricardo, por compartir y porque salgamos siempre tan bien paradas. Ahora nos mete un relato de brujas y verás dónde me meto yo estas palabras, jajajajajaja... ¿Tienes algún relato en el que seamos malas, malas? jaajajaja...
Iba a responder que no, pero sí, tengo un relato en que sale una mujer odiosa e insoportable, pero por exigencias del guión.
EliminarGracias, Isabel, pero así es como os veo siempre. Agradezco tus comentarios y que te gusten mis relatos.