Translate

lunes, 17 de diciembre de 2012

LA LUNA, de Mercy Flores

A Mercy Flores le gustó tanto este vídeo que siguió pensando en la luna y nos deleitó con un micro particular exclusivo para él.



LA LUNA 

Encontré la luna en la ventana, sí, allí estaba como sí nada. Me senté en el alféizar y la intente tocar con la yema de los dedos y un polvo multicolor se desprendió de ella. Noté un intenso dolor que me atravesó el cuerpo, sentí que me partía la columna vertebral en dos y mi alarido atravesó la noche. 
Mi padre asustado acudió a mi habitación y me halló sentada en la luna y a pesar de que tiraba de mi con todas sus fuerzas no logró bajarme de allí pues una inmensas alas salían de mi espalda y se aferraban casi con terquedad al satélite de plata y cuanto más me unía a la luna más feliz me sentía. Mi cuerpo quedó traslúcido y de mis delicadas manos caía polvo de hadas que llegaba a los bosques más lejanos repoblando de esta bella especie, a las viejas encinas y a los añejos robles.
A partir de entonces mi padre me buscaba en las noches para salvarme de la luna pero ahora era yo la que no quería escapar; él lloraba porque no entendía hasta que una noche se lanzó desde el alféizar y se agarró a la luna y entonces lo comprendió, pero como no había sitio para los dos cayó en una profunda caverna del bosque y como a mí, el polvo de hada lo convirtió; pero al estar allí poco tiempo solo en duende se quedó y de un hada se enamoró.
Ahora es feliz y me lanza besos desde los confines de la tierra. 
Fin 
Autora: Mercy flores.

jueves, 6 de diciembre de 2012

GATOS, de Isabel Oliva Yanes

Este relato forma parte de la antología "CAMADA" y fue seleccionado en un concurso patrocinado por Ediciones Mandala y publicado después, junto a otros relatos muy buenos también. Para el que esté interesado en adquirirlo, os dejo el enlace:







       A mi padre le gustaban mucho los gatos. Le gustaban, en general, todo tipo de animales pero con los gatos sentía una adoración especial.
       Él se vino a vivir un tiempo conmigo para ayudarme con mis constantes y abrumadores expedientes, disciplinarios y de incapacidad, y en lo que sea que pudiera ayudarme, aunque solo fuera por no estar sola. Durante ese tiempo, entre el poco caso que yo le prestaba (comía patatas cocidas por él y huevos cocidos y alguna que otra lata) porque siempre llegaba a las tantas, se dedicó poco a poco a la actividad que más le gustaba: ver y conseguir que los gatos callejeros vinieran a él.
       Por eso, en el desayuno, que era en el único momento que nos encontrábamos, les daba los restos de lo que había comido y compraba muchas veces salchichas o atún al fin de obsequiar a sus gatos. Es verdad, que al principio, recelaban de él pero en bastantes ocasiones vi como se acercaban y se frotaban sobre sus piernas y les permitía acariciarlos. Era una actividad que le causaba gran placer y reconozco que a mí también. Pero yo no tenía tiempo ni para respirar.
       Un día se marchó y volvió al hogar familiar y jamás pensé que podía haber reunido una manada de gatos tan grande que maullaban por la mañana a la hora del desayuno. Se agrupaban en el jardín. Este era muy grande con un pequeño chalet en el que vivía yo sola.
       Mis gatos, pues ya eran míos, acudían desde las seis de la mañana y esperaban silenciosos su desayuno en el jardín, donde mi padre les había enseñado y empecé a comprar comida para los gatos. Y cada día antes de irme a trabajar les dejaba sus raciones en tres o cuatro platos y el agua también. Podrían ser unos treinta gatos, redondeando, porque cada vez que los contaba no estaban todos. Siempre venían cuando les daba la gana. Los había chiquititos, grandotes y hermosos, negros, grises, blancos, moteados, rubios y jaspeados de mil colores… Era mi único momento mágico del día y creo que el que me permitía aguantar con entereza los ataques a los que me asediaban diariamente en el puto Juzgado. Por arriba, sobre todo, pero también por los lados y por debajo… ¡Horrible!

       Tan preocupada vivía que no me di cuenta apenas de que no venían gatos, porque yo les daba alimento cuando los veía y oía, pero si no estaban siempre pensaba que habrían asaltado un cubo de basura repleto en algún otro lugar. Pasarían aproximadamente cuatro o cinco días que no veía a los gatos. Me sentí tranquila.
       Un día salí por ahí con unas amigas y llegamos tarde a casa. Una de ellas se quedaba en mi casa porque había venido desde fuera a pasar el fin de semana. Así que entramos por la cancela y entre los dos setos que había en el jardín.
       -¡Qué mal huele, por Dios!, -dijo mi amiga al entrar. Yo no me di cuenta en ese momento, pero al ir paseando fui notando el olor… ese olor… ese olor tan conocido por mí y tan odiado… pero ¡no podía ser!... ¡Era imposible! Entramos en casa, me descargué de bolsos y demás y volví a bajar al jardín para investigar sobre ese terrible hedor que se concentraba en el seto derecho de la entrada y recordé que dos días antes también había percibido ese olor, además del día anterior.
       El jardín estaba oscuro, no tenía luz particular alguna, sólo la de las farolas de la calle y el clarísimo resplandor de la luna llena. Me acerqué al seto y era de ahí específicamente de donde provenía ese hedor. Levanté y aparté las ramas y la visión me dejó aterrada y helada. Era un gato, un gato enganchado a las ramas del seto y muerto, muerto con una cara de horror como yo no había visto en mi vida, ni siquiera en los numerosos cadáveres que había levantado.
       ¡Su visión fue escalofriante! No pude pararme en ese momento ni a analizar ni a pensar, había que ver si había algún otro más y recorrí ese seto con pánico. No quería encontrar nada más, pero sí lo encontré, otro gato, esta vez blanco, también agarrado a las ramas y muerto con la misma expresión que el anterior. Me fui para adentro y se lo dije a mi amiga.
      -Creo que hay dos gatos muertos en el seto de la entrada. Voy a quitarlos. ¿Vienes?
       -¿Qué dices? ¿Estás loca? Con el miedo que me dan los muertos! -y recordé cuándo nos habíamos conocido y hecho amigas y la cantidad de levantamiento de cadáveres que tuvo que hacer conmigo sin poderlos mirar siquiera, ni acercarse…
       Me encasqueté dos bolsas de plástico en las manos, las cuales me ató a las muñecas, como le pedí y con una bolsa de basura en ristre fui a quitar a esos pobrecitos gatos.
       Era una labor harto desagradable no solo por el olor y la vista sino porque el primero estaba ya en pleno proceso de descomposición y al cogerlo se le removió todo por dentro y perdió su forma, agarrando solo la piel y los huesos. El segundo hacía menos tiempo y aunque seguía impresionada por el primero, le arranqué las patitas de las ramas y lo deposité en el cubo exterior verde de depósitos orgánicos… ¡Y tan orgánicos!
       Me dispuse a entrar en casa un poco más tranquila pero el olor seguía allí y allí y allí… y a lo largo de todo el seto que rodeaba el jardín. ¡Me quedé horrorizada! ¡Era incompresible y aterrador! Ahora ya estaba segura: eran mis gatos, mis gatos grandes y pequeños, amados y adorados los que estaban entre los setos, todos en las ramas, sin que ninguno hubiera tocado el suelo, sin ser vistos, muriendo en silencio en el único lugar que aquellos pobres gatos callejeros ¡habían considerado su casa…!

       Conteniendo las lágrimas entré en casa en busca de más bolsas de basura y salí. Iba llorando de pena, de tristeza, de dolor por los pobres gatos envenenados y por mí misma que los había adorado y por eso mismo los habían matado…
       Con la “ayuda” de un policía local, al que le solicité exclusivamente que me ayudara a entrar el contenedor en el jardín y que fue lo que hizo y se marchó disculpándose, me dispuse yo sola a recoger a todos esos animalitos que había amado y que por esa razón habían muerto. Ya me habían asaltado y robado en todas las casas en las que había vivido. En esta también, por supuesto. Ya había recibido amenazas de toda clase de muertes y no muertes. Ya llevé escolta policial y de la guardia civil y les tuve que pedir que lo dejasen.
      Todo eso y mucho más jamás me preocupó. Esto tampoco. Pero la diferencia estaba en que esto sí me importaba y me afectaba; mucho más aún de lo que yo quería reconocer.
       Seguí con mi contenedor-cementerio cogiendo gatos uno por uno, unos deshechos literalmente, otros recientes, unos pequeños, otros grandes, algunos ni siquiera los había visto nunca por allí.


  Las lágrimas caían libremente por el horror y la impotencia. Algunos estaban tan agarrados a las ramas que aunque procuraba separarles las garritas me llevaba el cuerpo y se quedaban las cuatro garras. Viaje tras viaje, transportando cadáveres que habían sido vidas y que lo único que habían hecho era confiar en mi padre y luego en mí y hacer suyo mi hogar. Por eso habían venido a casa a morir… para descansar en paz… ¡Qué cruel muerte recibieron entre espasmos y retortijones de dolor provocados por el veneno!
      Aquella noche conté cuarenta y dos gatos muertos. Aún cuando lo pienso se me rompe el alma de dolor. Cuánto daño se puede hacer gratuitamente. Sé que, mientras recogía el último gatito pequeñito al que yo acariciaba todas las mañanas, una parte enorme de mi corazón se solidificó. Saqué el contenedor con los restos. Al verme el policía que, por lo visto, se había quedado esperando cerca pero lejos, vino a ayudarme a desplazarlo y colocarlo en su sitio. Me quité las bolsas de plástico de las manos, las tiré, le di las gracias por la ayuda y me recogí en casa…
    Durante los siguientes días siguieron apareciendo cadáveres.
       Nunca jamás se lo dije a mi padre. Y nunca jamás me sentí tan sola.


Fdo: Isabel Oliva Yanes.

sábado, 1 de diciembre de 2012

REVELACIÓN, de Ricardo Corazón de León

Con este cuento corto quede como finalista en el I CERTAMEN DE RELATOS DE TERROR de eautores.




 REVELACIÓN
        Se acrecentaba la noche, desde las sombras llegaban los sonidos comunes. Cuando, de pronto, algo alertó a las nocturnas aves que dormitaban en el cementerio, y se agitaron alborotadas. Yo me hallaba sentado en el marco del ventanal y no vi nada, pero sí sentí sobre mi piel el inconfundible frío que sólo produce la proximidad de la muerte. Busqué entre los árboles, estatuas, cruces y criptas, pero no vi nada extraño.
Estaba entumecido por el frío y dispuesto a entrar, cuando de pronto, divisé una imagen fugaz, de un blanco desvaído, transparente, que vagaba entre las negruzcas y tétricas tumbas. Pero no sentí terror. Me quedé inmóvil, contemplando aquel fantasma. Su vestido largo y sutil flotaba con la brisa, iluminándose con los rayos blancos de la luna. Al igual que los largos rizos negros de su cabello. Era una imagen fantástica. Estaba próximo al encantamiento.
No podía reaccionar, no quería hacerlo. La sensación de aquella noche, deseaba, desde lo más profundo, que fuese eterna. Suavemente se acercó a mí, tomó mis manos sin dejar que su tierna mirada se apartase de la mía. Al contacto con mis manos pude sentir las suyas, frágiles, delicadas y muy frías. Luego giró y sin soltarme, me guió por el camino hacia el cementerio.
Al atravesar sus puertas tuve miedo y quise retroceder, más ella me sujetaba y con su mirada implorante me pedía que la siguiera y así lo hice. Llegamos a una cripta vetusta. Dentro se hallaban dos féretros antiguos cubiertos por mantos centenarios de encaje. Se detuvo frente a ellos. Yo también aunque no entendía lo que pretendía. Entonces tiró los mantos al suelo, quedando los ataúdes descubiertos, y a través del pequeño vidrio de sus tapas, pude reconocer en los rostros de los muertos nuestros propios rostros. 
                                          FIN 




JURMO, de Mercy Flores







JURMO

Erase una vez un Caracol viejo, muy viejo, tan viejo como el mundo. Vivía en medio de Picadilly Circus y de allí no se movía pero textualmente, no daba ni un paso. 

Llamaba mucho la atención porque llevaba un hermoso y diminuto castillo en su caparazón. Muchos años atrás se podía ver luz en su interior, pero hacía décadas que permanecía en total oscuridad. 

El alcalde de la ciudad en vista de la curiosidad que despertaba entre los transeúntes decidió rodearlo de pequeñas farolas, a escala, para que fueran exactas al resto de las de la ciudad y le cedió un pequeño trozo de asfalto. Los niños, mujeres y hombres de todos los lugares del mundo viajaban hasta allí para contemplar al viejo e inmóvil Caracol. Se sabía que aún tenía vida porque muy de vez en cuando pestañeaba y lanzaba un suspiro al aire, que muchos quisieron interpretar. 

─Que si estaba aburrido de la ciudad…
Que seguro se había perdido hacía muchos años y ya no caminaba porque no sabía a dónde ir.
Otros especulaban que daba buena suerte, y otros que la daba mala

Una mañana de invierno en medio de la espesa niebla de Londres una niña se perdió y tropezó con el viejo Caracol, se agachó hasta ponerse a la altura del animal y después de observarlo detenidamente la niña le lanzó unas preguntas:
¿Por qué tienes un castillo en tu caparazón?  ¿Qué haces aquí tan solito, te perdiste como yo?

Muy, muy lentamente el Caracol movió su boca para responder, tardó tanto en hacerlo que la niña se asusto al oír su profunda voz, ya no se acordaba qué le había preguntado. 

Me llamo Jurmo. Yo vivía hace mucho tiempo atrás en el bosque y un hada boba decidió hacer su castillo en mi caparazón, pero lo construyó de piedras preciosas porque era muy vanidosa y pesa tanto que no puedo caminar. Aquí vivió ella durante un siglo y durante todo ese tiempo el mundo se movió, pero no así yo. Se fue el bosque y poco apoco esta jungla loca de asfalto apareció y cuando un día alguien estuvo a punto de pisarme se clavó la estrella de la torre de mi castillo que era de rubí y murió desangrado en este mismo lugar, pues nadie se detuvo a observar ni ayudar, hasta que pasaron unos días y así al recoger los despojos de aquel hombre me descubrieron a mí y pensaron que daba suerte pues también encontraron el rubí incrustado en el zapato del finado. 

La niña aprovechando la niebla guardó al Caracol en su bolsillo y prometió que lo ayudaría. 

Recorrieron casi a tientas, las oscuras calles de Londres hasta que la pequeña tropezó con un perro salvaje con feroces ojos rojos y babosas fauces, aquella bestia se dispuso a atacar a la pequeña, a la que atrapó en sus mandíbulas y justo cuando iba a cerrarlas para zampársela, se clavó la chimenea del castillo del viejo Caracol hecha con plata y acero. Los aullidos de la terrible bestia se oyeron a kilómetros y un regordete anciano que rentaba la taberna del oscuro callejón recogió a la muchacha y la escondió. A pesar de su corta edad la niña estaba tan asustada que el tabernero le sirvió un ponche, con algo de alcohol, para que se calmara y funcionó; la niña se puso tan contenta que parloteaba aquí y allá con todos los clientes del lugar, tarareaba canciones infantiles y hablaba y hablaba sin parar, tanto que contó la historia del Caracol y en cuanto mencionó las piedras preciosas del castillo se abalanzaron sobre ella para arrebatárselo, echó a rodar bajo las mesas para escapar de la escaramuza sin percatarse de que el animal había caído de su bolsillo.

 

Escapó por la ventana de los servicios y comenzó a correr, metió la mano en su bolsillo y, horrorizada, notó la ausencia del pobrecito Caracol. 

Que miedo tenía, temblaba como un flan y un sudor frío recorría su pequeño cuerpo, se hallaba en la noche más oscura de su vida en un apestoso callejón y sin salida; a un lado un perro feroz que aún oía aullar de dolor y al otro unos borrachos que quizás ya habían descuartizado a su pobre amigo, pero no podía dejarlo allí, ella había prometido ayudarlo. Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no percibió que algo más oscuro que la noche se acercaba a ella. Un nauseabundo hedor lo impregnó todo, se giró temerosa, horrorizada y se topó con unos ojos inyectados en sangre y unas fauces abiertas casi más grandes que toda ella. De aquellos ojos caían lágrimas de dolor y le propuso un trato a aquella bestia, ella le quitaría la chimenea del castillo que tenía clavada en el paladar con la condición de que él le ayudara a salvar al viejo Caracol. 

La bestia no dudó y se tumbó en el suelo para dejar hacer por la niña, costó mucho, pero consiguió arrancársela bastante rápido. 

El abominable perro dejó que la niña lo montase, cual jinete y así con toda la fiereza del mundo irrumpieron en la taberna, rescatando al pobre y cansado Caracol, al que estaban a punto de matar para quitarle todo su caparazón. 

Huyeron a toda prisa. La niña, el perro salvaje y el viejo Caracol se despidieron sabiéndose amigos eternos. 

Unos minutos más tarde la niebla se disipó y la pequeña corrió hasta su casa, cortó el castillo del caparazón del animal con mucho cuidado y lo colocó en su casa de muñecas y al Caracol lo depósito en el jardín trasero de su casa, este estaba tan contento que no podía parar de correr (bueno para ser un Caracol) y la niña le lanzó un besito volado y se marchó. 


 

A lo largo de la vida de la muchacha lo vislumbró en muchas ocasiones agazapado en los muros o balanceándose en las hojas de la hiedra y sintió la felicidad que él sentía. 

Muchos años más tarde cuando aquella niña se convirtió en una dulce anciana vio un resplandor salir de su antigua casa de muñecas y al mirar el castillo del Caracol estaba totalmente iluminado y comprendió que ahora el animal era un ángel, su ángel y que siempre la acompañaría. 

Se recostó cansada y sonrió mientras se quedaba dormida plácidamente en su último sueño. 

Fin 
Autora: Mercy Flores. 

MERCY FLORES



                        MERCY  FLORES

Sus ojos, su pelo, su sonrisa dicen mucho de mi amiga especial, pero no os podéis imaginar cómo es su corazón.
Ella es un hada, una verdadera y buena. Tiene dentro de su cabecita toda la fantasía y la imaginación que le falta al mundo.
De cada foto hace un cuento, para cada animalito tiene un estribillo. Adorna todos los días los muros de sus miles de amigos con buenos días especiales llenos de historias, unas son felices, otras tristes y otras de mucho miedo, pero lo más curioso es que, por más días que tenga el año y por más años que hace que yo la conozco, nunca ha repetido una historia.
Tiene la magia de hacerte sonreír en un día triste y de colorear tu mundo gris. De ese modo ingresa en nuestra amplia plantilla nuestra mejor amiga, cuentista e ilustradora.

Nos conocimos hace tiempo y desde que la vi, la atrapé y no quise soltarla, dándole alas para desarrollar sus fantasías y escribir relatos en blogs y concursos, de los que hemos salido muy favorecidos y nos hemos divertido mucho y espero que la lleguéis a conocer tanto como yo o más, porque nunca os defraudará. 


“Hay personas con un feroz aspecto pero en cuanto les rozas el alma se vuelven puro algodón de azúcar, esas son las que me roban mi pequeño corazón”. 
Mercy Flores

lunes, 5 de noviembre de 2012

ADAGIO



No sé donde encontrarte,
No sé como alcanzarte, 
Escucho tu voz en el viento
Te siento bajo mi piel 
Dentro de mi corazón y mi alma,
Te espero. 
Adagio.

Todas estas noches sin ti,
Todos mis sueños los tengo contigo,
Veo y toco tu cara, Caigo entre tus brazos, 
Y cuando el tiempo sea correcto sé.
Que estarás en mis brazos. 
Adagio.

Cierro mis ojos y encuentro un camino,
No necesito ya orar, He caminado tan lejos
He luchado tan duro, no queda nada más
Para explicar, y sé que todo lo que queda,
Es un piano que suena, 

Si sabes donde encontrarme
Si sabes cómo alcanzarme,
Antes que esta luz se desvanezca
Antes que me quede sin fe

Se el único hombre que me diga,
Que oirás mi corazón, que darás tu vida,
Y te quedaras para siempre...

No dejes que esta luz se desvanezca
No, no, no, no, no.
No dejes que se acabe mi fe,
Se el único hombre que me diga
Que tú crees. Hazme creer, 
Que no me dejaras ir, 
Adagio.

jueves, 1 de noviembre de 2012

EL HALLOWEEN DE CATY, de Mercy Flores





EL HALLOWEEN DE CATY

Caty había nacido en la noche de Halloween y por ese mismo motivo pensaba que su vida era tan desgraciada y solitaria, aún así año tras año se sentaba frente a un pastel de calabaza y soplaba en soledad a la única vela que decoraba la tarta.

Y cuando llegó el momento de soplar en este su treinta y dos cumpleaños decidió hacer algo que nunca antes había hecho por considerar 


estúpido; pedir un deseo. Dubitativa no sabía que pedir y entonces recordó aquella vieja canción que su abuela le cantaba «En el mundo del revés nada el pájaro y vuela el pez»Sólo recordaba esta estrofa que siempre le hizo gracia.

Se preparó echó su pelo hacia atrás
Y soplo mientras decía en voz alta QUIERO QUE EL MUNDO SEA DEL REVÉS.
Pero nada sucedió como cabía esperar.

Caty continuó con los rituales típicos de esta fiesta, decoró calabazas para su jardín y colgó un esqueleto en el porche, un gato negro con aspecto feroz en el alféizar de su ventana y una bruja montada en escoba en lo alto de su tejado. Ya lo tenía todo, hasta las golosinas preparadas para jugar a truco o trato.

Aún faltaba mucho para la noche y decidió descansar un poco, comenzaba a dolerle la cabeza y se recostó quedando de inmediato profundamente dormida, despertó confusa y aturdida había llegado la noche mientras dormía ¿como era posible que durmiera tanto tiempo?

Accionó el interruptor de la luz pero no ocurrió nada, seguía a oscuras. Escudriñó la calle y esto sí que le pareció increíble estaba desierta, ningún niño disfrazado y el silencio que reinaba era aterrador.

Y como por arte de magia satánica el gato del alféizar de su ventana se movió, la miró un instante con sus amarillas pupilas y se marchó de un gran salto por el jardín hacia la calle.

Caty pensó que se estaba volviendo loca e intentó encender la luz de su habitación nuevamente pero no lo consiguió, recordó que en su cómoda tenía una linterna y fue a por ella pero no podía abrir ninguna gaveta, el miedo se apoderaba de ella a cada segundo.

Volvió a la ventana y todo seguía igual, desierto. Pero una sombra cruzó ante ella como un rayo¿ qué era? Quizás alguien disfrazado al que pedir ayuda, pero no......., ante ella flotaba en su escoba la bruja que había colocado en su tejado. La miró fijamente y le sonrió con una terrorífica mueca antes de desaparecer en lo alto del cielo.

Caty temerosa se alejó de la ventana apoyó su espalda contra la pared y a tientas utilizando sólo sus manos para guiarse intentó encontrar la puerta para bajar las escaleras llegar a la planta baja, donde guardaba un arma y salir a la calle escaparía de esta locura como fuese.

Pero por increíble que parezca Caty no encontraba la salida y daba vueltas una y otra vez en su habitación sin encontrar la puerta.

Un sudor frío la invadía, cerró los ojos y deseo con todas sus fuerzas estar ya en la calle con el arma en la mano.

Y sin más ocurrió estaba en medio de la desierta noche con la pistola en su mano derecha y el desconcierto en su alma, con su mirada recorrió la calle y no vio a nadie, miró hacia su porche y observó el movimiento de la mecedora que ahora podía observar gracias a un destello de la luna. Observó con más detenimiento y se quedó estupefacta al ver al esqueleto bebiendo whisky y fumando un habano.

Caty arma en mano sigilosamente se acercó a aquel muerto viviente apuntó al cráneo y justo cuando apretó el gatillo el esqueleto se elevó ante ella la miró y le hizo un guiño y en lo alto del cielo también desapareció.

Caty temblaba como la hoja de un árbol antes de caer en otoño.

Se sentó en el porche y observó su mano como empuñaba el arma y vislumbró sus propios tendones y comenzó a llegarle un nauseabundo olor de su propio cuerpo y sin más se elevó en el cielo de la oscura noche y antes de desaparecer para siempre desde lo alto observó el mundo como no lo podía ver desde la tierra.

Todo era como debía ser, la calle estaba llena de personas disfrazadas y los jardines con sus decoradas calabazas, todo como siempre, sólo ella había cambiado.

Caty había pedido un deseo en su treinta y dos cumpleaños: QUE EL MUNDO FUERA DEL REVÉS.

El revés de la vida es la muerta y ella había pasado a mejor vida durante la siesta por un ictus cerebral.

CUIDADO CON LOS DESEOS Y MÁS SI ES HALLOWEN HAHAHAHAHAHAHAHAHAHHAHAHAHHAHAAH.

FiN

Autora: Mercy Flores. 

Por cierto por si alguien tienen interés esta es la canción a la que hace referencia mi cuento:
El Reino del Revés

(María Elena Walsh)

Me dijeron que en el Reino del Revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen “yes”,
porque estudian mucho inglés.

Vamos a ver cómo es

el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés

nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez,
y que dos y dos son tres.

Me dijeron que en el Reino del Revés

cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés,
y que un año dura un mes.

Me dijeron que en el Reino del Revés

hay un perro pequinés
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.

Me dijeron que en el Reino del Revés

un señor llamado Andrés
tiene 1.530 chimpancés
que si miras no los ves.

Me dijeron que en el Reino del Revés

una araña y un ciempiés
van montados al palacio del Marqués
en caballos de ajedrez.

viernes, 28 de septiembre de 2012

YO PIENSO EN TI...

Creo que estas palabras bastan para presentar este vídeo que cada uno dedicará a quien desee.

martes, 18 de septiembre de 2012

AMOR INFINITO, de Ricardo Corazón de León



Este micro fue publicado en el mes de septiembre en el blog de Esta noche te cuento, junto a otros muchos, algunos de los cuales os los pondré aquí, porque pertenecen a otros meses y al resto de colaboradores.
Bésame, fuego y conviérteme en agua caliente, en miel...







Tú eres fuego, abrasador, apasionado y volátil. Yo soy hielo, inmutable, densa y helada.
Necesito de tu pasión y de tu amor porque mi corazón se está petrificando. Tú necesitas mi frío para que tus propias llamas no te consuman. Nos acercamos con tiento. Te deseo. Te excito. Oigo tu crepitar y avanzo un poco más. Estás tan cerca que siento tu calor y me resquebrajo. Tú sientes que tus llamas comienzan a menguar…
¿Habrá fruta madura en nuestro amor? ¿Alguna vez podremos subsistir unidos en cuerpo y alma? Tú te apagas… yo me deshielo… vida mía.

jueves, 6 de septiembre de 2012

PODER, de Arturo Fraga Salazar







¡¡PODER!!


            Ahora me siento bien, una vez que ha pasado todo. Ya estoy en mi clase con mis alumnos mayores que yo, mis tizas y mis libros.

            No era así cuando todo pasó. Fue tan rápido que apenas lo he digerido aún. Viene a mi mente una y otra vez el recuerdo de los hechos pero no la comprensión de los mismos.

            Pasé por casa de mi amiga, la felicité por su cumpleaños y continué andando. En el camino a la vereda de un bosque encuentro un cuchillo ensangrentado. Sé que no puedo cogerlo, las huellas, la policía… pero no me resisto, simplemente no puedo. Lo cojo y en el momento en que lo cojo ya no soy yo. La furia asesina me invade, ardo en ira y en fuego. Soy un volcán de odio. No sé contra quién. Contra todo y todos pero me acucia el deseo de matar… matar a todo lo que esté vivo, ver cómo la vida se escapa de los ojos de mi víctima…. Es tan placentero como un clímax, incluso mejor.

            Me encamino volviendo atrás sobre mis pasos. Voy decidido. No me he sentido tan fuerte, tan poderoso como ahora nunca en mi vida. Pero me falta algo fundamental, algo que tengo que terminar para ser yo mismo y sentirme aún más vigoroso, más pujante.

            Siento en mí la experiencia de siglos, de cientos de asesinatos y la febril sed insaciable que me lleva. Abro la puerta, me miro en un espejo, pero ese no soy yo, eso es un demonio…

            ─¿Volviste? ¡Qué bien! Estaba a punto de llamarte para que me… ¡¡Oye!! ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? ¿Qué haces con un cuchillo?... ¡Y tiene sangre!

            No le dio tiempo a nada más, la hoja del cuchillo rebanó certeramente su garganta poniendo fin a sus días y mientras su vida iba desapareciendo de sus ojos yo vibraba y temblaba de supremacía… ¡¡PODER!!... ¡¡Era escalofriante!!

            Pero ahora, solo puedo recordar hechos y sentimientos y me acojono porque alguien o algo se apoderó de mí y no podía comprender nada.

            El móvil sonó. Para comunicarme la horrorosa muerte de mi mejor amiga…





Arturo Fraga Salazar

CAMADA





Antes de dar entrada a la primera aportación de Arturo, he de aclarar que este cuento fue publicado en un recopilatorio de Relatos de Misterio, llamado CAMADA. También se publicaron en ella otros relatos de nuestros colaboradores, Isabel Oliva Yanes, Isabelle Lebais y yo mismo.

         Todos y cada uno de ellos los pondré aquí y también os dejaré el enlace del libro CAMADA por si queréis adquirirlo.

         Ha sido muy gratificante vernos tantos amigos juntos. El libro empezó como un concurso en el que nos presentamos muchos. Los relatos que fueron escogidos han sido los publicados. Algunos a raíz de esta reciente publicación nos hemos hecho buenos amigos y nos seguimos y apoyamos los unos a los otros. Ha sido un perfecto acontecimiento para seguir concursando en certámenes y convocatorias de todo tipo, pero juntos, deseosos de que de nuevo nos vuelvan a reunir en un precioso libro que os muestro. Os lo enseño por delante y por detrás… ¡Ay! Lo que es el orgullo de una obra publicada…










Y en este sitio, que espero sea muy visitado, podéis adquirir vuestro ejemplar:


sábado, 1 de septiembre de 2012

ARTURO FRAGA SALAZAR





No quiere que hable de él. No desea que le mencione siquiera. Creo que en gran parte su atractivo, que es indudable, radica en ese halo de misterio a su alrededor, del cual es muy consciente. Pero no quiere que nadie se inmiscuya en su vida privada. Es un gran escritor, de eso no hay duda. Y aunque no sea muy conocido por el gran público, nosotros tenemos el gran placer de contar en nuestra plantilla con nuevo colaborador, del cual yo me siento muy orgulloso. Por medio de la escritura nos conocimos y desde entonces estamos juntos y puedo decir sin lugar a dudas que así seguiremos hasta siempre. No es tan prolífico como yo quisiera pero su escritura goza de una extraordinaria calidad. Es maleable y variopinto. Puede escribir sobre cualquier cosa que se proponga.Pero lo que más le gusta son los micros y de esto no tenemos en nuestro blog, así que demos una fuerte bienvenida a nuestro nuevo colaborador:



         ARTURO FRAGA SALAZAR.

domingo, 22 de enero de 2012

Doble identidad, de Ricardo Corazón de León








      Soy yo, pero soy tu. 
      Estoy sentada en la escalera de mármol con una de las piernas más doblada que la otra y en ellas me apoyo.
      Todo es blanco, de un blanco roto. Hay ventanas y visillos por todos lados y en todas estás tu. Miro a una y estás apoyado en ella indolentemente con una pierna posada en la pared y la otra plegada, ajeno totalmente a la belleza que posees, a lo erótico que resultas... siempre...
      Retiro mis ojos de ti...¡¡¡Dios mío!!! No sé cómo evitarlo, cómo hacer que desaparezca este calor en mis entrañas, esta necesidad de ti, esta ansia por tenerte dentro y besarte cada poro de tu increíble piel. Miro la otra ventana y estás solo con unos vaqueros sentado en un sillón, las piernas extendidas encima de la mesa y te sostienes la cabeza con una mano. Hay un ventilador blanco en el techo que pretende quitar el calor de tu cuerpo, pero no lo consigue. Tampoco es que te importe, a pesar de las gotitas de sudor que perlan tu pecho completamente núbil. Sube y baja reposado con tu respiración y me siento enfermar. Mis senos están duros como almendras, nunca alguien había producido en mí lo que tú. Ni siquiera hace falta que me mires, no es necesario, estoy absolutamente perdida en tí. Tu cuerpo voluptuoso me atrapa y siento que ese aliento soy yo que entro y salgo de ti con tanta naturalidad como es el respirar.
      Pero a mi eso me esclaviza, me siento absolutamente húmeda, no lo puedo evitar, ni quiero... creo.... Mi vestido ibicenco blanco roza mis pechos y siento que me estás acariciando y que pronto vendrás a besarlos. 


      Dirijo mi mirada a una puerta donde estás apoyado en el quicio y te veo a contraluz, solo tu silueta, eres tan bello, tan hermoso... tanto, tanto... que no entiendo cómo te he podido conocer yo a ti y cómo has podido fijarte en mi y cómo hemos llegado a amarnos, de esta bestial manera. Veo tu cabeza inclinada hacia abajo, pareces triste... ¡¡¡Dios mío!!! dame fuerzas para no ir a abrazarte, para no cubrirte con mis brazos y llenarte de besos interminables hasta que vuelva la alegría a tu cara... pero... aparto la mirada y sigo sentada...


      Miro la estancia de al lado, estás en la alfombra blanca de pelo que se hunde y detrás de ti, tumbado como estás de perfil, veo nuestra chimenea... las entrañas, los ovarios, todo lo que tengo en mí de femineidad me duele, está contraído y necesita desbordarse, dejarse llevar y tenerte como tantas veces te he tenido... o... no... ¡quizás no he llegado a tenerte!... me lastimarías... me harías daño, dolor físico, un dolor insoportable cuando penetrases en mí que sé que haría que todo mi deseo se borrase y el tuyo desapareciera de cuajo... Por qué?... Por qué pienso eso o por qué estoy segura de que eso va a pasar?... No sé, me harás daño al entrar en mí, al siquiera intentar entrar y no puedo, no puedo soportarlo, ya no sé si por mí misma o porque te perdería... NO te he dicho nada. Nunca pensé que fuera necesario decírtelo. Todo iba bien, más que bien, todo era perfecto... Por qué ahora esa absoluta certeza de que se va a acabar?.. pero, pero si te deseo tanto, tantísimo y eres tan increíblemente guapo, tan dulce, tan tierno, tan romántico... no romperías nunca el encanto, no dejarías que me distrajese, que me dispersase y que doliera... es IMPOSIBLE!!!







      Eres todo lo que he soñado. Desde que nací ya creo que mi destino era encontrarte, tu eres mi zapato de cristal, la otra cara de la concha, el arpón de mi barco, eres mi otra mitad, mi consuelo, mi luna, mi sol... nací para ti y soy tuya, tuya... Hasta el último de mis pensamientos y de mis células que ya están chillando porque no están contra las tuyas, porque estoy aquí parada y quieta y tu  por primera vez me miras y me ves. Me miras con esos ojos verdes en los que me pierdo... esos ojos que son todos los espejos del mundo en los que me quiero mirar... y me sonríes, con esa sonrisa tuya tan natural e injuriosamente bella, lujuriosamente maldita... Me comería esos labios, los dientes, tu lengua, las orejas... uff!!, uff!, por favor, estoy hirviendo literalmente! ardo...
      ¿Por qué permanezco indolente aquí sentada disfrutando o padeciendo las sensaciones que me haces sentir?... sobre todo, porque todo lo tendría con ir hacia ti... y me deleito sintiéndome deseada por ti, penetrada por tus ojos de la misma forma que me penetras cuando tu entras en mi y me llenas por entero y me vuelves loca... cuando me abro como una flor para ti, cuando te deseo tanto que llegaría a empujarte.. a atenazarte contra mi, para que siguieses entrando y saliendo, entrando hasta el final, al más húmedo de los finales y alcanzases ese único punto que siempre sabes encontrar que me hace gritar hasta enloquecer, contorsionarme y rogar a Dios que nunca se acabe lo que siento, lo que pienso, lo que deseo... Me llenas, me vacías, soy tuya... me dejo llevar por las oleadas de la pasión y el deseo... tu vigoroso deseo... dentro de mi, palpitante, fuerte, duro, sin contemplaciones y consiguiendo a cada paso cada vez estar más incrustado en mi y mi flor se abre, se abre... se abre..... y te recibo... Oh! Oh! Oh! siento tus fuertes eyaculaciones, tus golpes, tus estremecimientos, cómo los pelitos de la piel se te ponen de punta... te rindes a mí y yo ya estoy rendida...


     Soy tan feliz, mientras yazco en la alfombra contigo a mi lado que no puedo evitar que las lágrimas salgan de mis ojos... Si todo se pudiera contraer y reducir a este instante, a este mágico instante... para siempre... y lloro de felicidad, de alegría, de placer, de gozo, de agradecimiento, un profundo y noble agradecimiento que no sé a quién dirigir por haberte encontrado, porque seas feliz a mi lado, porque me quieras, porque me mimes, me ames y me desees y por este amor que siento hacia ti... mi único hombre... mi única otra concha... mi yo.... mi verdadero y genuino yo... y ya no tengo miedo, ha pasado y no me has hecho daño... pero me lo harás?... No, no, en estos momentos tener una duda como esa es un pecado...








     Siempre que te miro desearía tenerte en mis brazos, como ahora, mi dulce mujer, mi sanadora de almas y de cuerpo. Sé que no debo preocuparme de esas lágrimas que ruedan por tus mejillas hacia la alfombra, sé lo que piensas, sé lo que sientes, sé todo lo relativo a ti, lo sé todo porque tu eres yo y yo soy tu. Tu sabes lo que siento y yo he estado en tu piel, en tu cuerpo, en tus pechos, en tu vagina, en tu clítoris, en tu proyección del mayor de los orgasmos y sé que incluso es más húmedo ese orgasmo interior... porque asemeja una delicada pero fuerte fontana que cuando siente el máximo placer se desborda como yo en ti... sé lo que anhelas, lo que dudas, lo que te amedrenta, sé lo que me amas y me deseas............ BENDITO CUERPO!!! BENDITO TEMPLO DE AMOR!!!...