Este relato empezó aquí. Pinchad en este enlace.
CAPÍTULO II
-¿Qué quiere decir cuando se refiere a un “hombre lobo”,
señor Silencio?
La señora de la casa, a la que llamaré María, me miraba
desde su pulcro sofá mientras sujetaba su bebida. Si hubiera sido un té, la
cosa resultaría muy miss Marple, pero el estado de nerviosa postración en que
se encontraba tras la muerte de su hija la había llevado al gintonic mañanero
sin ningún pudor.
Yo me serví un Cardhu, y me di un tiempo para disfrutar su
profundo sabor a madera. O lo que yo considero sabor a madera, claro, no voy
por la vida chupando muebles.
-Usted ya sospechaba algo fuera de lo normal, señora. Por
eso me buscó a mí en lugar de a un detective más corriente. Estoy seguro de que
se trata de un hombre, porque el componente sexual entre los preternaturales es
tan común como entre los humanos.
-¿Cree que mi hija fue... atacada sexualmente?
Me apresuré a sacudir la cabeza, negando la posibilidad.
Aunque no seria extraño que el hombre lobo hubiese violado a las víctimas,
saberlo no ayudaría a mi cliente.
Bastante tenía la pobre mujer. Dio un sorbo a su copa mientras yo
continuaba con mi explicación.
-Estos seres son más comunes de lo que la gente cree,
señora. No se trata sólo de personajes de películas y libros. He cazado a unos
cuantos, y estoy seguro de que aquí tenemos a un hombre lobo, alguien capaz de
transformarse en mitad humano, mitad animal. Con la fuerza suficiente como para
hacer lo que le hizo a esas chicas, y la rabia, la falta de escrúpulos
necesarias para que no le importe hacerlo.
En su forma humana, será un tipo normal, el vecino soltero y
solitario con el que nos cruzamos todos los días, un poco hosco y con tendencia
al mal humor. Rabioso, frustrado por algún motivo. Pero cuando cruza el velo,
cuando esa fuerza se manifiesta... se
convierte en una bestia guiada por instintos.
-¿Con la luna llena?
-Perdone, pero no le entiendo –dijo mientras se levantaba y
se preparaba otra copa.
Me admiró su control. Las manos apenas le temblaban, aunque
el tintineo del cristal mientras vertía el líquido era audible. Sus hombros
estaban alzados, la espalda recta, en un intento de disimular una tranquilidad
que no podía sentir. Supuse que empezaría a llorar en cuanto se quedase sola.
-Los preternaturales no son iguales entre sí –expliqué, en
un intento de convertir en racional lo ocurrido- y su fuerza es una de las
grandes diferencias. Cuanto más poderoso sea el hombre lobo, más capaz será de
controlar su mutación. Un hombre lobo débil, digamos alguien recién mordido que
ha sobrevivido al ataque, se transformará con la luna llena, sin poder controlarlo,
y atacará de forma oportunista, a quien encuentre en su camino. Un hombre lobo
fuerte, con voluntad, y que ejerza esa voluntad resistiéndose a la bestia
interior, puede convertirse en hombre o en lobo cuando lo desee. Puede mantener
un cierto grado de control durante la transformación y escoger a sus
víctimas. Sin embargo, ese mismo poder
es una forma de castigo, una carga pesada.
-Disculpe, pero me temo que no le entiendo.
Apuré mi copa y saqué un cigarrillo. Me miró con cierta
hostilidad, así que volví a guardar el cigarro. Estropear el olor a lavanda de
aquél salón habría sido demasiado.
-Imagine el poder como un arma. Un preternatural recién
despertado, un hombre lobo recién mordido, es algo así como un atracador con
una navaja. Está armado, es relativamente peligroso, y puede llevar su arma
encima todo el tiempo. Un preternatural fuerte y con férrea voluntad, como el
que creo que nos ha tocado, es el puñetero Chuck Norris con un bazooka al
hombro.
-Le ruego que modere su lenguaje –dijo María.
Envidié el autocontrol de aquella mujer. Si el preternatural
hubiese sido ella, me habría asustado. Y mucho.
-Perdóneme, doña María. Bien, lo que quiero decir es que el
poder es un peso con el que tienen que cargar continuamente, un dolor constante
que sólo mediante la voluntad puede controlarse. Algunos preternaturales no
pueden ejercer su poder, porque pesa demasiado. Otros han de huir de nuestra
realidad hacia otras, como los fantasmas o espectrales, y otros, como los
vampiros, pueden ser destruidos por ese poder si no controlan su sed, si tratan
de permanecer en nuestro lado de la realidad para satisfacerla.
Hice una nueva pausa, dando tiempo a la mujer para que
asimilase la información. O para que me echase de su casa, tildándome de loco.
Pareció tomárselo bien, así que seguí.
-No creo que mi hija tuviera ninguna conexión con las tres muchachas de la calle que murieron antes que ella.
-Por supuesto, por supuesto... de hecho nada lo señala en el
testimonio de sus amigas ni en los informes policiales. Pero quiero que tenga
en cuenta la posibilidad de que haya una conexión. Y que tal vez necesite usted
cierta protección.
Saqué de mi mochila un par de botes de espray que dejé sobre
la mesa, junto al gintonic de María.
-Estos aerosoles contienen una solución de dialkilsulfito y
nitrato de plata. Resultaría tóxico para cualquier humano, pero es aún peor
para un hombre lobo. Llévelos siempre encima y, si aparece por aquí, trate de
darle en la cara, en los ojos o el hocico. Eso le dará tiempo para huir. Prepare
una habitación con ajos en puertas y ventanas, y todos los objetos de plata de
la casa. Será su habitación del pánico. Y lleve encima alguna joya de plata, a
ser posible perteneciente a su hija.
-¿A mi hija?
-Sí, señora. La plata no les gusta, pero si además tiene una
carga de sentimientos... bueno, será una fuerza añadida. Y si puede darme algún
objeto de plata que perteneciese a la chica, sería un arma más efectiva que yo
podría usar contra el monstruo.
(Imagen obtenida en google)
Se levantó, guardando uno de los aerosoles en el bolsillo de su vestido, y salió de la habitación. Volvió un par de minutos después con un pequeño joyero en la mano. Lo dejó sobre la mesa y lo abrió, dejando salir una música dulce y lenta, empalagosa como un final de película Disney. Era la caja de una niña. Sacó de ella dos cadenas de plata, una de ellas con un crucifijo y la otra, algo más gruesa, con una medalla de San Cristóbal. Suspiró muy hondo, mordiéndose los labios para no arrancar a llorar, aguantándose las ganas de contarme de dónde salieron aquellas joyas, de hundirse en la nostalgia como habría hecho la mayoría de la gente. Me entregó la medalla de San Cristóbal con su cadena.
Se levantó, guardando uno de los aerosoles en el bolsillo de su vestido, y salió de la habitación. Volvió un par de minutos después con un pequeño joyero en la mano. Lo dejó sobre la mesa y lo abrió, dejando salir una música dulce y lenta, empalagosa como un final de película Disney. Era la caja de una niña. Sacó de ella dos cadenas de plata, una de ellas con un crucifijo y la otra, algo más gruesa, con una medalla de San Cristóbal. Suspiró muy hondo, mordiéndose los labios para no arrancar a llorar, aguantándose las ganas de contarme de dónde salieron aquellas joyas, de hundirse en la nostalgia como habría hecho la mayoría de la gente. Me entregó la medalla de San Cristóbal con su cadena.
-Usted dice que el hombre lobo pudo llegar a serlo por el
ataque de otro –dijo-, por lo que no sería más que otra víctima, en cierto
modo...
-Sí, así es. Un hombre atacado por un licántropo no tendría
mucho control sobre sus actos. En cierto modo, no podríamos culparle,
moralmente.
Respiró hondo. Supongo que estaba dándole vueltas a las
implicaciones morales de aquello.
-Si le encuentra... –clavó sus ojos secos en los míos-, no,
cuando le encuentre, no quiero que eso le detenga. Mate a esa cosa.
Asentí. Guardé la medalla en el bolsillo de mi chaqueta y
recogí la mochila. Ya estaba todo hablado, así que estreché la mano seca y fría
de María y me retiré. Volvió a llamarme cuando casi había alcanzado la puerta.
-Señor Silencio.
Me detuve y me giré.
-Dígame, María.
-Usando su metáfora, ¿cuál es la fuerza a la que nos
enfrentamos? ¿Un atracador con una navaja grande, tal vez? ¿O un Chuck Norris
armado?
Sonreí de medio lado, sin alegría ninguna. Un lobo que ataca
fuera de las fases lunares y destroza de esa manera carne y huesos no es
ninguna broma.
(Pintura de Nicky Barkla, autor contemporáneo)
(Continuará)
Sí, ya creí recordar que el capítulo era bastante largo. Este José no hace nada pequeño. Ja,ja,ja,ja,ja. Abrazos campeón y feliz fin de semana!!
ResponderEliminarLo bueno es eso, Frank. Que José no hace nada pequeño porque es demasiado bueno para que se nos quedase en dos líneas. No crees?
EliminarYo nunca deseo que se acaben ninguno de sus capítulos.
Gracias por pasarte y dejar tu opinión.
Un abrazo y feliz fin de semana.
Y cuándo dices que subes el siguiente capítulo??? Yo quiero ver como se enfrentan a ese lobo, que fijo que la madre también toma partido. Me está encantando y enganchando!!!.Ch.Enhorabuena al autor y a ti por rescatarlo y darlo a conocer. Graciasss!!! Avisa cuando subas otro vale????
ResponderEliminarHola, cielo.
EliminarMe alegro de que estés por aquí y muchas gracias por tus palabras. Eres un primor. Y claro que te subiré el otro. Hoy mismo para cuando tú llegues de trabajar estará. Te parece bien?
Un abrazo muy fuerte.
Y cuándo dices que subes el siguiente capítulo??? Yo quiero ver como se enfrentan a ese lobo, que fijo que la madre también toma partido. Me está encantando y enganchando!!!.Ch.Enhorabuena al autor y a ti por rescatarlo y darlo a conocer. Graciasss!!! Avisa cuando subas otro vale????
ResponderEliminarJajajaja aquí también salió doble!!! Pues nada corazón, ya sabes que yo y la técnica.... de todas formas mejor dos que ninguno.ch. Y si, lo pasé muy bien!!!
EliminarJajajaja aquí también salió doble!!! Pues nada corazón, ya sabes que yo y la técnica.... de todas formas mejor dos que ninguno.ch. Y si, lo pasé muy bien!!!
EliminarJajajaja aquí también salió doble!!! Pues nada corazón, ya sabes que yo y la técnica.... de todas formas mejor dos que ninguno.ch. Y si, lo pasé muy bien!!!
EliminarY otro, y otro, y otro perrino piloto y cuantos más comentarios hagas, aunque sean repetidos, más ganas, así que sigue, cariño, sigue, tú sigue, jajajajajaja...
EliminarHola! visitando a los amigos en este lugar tan acogedor que nos brindas Ricardo. Estupendo relato, estoy contenta de haber podido leer las dos parte, no hay mejor nombre para un detective que Silencio.
ResponderEliminarEstupendo!!
Dichosos los ojos, Olga!!!
EliminarCuánto me alegro de verte!!! Y estoy muy de acuerdo contigo en que el mejor nombre que puede tener un detective privado es Silencio. No habrá nadie más discreto, parece que reza su cartel.
Un abrazo, chavalina, y vuelve cuanto antes para terminar esta peculiar narración.
Sigue, sigue, sigue publicando que me agobio...
ResponderEliminarMuchas gracias por publicar estos relatos que me gustan tanto.
Un abrazo fuerte, fuerte, Ricardo.
Ya voy, ya voy... Como le dije a Isabelle, lo tendrás esta tarde al final.
ResponderEliminarUn abrazo igual de fuerte, Isa.
Estoy disfrutando mucho con el relato y eso significa que es muy bueno. Un abrazo, Sotirios.
ResponderEliminarGracias por tu presencia Sotirios. Siempre es muy agradable para mí.
EliminarUn abrazo.
sigo leyendo
ResponderEliminarCuento con ello, jejejeje... Gracias, Manuel.
Eliminar