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lunes, 16 de marzo de 2015

La caravana de los gitanos, de Ricardo Corazón de León



Hace meses que Ramón Escolano tuvo la idea de "robar una frase de un libro" y sobre ella todo el que se apunte a este juego elaborar un relato. Lo publicamos y lo enlazamos con los otros blogs para leer y comentarlos todos. Este mes la frase fue: 


No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. - De Edgar Allan Poe, El Gato Negro.



                    (Imagen obtenida en google)
 

LA CARAVANA DE LOS GITANOS

No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño.
Hace mucho, pero mucho tiempo en un pueblo llamado Corera, en la región de Mesopotamia, se dictó una ley que prohibió que nadie matara a un gato, a ninguno. Podría pensarse que en la antigüedad los gatos de siempre han sido admirados y protegidos como algo superior. Los egipcios veneraron a los gatos y estos fueron anteriores a la Esfinge y antes, mucho antes existían los gatos. Algunas religiones los consideraron demoníacos pero por unas causas o por otras los gatos siempre han estado unidos a la idea de inmortalidad, de la inmutabilidad y el conocimiento. En este pueblo, Corera, antes de que esa ley se dictase también había gatos, unos eran domésticos y otros medio salvajes que se alimentaban de ratas y ratones de campo.
            En este pueblo solo había un par de viejos que se regodeaba matando gatos. No sabía nadie por qué lo hacían. Tampoco ningún pueblerino se lo preguntó porque la pareja de ancianos y su propia casa les producía terror, así que lo consentían y procuraban que ninguno de sus felinos apareciera por allí o se les escapara y acabara en el patio de aquella fatídica casa. Además de matarlos, después de cazarlos por las noches, se escuchaban maullidos y chillidos de dolor, de lo que todos suponían que eran torturados u otras cosas peores antes de poner fin a sus vidas. Tampoco sabían qué ocurría con sus cuerpos pero nadie se atrevía a preguntar. Bajaban la vista ante su casa y cambiaban de acera para no tener que estar al lado de su verja.
             Una mañana rutilante apareció una caravana de itinerantes, nómadas gitanos los llamaron. Eran de color oscuro pero no tanto como los africanos y sus narices eran ganchudas y no chatas. En la caravana iban dos familias con lo poco que tenían. Habían sido producto de una desgracia con el fuego que se cebó en ellos y que fue quien mató a la mamá del pequeño Fara. Este niño, sin embargo, no estaba triste, a pesar de la proximidad de los trágicos sucesos y ello se debía a la existencia de un pequeño gatito negro de su propiedad. Con sus saltos y volteretas mientras atrapaba inexistentes pájaros era la delicia del niño que sonreía más que lloraba. Era un chico que adoraba a su gato y en él depositaba el amor que le tenía a su madre muerta. Sus escasas pertenencias conmovieron a la comunidad que les aportaron viandas y ropas necesarias para continuar su interminable viaje. Ellos estaban muy agradecidos. Hubo bailes y canciones a la salud de sus anfitriones.

 (Imagen obtenida en google)
         Pasaron allí la noche y a la mañana siguiente el gatito negro había desaparecido. Nadie les advirtió de la presencia de esos viejos malignos porque temían hasta hablar de ellos. El niño lloraba desconsoladamente. Recorrieron todo el pueblo tras su búsqueda pero al final le contaron la verdad sobre lo sucedido a su gato y a otros tantos que vivían en el pueblo y a todo el que se perdía y pasaba cercano a su casa. El niño al escucharlo secó sus ojos y toda la pena que tenía desapareció en un inescrutable rostro de adulto. Cogió una vara de olivo de la caravana y haciendo dibujos en la arena comenzó a orar en una lengua desconocida, casi en un susurro inaudible, sin pausa. Poco a poco empezaron a aparecer nubes frondosas, negras, blancas y grises y en los cielos se juntaban y aparecían monstruos apocalípticos, demonios nunca vistos y una decena de diablos y otros animales que no existen en la tierra. Los aldeanos miraban alternativamente al niño dibujando en la arena y susurrando con voz grave en un rostro sin edad y a los cielos, donde una lucha sin cuartel se establecía entre sus nubes. Al cabo de unos minutos, el niño paró y del mismo modo las nubes pausaron, recogió su rama y las nubes se dispersaron. 
            Ya nunca volvió a llorar y ese día por la tarde se marcharon. Incluso le ofrecieron un pequeño gato atigrado pero lo rechazó con la cabeza. No volvieron la vista atrás.
            Hasta la mañana siguiente nadie se dio cuenta de que todos los gatos del pueblo también desaparecieron con ellos, los grandes y pelirrojos, los rubios y atigrados, las pequeñas negras y los blancos, los pequeños y los grandes… todos. Los vecinos pensaron que habían sido los gitanos, pero había muchas más voces que acusaban al par de viejos detestables. 
                            (Imagen obtenida en google)
            Así transcurrió una semana en la que ningún gato apareció ni nadie los oyó. En el quinto día el hijo del mesero, de siete años de edad, dijo haber visto a todos los gatos en el jardín salvaje de la casa de los ancianos. Decía que estaban todos girando alrededor de la casa con paso firme y elegante en parejas de dos en dos, como si custodiasen a alguien, pero no le dieron mucho crédito. Los gatos no aparecieron y pensaron que la imaginación del infante era mucha. Al cabo de dos días, a la semana justa los gatos se presentaron nuevamente como si nunca hubieran desaparecido. Cada familia volvió a tener a sus felinos felices y contentos. La única diferencia es que todos aparecían lustrosos, relucientes, cuidados, con el pelo brillante y un porte majestuoso. Hasta los más pequeñitos parecían haberse hecho mayores y casi brillaban. Otra diferencia sí había y es que no quisieron comer ni beber, pero no uno, sino todos. Los vecinos comentaban y no daban con la explicación, aunque un día no tenía importancia. Al día siguiente tampoco comieron ni bebieron por más delicias que se les ofrecieran y de distintos gustos. Ningún gato comía o bebía. En lo demás eran iguales a los que tenían antes de irse.
            El niño del mesero y otros rufianes anduvieron asomándose a la verja de los viejos, escondidos para no ser vistos y muertos de miedo, pero finalmente abandonaron la cruzada y les dijeron a sus padres que allí no vivía nadie, que hacía más de una semana que ninguna luz se encendía dentro de la casa. Las gentes empezaron a preguntarse por esos ancianos malditos y no por el interés de ayudarles sino por la curiosidad innata de las mentes. Así que al darse cuenta de que en su casa la última vez que se vio luz fue antes de que desaparecieran los gatos, preguntáronse si no se los habrían llevado los gitanos en castigo por sus perversidades. Tanta bulla dieron que al final el contramaestre del pueblo tuvo que hacerse cargo de la cuestión y, so pretexto de tener testigos, se llevó a cuatro vecinos recios consigo para ver lo que ocurría. 
            Con más miedo que vergüenza golpearon una, dos, diez veces la puerta, hasta que ellos mismos abrieron la cancela y por el estrecho sendero de maleza llegaron hasta la casa escondida en las sombras. No se oía ningún ruido, hasta los pájaros y las hojas dejaron de cantar y susurrar. Todo lo que rodeaba la casa era un silencio sepulcral que ponía los pelos de punta a los cinco hombretones. No obstante, las miradas de la gente del pueblo arremolinada en la verja de la casa les impedía huir sin haber terminado su encargo. Volvieron a golpear la puerta y preguntar en alta voz. Nada. Otra vez. Silencio. Al fin el contramaestre puso su mano en el pomo de la puerta y la giró. Al abrir, el espectáculo era dantesco y macabro. Allí se encontraban sentados a la mesa, con una sonrisa, los esqueletos de un hombre y una mujer con los huesos repelados y blancos. Tan blancos que casi brillaban. No había indicio alguno de haber sido forzada la cerradura, puertas o ventanas o lucha alguna. En algunos sitios en los que había polvo veíanse garras pequeñas, como de gato, lo que no es de extrañar habida cuenta lo que hacían con ellos. Y todo esto en diez días desde que los gitanos se marcharon.

    (Imagen obtenida en google)       
Días después se dictó la famosa ley que prohibía matar a ningún gato.
                                           FIN

34 comentarios:

  1. ¡¡Ufff...!! Vas intrigando... hasta que al final esa fusión de sentimientos e historia. Hace tiempo que no leía nada tuyo y me ha encantado.
    Este post no es el que sale en la página de Ramón, sino otro de hace tiempo. ¿Se puede arreglar? Un besote.

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    1. Voy a ver lo del post, Inma. Gracias por pasarte, pero el link lo cogí copiado de la página de jukeblog. Me alegro que te haya gustado y sí, estoy en época de sequía. Muchísimas gracias.

      Un abrazo.

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    2. Inma, el post está bien. Lo acabo de comprobar.

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    3. Ya comprendí lo que pasó. Anoté mi blog antes de publicar mi entrada y como tú tenías tanta prisa por leer mi relato te fuiste corriendo y, claro, te salió la entrada anterior, jajajaajaja... Mira por donde. Te leíste el del mes de febrero y éste. No está nada mal y gracias por tus comentarios en ambos.

      Un abrazo.

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  2. Leyendo tu aterrador relato comprendo por qué nunca me gustaron los gatos... uffffffff que miedo. Muy bueno Ricardo, felicidades. Un abrazo y feliz semana!!

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    1. Jajajajajaja... son muy mansos, Frank. Fueron los gitanos, jajajajajaja...
      Muchas gracias por pasarte, ahora voy a ver el tuyo.

      Un abrazo y feliz semana a ti también.

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  3. Me gusta, me satisface un mucho leerte, hacia tiempo que no nos deleitabas con tu pluma, Gracias

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    1. Muchísimas gracias, María. Me alegro de que te pases por aquí. Y que dejes un bonito comentario.

      Un abrazo y feliz semana.

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  4. Me ha gustado tu relato y también me gustan los gatitos, aunque antes también me daban miedo 😱

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    1. Me encantan los gatos y muchísimas gracias por tu comentario. Espero verte aquí con frecuencia, si logro seguir con el blog.

      Un saludo.

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  5. Ay...! Mi corazón! Que diferencia entre tus gatos y los míos. En tu relato, a diferencia del mío que compartió contigo antología en CAMADA, el tuyo da esperanza y crea una especie de "justicia retributiva" mientras que en el mío es la crueldad porque sí y el desespero y llanto.
    Me quedo con los tuyos ¿dónde va a parar?
    Son tan lustrosossssssss... ñam-ñam... jajajajaa...
    Gracias por volver a deleitarnos con tus letras, cariño.

    Besos muy fuertes, corazón.

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    1. Es que la realidad siempre supera la ficción. Lo tengo comprobado y tú te basas en hechos reales y llevados a cabo por hombres de carne y hueso. Tu relato da mucho más pavor que el mío, que se mueve en el género de la fantasía y siempre puedes pensar que es pura imaginación, aunque yo creo que no (entre tú y yo). Es mucho más difícil y crudo contar la verdad como tú la cuentas que hacer lo que hago yo.
      Claro que, también hay que tener estómago y ser muy duro para leerte, lo que aquí no ocurre.

      Un abrazo y muchas gracias, Isa por comentar.

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  6. A ver si esta vez me deja comentar como es debido.
    Tu relato me parece muy creativo, la idea de que la justicia de cobre las malas acciones siempre es interesante.
    Los gatos podrían resultar espeluznantes, pero ellos fueron en realidad quienes se cobran a su manera.
    Muchas felicidades, pues logras muy fácilmente adentrarnos en un ambiente bien construido.
    Mi escena favorita, imaginar al niño haciendo dibujos y tratar de ver sus pensamientos.

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    1. Muchísimas gracias, Ana, por tu comentario. Hay personas que también dicen haberlo dejado y no les salió nada, pero se agradece el nuevo intento. Me alegro que te gustase y sí es de agradecer siempre que los malos pierdan.
      Tu escena es mi escena. Fue la primera que vi en mi mente.

      Un abrazo.

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  7. Me alegra mucho estar leyendo tu participación en el juego del mes. Siempre nos traés historias fascinantes. Este en especial, con un final que me gustó mucho.
    Un abrazo grande, Ricardo.

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    1. Esto de participar me hace no cejar en mi empeño de que las musas vuelvan pues a partir de que ceda se acabó el escribir y, bueno, no es tan importante eso, pues escritores hay ahora como setas; das un pisotón y salen 300, pero es algo que me gusta hacer aunque solo sea para que me lean personas como tú. Muchísimas gracias, Karina.

      Un abrazo muy fuerte.

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  8. O SEAAAAAAAAAAA, ME MUEROOOOOOOOOO, JAJAJAJAJAJAJAJA
    Aunque siento decirte que me lo esperaba... Qué pasada!!!
    Bueno, me encanta que hayamos coincidido otro mes en este juego. Aunque me haya costado "un pelín" encontrarte. ;)
    Besos, Ricardo.

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    1. Ha sido mi torpeza, Mary Ann y gracias a Inma y a ti me he enterado por fin de lo que estaba sucediendo. Me alegro que te guste y, en este caso, el final si era fácil de prevenir pero era una gozada verlo venir.

      Un abrazo, Mary Ann.

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  9. Gatito, gatito.... Hay que portarse bien con los animalitos, o pueden tomarse la justicia por su mano. Da miedo esa imagen final, pero casi es lo que tenía que pasar. Felicidades corazón!!!!!! Me encantó!!

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    1. Así es. Eso es lo que tenía que pasar. Por eso, a pesar de tener otro preparado, preferí hacer este.
      Muchísimas gracias, gatita, gatita... jajajajaja...

      Un fuerte abrazó.

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  10. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  11. Buen relato. Personalmente no me gustan nada los gatos, pero aquí logras que uno desarrolle cierta " empatia, si se puede decir " con estos felinos. Me ha gustado que apareciera en cierto modo la fantasía ( monstruos apocalípticos, diablos nunca vistos... ), eso me gusta. Estos abuelos no se merecían menos, aunque quizás habían consumido demasiado vino, "de la Rioja tal vez ".

    Un saludo

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    1. También, también es posible que tuvieran hambre y solo les gustara la carne de "liebre o de conejo", nunca se sabe... jajajajaja...
      Gracias por pasarte.

      Un saludo.

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  12. A mi nunca me han parecido de fiar los gatos... Me gustan, pero no me parecen de fiar... jejeje
    Gran historia amigo Ricardo, la tensión iba en aumento y no podía apartar los ojos del relato. Bravo.
    Gracias por volver a jugar!
    Saludos!

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    1. Gracias a ti, Ramón por el juego y te agradezco tus palabras. Es un reto muy majo y tú los haces francamente bien. Vamos a ver el del mes que viene que ya, ya, jajajajajaja...


      Un saludo.

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  13. He leído con interés tu relato, al modo de los cuentos clásicos, y admiro la capacidad para idear esta historia y mantener el interés. Sospecho, además, que la narración fluye, que escribes casi de un tirón y necesitas poca revisión. Un saludo, Ricardo.

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    1. Gracias, Ximens, por comentar y tienes razón en lo de que necesito poca revisión y la narración fluye de un tirón. Tanto es así que este cuento se lo conté a mi esposa a medida que iba inventándolo en un viaje a Madrid. Cuando llegué lo plasmé y ya. En cuanto a la revisión, necesite mucho o poco siempre los reviso porque ese es el oficio de los aspirantes a escritor.

      Un saludo, Javier.

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  14. Un interesante relato que me mantuvo en suspenso desde el inicio.
    En cuanto se mencionó que los gatos se habían quedado sin hambre me hice una idea aproximada de lo que les había pasado a la pareja.
    Aquí a veces pasan los gatos por la noche (o hasta por la mañana) pero no molestan, sólo me quedan viendo un rato y luego siguen su camino, así que vivo en paz con ellos, y ahora con tu relato tengo otra razón para mantener la tregua ja ja ja
    ¡Un saludo!

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    1. Muchas gracias, Felipe por pasarte por aquí. En este cuento clásico por supuesto, se veía lo que iba a pasar pero es que quería crear el deseo al público de que todo eso pasara. Gracias por tu comentario.

      Un saludo y hasta el mes que viene.

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  15. Me gustó mucho porque adoro a los gatos, como ya hacían mis queridos egipcios :)
    Me gustó mucho la parte donde dice que "adoraba a su gato y en él depositaba el amor que le tenía a su madre muerta".
    ¡Precioso!
    Abrazos.

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    1. Muchísimas gracias, Marga. Es cierto que los niños pueden llegar a entenderse (y los mayores también) mucho mejor con los gatos que con los otros humanos, niños o grandes. Y, por supuesto, a amarlos.

      Un abrazo muy fuerte.

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  16. Hola, Ricardo. Tengo que felicitarte porque en mi opinión te ha salido un relato buenísimo. Se lee con mucha facilidad, tiene un lenguaje elocuente, y una intriga de principio a fin. Los gatos pueden ver las personas incorpóreas (fantasmas) por eso hay tantas leyendas malas sobre ellos. Un fuerte abrazo, amigo, Sotirios.

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    1. Muchas gracias, Sotirios, amigo mío. Este es un juego en el que perfectamente puedes participar tú, ya que se admiten relatos, micros, macros y cortos, largos, lo que quieras. Me gustaría que te nos unieran pero ya pasaré por tu blog para comentártelo e invitarte personalmente. Me alegro mucho que estes bien.

      Un abrazo.

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  17. Hola, Ricardo. Tengo que felicitarte porque en mi opinión te ha salido un relato buenísimo. Se lee con mucha facilidad, tiene un lenguaje elocuente, y una intriga de principio a fin. Los gatos pueden ver las personas incorpóreas (fantasmas) por eso hay tantas leyendas malas sobre ellos. Un fuerte abrazo, amigo, Sotirios.

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