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jueves, 30 de enero de 2014

EL SECRETO DEL HUEVO DE ORO VI, de Ricardo Corazón de León

Volvemos con otro fragmento de esta prima obra en honor de René Barjavel, Robert A. Heinlein, Isaac Asimov y todos los prestigiosos autores de ciencia ficción. 

Nos habíamos quedado aquí, cuando nos encontramos con DOS HUMANOS.
(Pintura de Vicente Romero Redondo, español)

(Imagen obtenida en google)
 


Las imágenes de la pareja dieron la vuelta al mundo y fue una auténtica conmoción universal. Las damas de cualquier edad, condición social y raza no podían apartar sus ojos de su miembro erguido, desafiante de amor. En armonía con él, su cuerpo era delgado y musculoso; parecía cincelado por los clásicos griegos. Todas ellas se sintieron celosas de la mujer que yacía a su lado porque estaba claro que ambos eran una pareja. Los hombres se enamoraron de la dulzura, de la sensualidad y belleza que emanaba del cuerpo de ella. A partir de aquél día parecía que no hubiera nada más interesante que esta noticia. Todas las demás quedaron relegadas a un segundo plano.


Por días las holografías de sus dos cuerpos, las imágenes en 3D, fueron la única conversación, el único interés común a nivel internacional. Algo así no se había conseguido jamás con nada, ni guerras, ni crisis, ni enfermedades… ni planes aglutinantes. Era estremecedor, algo que unió a todas las personas de los cinco continentes. Un proyecto común. El primero, en toda la historia de la humanidad.


Había costado tanto que todos los países pusiesen su granito de arena, en mayor o menor proporción. Se jugaban el título y el honor de ser sus descubridores ─todos lo pretendían─ pero el grupo de científicos se negó en redondo. El Descubrimiento pertenecería a toda la Humanidad y todo lo que se obtuviera de él, ya fueran inventos, máquinas, conocimientos, explotación de los mismos… sería de todos. En beneficio del mundo entero.


Y conforme a este acuerdo comunitario, se dictaron por primera vez Leyes Universales al respecto para garantizar el desarrollo de este gran proyecto. Y, también fueron las únicas leyes aprobadas unánimemente por todos los países integrantes, por la Humanidad entera.


Por lo mucho que se jugaba en esta expedición se habían extremado las medidas de seguridad. La estación polar Ibiza tenía su propio cuerpo de seguridad que impedía el acceso al pozo a toda persona ajena a la exploración y con órdenes de registrar minuciosamente a todos los empleados.
(Pintura ciclópea de Michal Kurncz)

Ignorábamos todo de ellos. Si estaban muertos o dormidos. Si les amenazábamos con nuestra inevitable invasión o eran una amenaza para el mundo. No lo parecían. Pero…


Tras conseguir por medio de tres grandes ventosas articuladas de inyección de aire abrir la puerta de acceso, nos dispusimos a entrar. Tan solo existían dos trajes como los de los astronautas capaces de resistir ese frío casi líquido. Los demás estaban ya casi listos y se enviarían pronto. Por primera vez, Richard lamentó su volumen ya que le era imposible ponerse uno de aquellos trajes. Se acordó que Magnus y Geraldine fueran los que entrasen.


En el interior había una luz azul que procedía de las propias paredes de la esfera. Lo inundaba todo de una forma sutil pero nítida. Todo estaba dispuesto en torno a la pareja, formando un círculo en el que incidía la luz y descubría aparatos que por sus formas o aspectos nos eran completamente desconocidos. Al entrar nos dimos cuenta de que no había la supuesta ingravidez. Existía la gravedad, la misma que teníamos fuera, pero los pasillos, caminos, túneles o escaleras eran absolutamente transparentes, tan diáfanos como si no existieran pero sólidos.


Siempre intentando no extraer ni introducir nada del exterior, salvo nuestros cuerpos con sus trajes termoaislantes y luces detectoras especiales reflectantes de las anomalías en el suelo, invadimos ese íntimo refugio. Al ser dirigidas las luces a los escalones que a simple vista no existían, reflejaban la luz y se convertían en sólidos, tal como eran en realidad.


                                               *********


A mí personalmente me pareció una violación execrable aquel acto, pero me abstuve de cualquier comentario que lo desvelara. Solo sé que al contemplar a la mujer, a esa extraordinaria y sublime belleza angelical, a aquel cuerpo sensual y tan femenino con el que siempre ha soñado cualquier hombre en su vida, me enamoré por primera vez desde que nací. Yacías allí con las piernas juntas y las manos cruzadas por debajo del pecho, tus senos ovales eran perfectos, las líneas de tus muslos y caderas redondeadas como si el viento las hubiera alisado durante milenios. Tu pubis, discretamente tapado por los cortos pelos, resaltaba porque era la única nota de color, el negro, que destacaba en tu níveo cuerpo. Tu vientre plano, dador de vida y esperanza, y donde quisiera reposar mi cabeza eternamente. Los pies perfectos, los hombros rellenos, los brazos elípticos, los codos redondos y finos… todo en ti estaba dotado de hermosura y era bello.


De tu rostro aún nada podíamos decir. Tampoco del del hombre, pues ambos estaban tapados por una máscara de oro de rasgos estilizados y agraciados.

(Imagen obtenida en google)



El hombre permanecía con su puño izquierdo apoyado sobre su pecho y el brazo derecho plegado hacia arriba con el índice extendido, como señalando algo encima de él. Parecía más bien un saludo que una advertencia de que algo ocurriese ahí arriba y era el mismo gesto que  habían visto Magnus y Geraldine antes de difuminarse ante sí las figuras de la sala que descubrieron y los cuadros parapetados en la misma postura. Su complexión era fuerte y admirable, sin resultar grande o falto de armonía. El tórax espacioso, con músculos largos y bien formados, brazos fuertes y manos con dedos esbeltos y extensos, vientre plano surcado de pequeños músculos y su pene tan erecto como si el hielo le hubiera sorprendido dispuesto a hacer el amor a su amada. Era sorprendente su físico. Ambos cuerpos eran jóvenes, pero no como una juventud tal y como la entendemos, en años de vida en general, sino como la juventud de una especie, el albor y el nacimiento de una nueva raza. Eran los primeros hombres, por tanto, eran más puros, más jóvenes y nuevos, conservados inmutables desde la infancia de la humanidad entera.


Esto fue lo que la humanidad entera contempló y por un momento, se sintieron viejos y ancianos, hasta los más jóvenes. Éramos una raza gastada que existía desde hacía milenios y eso es lo que ponía de manifiesto esa impecable pareja.

(La lectura continua aquí)


11 comentarios:

  1. Por qué aquí, en este párrafo; "Solo sé que al contemplar a la mujer, a esa extraordinaria y sublime belleza angelical, a aquel cuerpo sensual y tan femenino con el que siempre ha soñado cualquier hombre en su vida, me enamoré por primera vez desde que nací." Hablas como si hablaras en pasado, y, en este otro párrafo; "Yacías allí con las piernas juntas y las manos cruzadas por debajo del pecho, tus senos ovales eran perfectos, las líneas de tus muslos y caderas redondeadas como si el viento las hubiera alisado durante milenios. Tu pubis, discretamente tapado por los cortos pelos, destacaba porque era la única nota de color, el negro, que destacaba en tu níveo cuerpo. Tu vientre plano, dador de vida y esperanza, y donde quisiera reposar mi cabeza eternamente. Los pies perfectos, los hombros rellenos, los brazos elípticos, los codos redondos y finos… todo en ti estaba dotado de hermosura y era bello." Hablas como si le hablaras a ella directamente? no lo lo acabo de entender...

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    1. Tienes toda la razón. Ahora lo intento mejorar. Es que la historia ya ha pasado en realidad y él va contándola pero de vez en cuando, en su recuerdo es cuando aparece el presente, porque nos cuenta cómo fue para él ese encuentro.
      Gracias Frank.
      Un abrazo.

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  2. Una descripción muy bella... la imaginación vuela...
    Quiero más, mucho más... sigo enganchada!!!
    Gracias Ricardo.
    Besos.

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  3. Muchísimas gracias, Marta, por seguir leyendo y por tus palabras. Es un honor que te siga gustando y me siento muy bien.

    Un abrazo muy fuerte.

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  4. Ricardo,la descripciones son sublimes, dignas de un gran escritor. Estoy totalmente enganchado con la novela.Me ha sorprendido gratamente tu altísimo nivel. Enhorabuena ,amigo, Sotirios.

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    1. Es todo un placer leer estas palabras, Sotirios. Elevan la moral y el ego. Mañana subiré la siguiente parte, aún queda mucho por delante.
      Muchísimas gracias, Sotirios.

      Una abrazo muy fuerte.

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  5. A nuestro amigo Fran, no se le va nada jaja, buena observación y buenísima la historia, felicidades Ricardo, sigo aquí, abrazos..

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    1. Gracias por todos tus comentarios, Salomé. He agradecido mucho todos los que me has ido dedicando a lo largo de los fragmentos que he ido subiendo.

      Un abrazo muy fuerte.

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  6. Este capitulo me encantó. Te remarco una repetición en la palabra destacaba: "Tu pubis, discretamente tapado por los cortos pelos, destacaba porque era la única nota de color, el negro, que destacaba en tu níveo cuerpo..."
    Sigoooo ijiji esta noche me pongo al día creo!
    Muakkkk.

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    1. Tienes razón Karina. Voy a corregirlo ya. Gracias, muchísimas gracias.

      Un abrazo.

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  7. Bueno Ricardo, sé que no soy muy constante pero hoy tengo un rato y lo voy a dedicar a tu huevo... (uy! eso quedó fatal) La ventaja de ser una tardan es que ya lo tienes todo editado, por lo que puedo ver (menudos lectores alfa! es genial) Debo decir que este capítulo, tan rico y esmerado en cuanto a lo descriptivo, me ha hecho disfrutar mucho y, puesto que lo he acompañado con tu propuesta musical, se ha convertido en toda una experiencia, interactiva. Grata, muy muy grata... sigo. Abrazucu de los míos desde Villa de Rayuela!

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