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lunes, 23 de junio de 2014

EL SECRETO DEL HUEVO DE ORO XVIII, de Ricardo Corazón de León

Seguimos con esta historia de aventuras, ciencia-ficción, suspense, amor, thriller... Y que está en un punto álgido. El capítulo anterior era uno independiente, así que aquí es donde acabó el capítulo de la historia y empezó acá en este primer capítulo.
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Los científicos seguían queriendo saber muchas más cosas del lugar donde vivía y de sus costumbres. Les habló de que después de la Tercera Guerra, que duró dos horas, vino la paz entre UnderBov y su pueblo, Silver. Que se usaron bombas terrestres que la Traductora optó por traducir como bombas atómicas. Murieron más de novecientos millones de personas y todos los que vivían en la superficie tuvieron que trasladarse a refugios bajo tierra porque ésta estaba envenenada y así seguiría durante muchos años. De su pueblo apenas murieron personas porque Plinio ya lo había predicho y proveyó de Refugios subatómicos a toda la población.

            ─ ¿Y cómo funciona la máquina de la comida, la de las telas o la de los zapatos o cualquier otra? ─indagó Richard─ Pregunto por la energía, lo que las hace producir interminablemente.

            ─ La energía Universal ─ respondió segura Joyce.

            ─ Pero ¿cómo se hace para obtenerla?

            ─ No lo sé, hay una fórmula, una ecuación, pero yo no sé lo que significa, solo sé cómo se llama: Infinito. Sólo Plinio puede explicar lo qué quiere decir y cómo se hace eso.

            Plinio, al parecer, era el todo. El conjunto de la Sabiduría y el Conocimiento acumulados así que decidieron proceder a descongelarle lo más rápido posible.


Cuando se marcharon yo hice ademán de marcharme pero ella me retuvo. Me senté a su lado y ella colocó un brazalete de oro con criptogramas o iconografías que yo desconocía, en mi brazo y otro igual en el suyo.

─Yo no soy Plinio, pero puedo mostrarte. Cierra los ojos y el puño. Yo te mostraré.

Hice lo que me pidió y en un segundo yo me encontraba en medio de una escena parado, observándolo todo pero sin que a mí me pudiesen ver ni afectar nada. Vi masacres, guerras, muerte, destrucción, la bomba atómica, una, dos, tres, la tierra envenenada, las personas como Joyce corriendo por unos largos pasillos como si fueran túneles… Era mucho mejor que un video-juego pero yo no podía interactuar. Mi misión se limitaba a observar lo que sucedía. Otros como ella vivían tranquilos, no había guerras, jugaban, reían, nadaban, volaban en sus vehículos espaciales, pero se superpusieron las imágenes de destrucción y se veía a los invasores que se multiplicaban por mil, a medida que los mataban, y que llegaban hasta Silver, su pueblo y los chillidos, la sangre, los niños muertos, los animales empavorecidos huyendo… y en un segundo, una cara, solo una cara ante mí, con unos ojos grandes verdes que se inclinaba hacia mí, era un hombre, y en ese momento, todo se llenó de rojo y se apagó todo. No hubo más.
(Todos los derechos reservados sobre esta imagen)

Sentí las manos de Joyce abriendo mis puños y quitándome el brazalete, abrí los ojos y se estaba quitando el suyo. Le pregunté.

─ ¿Egon?

Y ella sin decir nada comenzó a llorar quedamente, derramando todo su dolor ante mí. Si antes sentí celos por él o en algún momento le odié, ahora sólo imploraba que de alguna forma pudiera vivir para que, aunque la perdiera, le arrancaran ese sufrimiento que sentía. Sus lágrimas se derramaban sin cesar, suaves, incontenibles y apenas había sollozos, pero temblaba como una hoja. La cogí y la atraje hacia mí suavemente, le dije palabras que no recuerdo y le acaricié su cabeza, su pelo, abrazándola. Ella se dejó hacer.

En lo que para ella eran cinco minutos de sueño, había perdido todo lo que la rodeaba, todas las personas amadas y a Egon y ni siquiera le quedaba el consuelo de esperar que continuara viviendo después de haber transcurrido tanto tiempo. Este mundo salvaje la asustaba, por eso, solo confiaba en Magnus y ante él podía mostrar su inimaginable tormento. No tanto como ella hubiese querido porque su intención era morirse, desaparecer, pero mientras tanto, su único amigo era Magnus y se sentía mejor en sus brazos, por lo menos, protegida de sí misma y sujeta a una roca que no la dejaría sumirse en las profundas lagunas de su aflicción.

Pasó mucho tiempo hasta que se quedó dormida por el cansancio, las lágrimas y el pesar. La llevé en brazos hasta su cama y la deposité suavemente. Me daba pena soltarme de su cuerpo por si se despertaba y no me hallaba. Junté a ella mi cama y seguimos con las manos unidas toda la noche.

Como Joyce no puso en conocimiento de los demás la existencia del aparato que me había enseñado, estimé que no quería que nadie más supiera cómo se sentía o cómo era todo aquello. Lo guardé bajo llave en una de mis estanterías. No hablaría de ello con nadie hasta que ella me lo permitiera.

                                   *********
(Imagen encontrada en Google)
A través de la emisora llegaron noticias de que un centenar de submarinos atómicos rusos se habían puesto en camino hacia el Polo Sur. Los satélites de América que dirigían y ponían en funcionamiento los misiles aeroespaciales cambiaron sus coordenadas poniéndolas hacia el Polo Sur. De Europa un portaaviones submarino atómico cambió de ruta y giró al Polo Sur. China, enardecida, puso de manifiesto estas avanzadillas de las grandes potencias pero era un acuerdo secreto entre los gobiernos más ricos para que nadie intentase llevarse a Plinio y su conocimiento o destruirle por el mismo motivo. Los interpelados explicaron sus razones, puesto que aquel grupo de científicos no estaba preparado para el ataque de una potencia cualquiera o de mercenarios de un dictador que quisieran apresar a Plinio o matarlo habían decidido proteger entre todos esa vasta zona del Polo Sur formando una cadena impenetrable, garantizando con ello la seguridad de Plinio, el grupo de científicos y los tesoros que se pudieran descubrir. Después de este razonamiento, China se alió y también los otros países y mandaron sus tropas para la protección de la base polar Ibiza. Respetaron un perímetro que la base Ibiza exigió y se prepararon para permanecer allí el tiempo que fuera necesario.

Nada ni nadie lograría cruzar entre las líneas armadas y sus radares, sonares y sondeos.

La humanidad aplaudió esta idea pero no todos estaban de acuerdo con que los conocimientos de Plinio salieron a la luz y estas personas eran las más peligrosas pues en sus manos tenían el dinero y el poder pero dejarían de tenerlo si los avances tecnológicos y la misteriosa energía universal se pusieran a disposición de todos.

Así que algunos compraron a individuos, los sobornaron o amenazaron y dichas personas iban en la tripulación de un navío de un estado o en un submarino atómico o un portaaviones aéreos.

                                *********
(Imagen traída de Google)
La reanimación de Plinio estaba en marcha. Se apresuraron a fundir el helio líquido que le servía de colchón y cuando todo estuvo preparado cortaron el cordón umbilical que le unía al Refugio. En el momento de terminar de escindirlo, hubo como un gemido largo y tortuoso de un motor que se apaga porque ha acabado de cumplir su misión, el trabajo para el que fue creado, todas las luces se apagaron; esa luz azulada cesó y solo quedaron los focos que habíamos transportado nosotros a su interior. Cuando se rehicieron, a la orden de Arthur, los cuatro hombres izaron a Plinio y lo llevaron al quirófano-enfermería, como habían hecho con Joyce.

Lo depositaron en la camilla y siguieron vertiendo sobre él aire cada vez más caliente. Enseguida vieron que su piel estaba magullada, incluso en algunos sitios quemada y contusionada, sin saber todavía si había algún hueso roto o derrame interno, así que le vendaron con apósitos para que cuando fuera despertado o su cuerpo empezara a vivir, se fuese curando con los medicamentos más eficaces de la tierra.

Todo él estaba vendado de los pies a la cabeza, como si fuera una momia, incluso ese pene erguido al que las enfermeras trataron con especial cuidado. Le introdujeron tubos por la nariz y le conectaron todos los electrodos y demás cables que habían puesto a Joyce, a los que habían añadido una máquina de respiración artificial, por si acaso, y un corazón mecánico.

                                   *******
(Este capítulo tiene mucho que ver con la novela, sí y no, pero me gustaría que le prestarais especial atención en relación a problemas semejantes anteriores, actuales y futuros que se presentarán).
(Imagen sacada de Google) 


Arthur recordó de pronto la discusión con su compañero médico-cirujano, Edgar, a raíz del trasplante de corazón del Sr. Jensen, un multimillonario de sesenta años, cuyo corazón fallaba.

Hice una apuesta con Edgar a que pediría corazón de metal. Él rezongaba.

El ascensor se paró delante de la puerta del quirófano. La enfermera empujó, aunque no fuera preciso, la silla neumática volante, hasta donde estaba Edgar.

─Soy el cirujano Edgar Believe, Sr. Jensen. Le voy a atender personalmente, tal como usted ha solicitado, pero antes de proceder a la intervención quisiera saber si desea…

─De metal ─respondió Jensen, sin esperar a que acabara de formular la pregunta─. ¿Acaso tiene usted algo en contra de los corazones de metal?

─No, señor, nada hay en contra, pero estamos utilizando los más modernos corazones…

─De plástico. No lo quiero. Deseo y exijo un corazón de metal, el más fuerte y poderoso.

─Sr. Jensen, no son de plástico, son de fibra polimérica que les dota de una calidad extra al asemejarse tanto al propio corazón humano. Es igual de resistente. Y hasta la fecha no ha habido ningún fallo.

─¿Es que en los de metal hay fallos?

─No, pero si se estropease, por razones electrónicas, sería mucho más fácil que el equipo que interviniese en esa reparación, llegase al corazón de fibra.

─¿Se ha estropeado alguno que haya exigido su reparación?

─No ─reconoció Edgard.

─Entonces ¿está usted sordo Believe? Le he dicho que quiero un corazón de metal y no se hable más.

─De acuerdo, señor. Mañana por la mañana procederemos a su trasplante a las ocho de la mañana.

El Sr. Jensen dio media vuelta y la enfermera, que lo estaba esperando, se lo llevó solícita.

Apenas se hubo ido, entró Arthur, médico ingeniero y supo que había pedido un corazón de metal, aunque no lo dedujo de la expresión de su compañero.

─Bueno, tenía razón, ¿no?

─Por supuesto, pero es que no lo entiendo. Lo más parecido a la corporeidad del ser humano y de su corazón se ha logrado por fin y lo tiene a su alcance. Puede ponérselo y estaría tan seguro de una enfermedad cardíaca como con el otro y es igual de resistente, pero no, no quiere. Prefiere un corazón de metal.

─Era de esperar ─señaló Arthur─. Desde que la ley, que solo se aplicaba en Suiza, dotó de personalidad y equiparó a los robots con los seres humanos, existe una fijación por parte de los humanos, en sustituir cada parte de su anatomía dañada o, antes de que se dañe, por una pieza de metal, teniendo a su disposición otras piezas en todo equiparables a las de metal, pero con la constitución aparente de la carne humana. Sin embargo, todos lo rechazan. Y, al contrario, los robots quieren ser sustituidos por estos implantes parecidos a los humanos.

─¡El mundo se ha vuelto loco! ─exclamó Edgard─. ¿A quién se le ocurre ponerse piezas del otro y el otro del uno? ¿Qué sentido tiene?

─Estás hablando como un racista, Edgard.

─Creo que sí y no me importa, pero yo nunca cambiaré mi esencia, lo que soy, por nada del mundo. ¡No renegaré de lo que soy! ─aseveró Edgard─. Y no entiendo estas mezclas de razas diferentes y estos híbridos que no llevan a ninguna parte. Al final, no distinguiremos un humano de un robot y viceversa.

─Pero si de eso se trata, Edgard. Equiparar a los unos con los otros es volverlos iguales ante la ley. ¿Por qué no ser también parecidos físicamente y en su interior?

─No me parece bien y no creo que el Señor vea con buenos ojos lo que estamos haciendo, alterando lo que él ha creado. ─sentenció Edgard. Y la conversación se dio por terminada por su parte. Recogió sus cosas y con un saludo de su cabeza metálica, el robot Edgard Believe, desapareció.


                                  *********
(Continuará)

16 comentarios:

  1. Qué cortito!!! Cada capítulo que pones me intriga más, y aunque has añadido un poquito ( que ha estado muy bien y da que pensar..) se hace corto!!! Haz el favor y no tardes tanto en poner el siguiente que está muy interesante!!!! Me encanta!! Un abrazo corazón!!
    Pd- Quiero siguiente YA!!!

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    1. Muchas gracias. Yo no sé ni cómo me siguen leyendo con las interrupciones que tengo y las publicaciones temporales anacrónicas.
      Gracias por tu fidelidad, tu seguimiento y, sobre todo, que te guste, que es lo más importante para mí.

      Un abrazo muy fuerte.

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  2. Ya echaba de menos esta historia, Ricardo. Sigo igual de enganchada. Y el minicapítulo final me ha gustado mucho, como siempre, sorprendente.

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    1. Gracias, Lucía, por tu seguimiento y fidelidad. Se agradecen los comentarios, sin duda.
      Espero que estés vendiendo mucho tu libro de relatos "12 maneras de amar". Si puedes pasame el enlace para saber dónde lo venden.

      Un abrazo.

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  3. En el fondo, como siempre, seguimos con nuestras creencias que evitaran a toda costa la igualdad. Esa es la clave de tus textos, y eso es lo que los hace fantásticos.

    Saludos

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  4. Muchas gracias, Nel, por pasarte y por el comentario. Es una visita muy apreciada por mí.

    Un saludo.

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  5. Ya se extrañaba seguir la historia, me alegro mucho de que la escribas, estoy más contenta por eso en sí (que escribas y no dejes de escribir).
    Como siempre dejando con ganas de más y completando la historia con las imágenes y música ideal.
    Un besote y me alegra tu regreso literario jijijij no nos tengas abandonados, aunque tus amigos aquí seguimos, sea cuando sea. :)
    Un beso grandote. :*

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    1. Gracias, Karina por pasar por aquí con lo atareada que estás con tu nueva novela a punto de salir. Voy a intentar seguir poco a poco porque el perrito de 3 meses ahora se está comiendo todo mi tiempo y, no exagero.
      Muchas gracias por tu comentario y te aseguro que no pasará, salvo casos de fuerza mayor, dejar tanto tiempo sin escribir.
      Gracias por tus palabras y sé que nunca estoy solo en el corazón, que os tengo a todos vosotros que sois muchos más amigos que compañeros.


      Un abrazo muy fuerte, preciosa.

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  6. Tu novela me fascina mi querido amigo Ricardo, cada vez está más interesante a la vez que más misteriosa ¿y qué decir de esa continuación que, encima, se puede leer muy bien por separado? ¡genial sí señor! lo dicho mi buen y querido amigo, eres un crack y sigo sin explicarme el por qué sigues sin publicarla, estoy seguro que sería un gran éxito. ¡Venga, va, atrévete con ella!!

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    1. Te echaba de menos, Frank, mi amigo y mi primer comentarista siempre!!! Cuánto me alegra haberte sacado de la concha (o del caracol, no vaya a haber otras ideas), en la que estabas recluido. Muchas gracias por tu comentario tan halagador y por tus ánimos.

      Un abrazo fortísimo, mi querido amigo.

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  7. Bueno, pues ya me he puesto al día... Y, como era de esperar, me quedo con ganas de más... Ahora entiendo lo mal que lo deben pasar los que leen historias mias que continuan de semana en semana... Quiero maaaaaaaaaaaaaaassssssssss, jejeje
    Me encanta, Ricardo, me parece una gran historia y genialmente relatada.
    Quedo a la espera de la siguiente dosis!!

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    1. Jejejejejeje... me gusta que sufras en tus propias carnes lo que sufrimos los demás al esperar, semana tras semana, la continuación de tus geniales historias.
      Yo también me la paso esperando, jajajajaja...
      Gracias por pasarte y por comentar.
      Un saludo, amigo.

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  8. Como Ramón, yo también me he puesto al día.. he leído las dos últimas entradas seguidas!!
    Me ha sorprendido el último trozo, sobre todo al saber que Edgard es un robot.
    Fantástico Ricardo!!!... Gracias!!!

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    1. Es altamente curioso o a mí me lo pareció. Muchas gracias, Marta por venir, leer y comentar. Ya te echaba de menos, tus cálidos y risueños comentarios. Me alegro que te haya gustado la fina ironía del relatillo.

      Un abrazo enorme, querida amiga.

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  9. Amigo, Ricardo, va a ser muy difícil superar una novela de este calibre. Tu vocabulario es riquísimo, las frases muy bien elaboradas, el trama engancha al lector y tu imaginación es esto que dicen no va más. Yo soy fiel lector del secreto de huevo de oro porque se lo merece. Es una de las mejores novelas de ciencia ficción que haya leído. Un abrazo amigo, Sotirios. Un relato mío Valentina ha sido publicado en un libro que se llama “Antología I concurso de terror” Me haría mucha ilusión que lo leyeras en mi blog)

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  10. Muchísimas gracias, Sotirios.
    Te lo agradezco de verdad. Que se den cuenta los lectores y más los lectores instruidos de todas esas cosas es un verdadero halago. Ya leí Valentina hace días y me gustó mucho, sobre todo, por el doble giro del final. Ir a su página para comprobarlo. Es muy corto y se lee muy rápido.

    Un abrazo muy fuerte.

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