Aún me quedaba
una semana de vacaciones y no estaba dispuesta a pasarlo en casa o vagando por
la ciudad aburrida y sin hacer nada.
Mis amigas no
tenían días para hacer una escapadita, pero aún así, decidí marcharme yo sola,
necesitaba descansar y desconectar de la presión vivida los últimos meses en el
trabajo.
Se lo estaba
comentando a mi compañera, cuando se acercó Daniel, el encargado de la segunda
planta.
Un chico
encantador, agradable y guapo, muy guapo. A penas había hablado un par de veces
con él, pero cada vez que nos cruzábamos por los pasillos una corriente
eléctrica me sacudía la espalda de arriba abajo. Siempre me saludaba mirándome
a los ojos y la verdad que los tenía preciosos, azules, profundos y sinceros,
pero, aunque yo estoy segura de que le gustaba, nunca me había propuesto salir
con él, de hecho nunca habíamos tenido una conversación más allá de la que se puede tener por educación.
Daniel se
acercó con mucha seguridad, interrumpiendo nuestra conversación e, ignorando a
mi compañera por completo, se dirigió a mí directamente.
Yo no salía de
mi asombro, se comportó como si me conociese de toda la vida, me habló
directamente y lo que me decía no podía creérmelo.
Él y un grupo
de amigos se iban de vacaciones a Suiza, a una estación de esquí y me invitaba
a ir con ellos. Por casualidad ellos también tenían esa semana de vacaciones en
medio de la nada y la aprovechaban para ir a esquiar.
Acepté
acompañarles, total sería mejor que ir sola, y aunque no sabía esquiar igual
era un buen momento para aprender. Él se ocuparía de todo, del billete, del
hotel en la estación e, incluso, me enseñaría a esquiar.
Mi compañera
no salía de su asombro, nos miraba a uno y al otro sin poder cerrar la boca,
sin decir ni media palabra. Cuando nuestra conversación se acabó aún tardó un
rato en reaccionar, diciéndome que estaba loca, por irme con alguien al que
apenas conocía, y con una sonrisa, terminó diciendo… pero está tan bueno…
Pasaron dos
días y allí estaba yo, en el aeropuerto, esperando al tío más bueno de la
oficina, con el que me iba a pasar unas vacaciones por todo lo alto.
El tiempo
pasaba y allí no aparecía nadie, me acerqué al mostrador de facturación mirando
a todos los lados impaciente y mirando al reloj cada dos minutos, la espera se me
estaba haciendo eterna. Le llamé varias veces pero el teléfono estaba apagado o
fuera de cobertura. No lo intentaría más.
Facturé mi
maleta y seguí esperando. La primera llamada para embarcar, y poco después la
segunda, me llenaron de tristeza, pero me resigné, total, no podía hacer nada,
simplemente me iría yo sola, seguirían siendo mis vacaciones, sola o
acompañada.
Subí al avión,
guardé mi bolso de mano y me acomodé en el asiento, por suerte me había tocado
la ventanilla.
El avión se
llenó enseguida, ya estaban cerrando las puertas, y todo el mundo en su sitio.
Yo miraba por la ventanilla resignada ya del todo, cuando le vi aparecer por el
estrecho pasillo.
Al principio
dudé de que fuese él, estaba tan diferente con ropa deportiva, lo cual me
sorprendió gratamente ya que siempre le había visto con traje.
Unos vaqueros
desgastados, una camiseta y una sudadera azul claro, del mismo tono que sus
ojos, su moreno y rizado pelo despeinado, como si hubiese venido corriendo, y
seguramente así era, le hacía parecer más joven y atractivo. En la oficina
siempre iba muy repeinado. Estaba realmente guapo, y él lo sabía.
Al verme, se
paró a mi lado, sonrió y me miró de arriba abajo, en su expresión vi
aprobación, claro que él tampoco me había visto a mí con ropa informal, yo
llevaba un pantalón vaquero y un jersey de vivos colores, con dibujos
abstractos y un pañuelo anudado al cuello, de la misma gama de colores del
jersey. Me costó mucho decidirme pero la verdad es que con aquel atuendo estaba
muy favorecida. Así que, la reacción fue la misma en los dos, nos había gustado
el aspecto del otro. Cuando nos dimos cuenta de lo transparentes que estábamos
siendo, nos echamos a reír, había complicidad entre nosotros, y quizás algo
más… Se sentó y en pocos minutos el avión se puso en marcha.
Esos minutos
previos al despegue para mí son realmente malos, me pongo tensa y apenas respiro
del miedo que me da, Daniel debió intuirlo porque incluso dejé de hablar. Me
cogió de la mano y comenzó a contarme, que para él, el despegue era como un
orgasmo, lo cual me produjo una sonora carcajada, y comenzó a susurrarme al
oído lo que era y como lo sentía él.
La situación
era un tanto extraña. El avión cogiendo velocidad por la pista, su profunda voz
susurrándome las sensaciones que iba experimentando, su penetrante y muy
agradable olor, olía maravillosamente bien y no era perfume, era él. Yo seguía
aferrándome a su mano y a su voz como si fuese una tabla de salvación.
Los motores
rugían con toda su potencia y él seguía susurrándome, más velocidad, más ruido,
más susurros, más sensaciones, más fuerza en la mano, el morro del avión se
levanta, más ruido, susurros, la sensación del estómago que se queda atrás en
el asiento, más susurros, más velocidad, más, más, más, su voz, más altura, su
mano, altura, su voz, su olor, su aliento en mi oído, su olor, su voz, y yo muy
húmeda, muy, muy húmeda, tremendamente húmeda. Me dejé ir. Grité.
El avión se
enderezó, el ruido ensordecedor cesó. Yo seguía aferrada a su mano, muerta de
vergüenza, asustada por lo que había pasado, bueno no, más que asustada, estaba
sorprendida, muy sorprendida, había tenido un orgasmo impresionantemente
placentero.
Le miré de
reojo, se estaba riendo (y qué sonrisa), él sabía lo que había pasado, y en
realidad creo que él estuvo también a punto, dado lo abultado de su pantalón…
Yo sonreí al
verlo, y ahí sí que supimos y fuimos conscientes de la complicidad que teníamos
y lo que es más importante, nos gustábamos mucho y nos deseábamos.
Paso un tiempo
y nos fuimos relajando hablando muy animadamente. Llamó a la azafata y muy
amablemente le pidió una manta para su “novia” y para él, porque teníamos frío.
Yo le miraba asombrada, hay que ver con qué seguridad se comportaba con respecto
a mí, me dejaba perpleja cómo dominaba la situación.
La azafata trajo
unas mantas azules, finitas, las típicas de los aviones y Daniel con mucho
cuidado me la puso encima. La verdad es que agradecí el detalle aunque no me
había dado cuenta, si que me estaba quedando un poco “fría” después del sofocón
del despegue.
Cuando terminó
de colocarse la suya, recostó su cabeza en mi hombro a la altura de mi oído y
comenzó a susurrarme de nuevo, pero esta vez era una pregunta, quería saber lo
que había sentido en el despegue, yo callaba a la vez que los colores subían a
mi cara, entonces, y ante mi reacción, sin pensárselo dos veces metió su mano
por mi pantalón para comprobarlo él mismo. Solo con susurrarme al oído con
aquella voz, ya me predispuso a
humedecerme de nuevo, como si fuese una respuesta automática. Como ponerse a
salivar al ver un limón.
La sensación
de sentir sus dedos en mi entrepierna, hizo que mi temperatura subiese y le
desease allí mismo, nunca había experimentado algo así. Le facilité el camino,
echando mi trasero hacia delante y abriendo un poco mis piernas, mientras debajo de las mantas buscaba el enorme bulto
que había visto antes.
Lo encontré y
solté los botones que lo tenían preso, desplegándose en todo su esplendor, solo
le faltó gritar al verse liberado.
Él muy
hábilmente introdujo sus dedos, en mí haciéndome gozar, olvidándome de dónde
estaba a la vez que ahogaba mis jadeos con sus besos; me llevó a otra dimensión
en un par de minutos y no me dejaba regresar de allí moviendo hábilmente sus
dedos dentro de mí. Tuve un par de orgasmos, que él sintió perfectamente, ya
que en el momento culminante me susurraba, “dámelo, nena, dámelo”.
Yo se lo daba,
ya lo creo que se lo daba, todos los que me hubiese pedido y alguno más. ¡Era
una sensación única! allí en medio del avión, nadie nos había visto era una
descarga de adrenalina, tremendamente exagerada.
Metí mi cabeza
ente las mantas y fui a conocer a mi nuevo amigo, le saludé y lo probé para ver
si me gustaba, y sí, me gustaba y se lo hice notar, le besé en toda su
extensión y le enseñé y le invité a pasar a mi boca para que la conociese
también. Estaba muy contento allí dentro pero entraba y salía ayudado por mi
mano hasta que estalló. Daniel se
arqueaba y ahogaba sus gemidos con mucho trabajo, casi no lo consigue pero se
controló y llegó al final sin llamar la atención de los vecinos de asiento.
Nadie se dio cuenta, pero su cara era de plena satisfacción, igual que la mía.
Nos abrazamos,
nos besamos sintiendo nuestros corazones acelerados como poco a poco se iban
calmando, y entrábamos en relax total, incluso hasta quedarnos dormidos.
Cuando me
desperté, Daniel me miraba, fue un alivio verle ahí, y saber que no había sido
un sueño. Me besó muy suavemente, primero y después ya no se separaron nuestros
labios, el beso iba aumentando en intensidad y velocidad, nuestras manos
recorrían el cuerpo del otro debajo de las mantas pero ya tocarnos no iba a ser
suficiente y lo sabíamos, ahora necesitaríamos más, y ya era tal nuestra
complicidad que sin decir ni media palabra, se levantó y fue hasta el baño. Pasados
un par de minutos, que fueron eternos, me levanté y fui detrás de él.
La pasión se
desató en cuanto crucé aquella estrecha puerta. Nuestras manos recorrían el
cuerpo del otro desnudándonos mutuamente, sin apenas darnos cuenta estábamos
los dos desnudos, sin apenas espacio y toda la ropa en el suelo. Teníamos urgencia,
deseo, necesidad el uno del otro y no nos hicimos esperar. Nuestros cuerpos se
acoplaron en una maniobra perfecta, se introdujo dentro de mí elevándome un
poco hasta encontrarnos, todo estaba bien dispuesto y húmedo para entrar hasta
dentro con tal habilidad que creo que nos sorprendió a los dos.
Después de la
sorpresa inicial, el ritmo fue aumentando hasta hacerse frenético, yo le sentía
muy dentro y pienso que Daniel se sentía también bien arropado por todo mi
cuerpo, tanto dentro como por fuera. No había un centímetro de nuestro cuerpo
que no estuviese en contacto con el otro.
La pasión, el
deseo y el ritmo frenético provocó una explosión en nuestro cuerpos y mentes
lanzándonos a un plano superior a lo terrenal, fue una huida de la conciencia
hasta el máximo placer, dejando nuestros cuerpos laxos simplemente sujetos por
los brazos del otro.
Así,
estrechamente fundidos en un abrazo, tratábamos de recomponernos suavemente,
cuando un pitido nos sacó de nuestro sopor. Había que sentarse y atarse los
cinturones.
Reaccionamos
rápidamente, nos vestimos como pudimos dado lo estrecho del lugar y salimos de
allí dirigiéndonos a nuestros asientos, lo más normalmente que fuimos capaces,
cruzando miradas cómplices y sonrisas traviesas y divertidas. Nos sentamos y
nos abrochamos los cinturones el uno al otro quedándonos abrazados.
Cuando comenzó
la maniobra de aproximación me acerqué a su oído y le pedí que no me susurrase
nada al oído, que solo cogiese mi mano.
Soltó una
carcajada, me agarró la mano fuertemente y aterrizamos.
Ese fue solo
el comienzo de las vacaciones, esta iba a ser una semana estupenda. Entonces
fue cuando me acordé de sus amigos y le pregunté por ellos.
Me miró,
sonrió y con un susurro me dijo muy bajito. No viene nadie más. Me lo inventé.
Cogimos las
maletas y nos dirigimos hasta un taxi que nos llevó hasta el hotel en medio de
las hermosas montañas de Suiza. Pero esa es otra historia…
Isabelle Lebais
Ay!un viaje así no es para desperdiciar jaja,me gustó mucho,un susurro que te lleva al cielo...
ResponderEliminarMmm quizás le cambie el título, me encantó lo que pusiste, muchas gracias por leerlo y comentarlo.
ResponderEliminarUn susurro que te lleva al cielo... bien!!!!
Lo he vuelto a leer y confirmo: quiero un viaje así! aajaj
EliminarUn beso Isabelle, espero que vengas pronto con cositas nuevas♥
Un relato erótico, chispeante y sugerente. Todo en uno. Menudo empiece de viaje para estos dos. Muy bueno. Me ha gustado mucho, nenita. Sigue escribiendo así de bien y yo decoraré mi blog un poco más. Gracias por regalárnoslo.
ResponderEliminarGracias a ti por permitirme compartirlo aquí en tu blog. Me alegra mucho que te haya gustado. Un beso.
ResponderEliminarOye..¿Con qué compañía viajaron estos dos...?
ResponderEliminarLes he mandado un washapp para preguntarles lo mismo... aún no han respondido, no se donde andarán... jajaja
EliminarAhhhh y muchas gracias por leerlo y comentar.
EliminarNo me sorprende nada de lo que escribas, te lo avisé, tu estilo debe de ser el erótico. Chica, de verdad, este estilo lo bordas. Eres genial y les das el "punto álgido" sin tener que ser ni obscena ni burda, muy bien, cada línea muy sugerente y con mucha fuerza en los encuentros sexuales. (Quizás la escena con las "mantitas" no me resulte muy creíble), pero bueno, eso es otra historia. ja,ja,ja,ja
ResponderEliminarQue poca imaginación hombreeee!! Los de al lado llevaban los auriculares puestos y se quedaron dormidos. Gracias hermosillo por pasarte y comentar.
EliminarMe ha gustado mucho Isabelle, esos susurros que encienden la imaginación hasta límites insospechados....
ResponderEliminarm.j.
Me alegro mucho de que te haya gustado y muchas gracias por pasar a leerlo y comentarlo. Un abrazo.
EliminarJo-der!!! He tenido que apagar la calefacción porque salía vapor por todos lados!!! Yo también quiero hacer un viaje así, y los vecinos que hagan lo que quieran, pa pre-ocuparme de ellos estaré...
ResponderEliminarJajaja pues no esta mal, si encima de entretener, que es de lo que se trata, ahorramos un poquito de calefacción, que con los tiempos que corren....
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. Un abrazo.
Yo, aparte de felicitarte por este pedazo de relato, quiero mucho más, pero muchísimo más. Ahora ya no sé si me gusta más el de Una noche de sofá o este y seguramente si continuas también tendré dudas sobre cuál me gustará más.
ResponderEliminarPor favor, sigue escribiendo en este blog tan chulo o donde quieras pero avisa.
Un abrazo.
Ainsss mi "enemigo del alma" hacía mucho que no pasaba por aquí y no lo había visto. Me alegro de que te gustase y que no sepas por cual decidirte... tendré que escribir alguno más para ponértelo más dificil aún y ...
Eliminarvengarme jajajs un abrazo aunque sea una amistad irreconciliable. Gracias!!!
¡¡Eres muy buena con estos relatos eróticos!! Creo que es donde mejor te desenvuelves, ¡¡explótalo!! Disculpa que no lo viese antes... Me encantó. Tengo algo pendiente por ahi, pero lo quiero leer de nuevo y de un tirón. Un besazo.
ResponderEliminarme encanto porque sin caer en lo vulgar te eleva la temperatura y hace que el lector quiera mas....
ResponderEliminarMuchas gracias Francisca lagares Matías, muy amable por comentar. Me alegro mucho de que te haya gustado. Un cordial saludo.
Eliminarme encanto !!!!!!!!!!
ResponderEliminarLo he vuelto a leer y ¡vaya! sigue subiéndome la temperatura. Gracias por compartir, Isabelle y Ric por tus aditamentos que son fundamentales.
ResponderEliminarUn saludo.
Gostei,uma história erótica sem vulgaridade que nos leva a usar a imaginação de uma forma gostosa.Parabéns Isabelle Lebais !!!
ResponderEliminarEn realidad deseo expresarte que a estas alturas de lo que asta la fecha eh visto y admirado a la vez, y descubriéndote esta nueva faceta de ti Isabelle en realidad ya me lo esperaba ya que una persona tan sensible y abierta a lo bello de la vida que no podía esperar menos de ti. Pero sabes tampoco me voy a sorprender cuando me encuentre una publicación tuya, o si ya la tienes por favor hazmelo saber. Recuerda que en este mundo debemos Tener un hijo, plantar un Árbol y Escribir un libro.
ResponderEliminarAh y felicidades; enhorabuena.
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