APALEADO
Ring, ring… ¡!! Uff!!
Con el sueño que tenía y se pone a sonar el teléfono… Si acabo de acostarme…
Miro la llamada… ¡Jopé! La policía nacional… seguro que otro muerto… Estos
muertos que no respetan ni el fin de semana ni nada.
Descuelgo, evidentemente,
me ponen sobre aviso de un muerto a cuyo levantamiento tengo que ir. Algún
asesinato, parece ser. Le digo a mi acompañante que me voy, salgo de la cama y
mientras llamo al Médico Forense…
-¡Enrique! ¡Hola! ¿Te
han avisado, no?... pues oye, hazme un favor y ven a buscarme que estoy en
Santa Cruz y no tengo ni idea de donde está el pueblo o el sitio que dicen…
Gracias, guapetón- aunque de guapetón no tiene absolutamente nada. Es de los
tipos más feos que me he encontrado en mi vida. Además, produce risa, porque es
igual que Mortadelo si fuera hombre y tan cotilla como él. En serio, si le vierais es cómico.
Tomo un café doble mientras
espero la llamada. Cómo me molesta que me saquen por la madrugada casi
amaneciendo de la cama un domingo con lo calentita que estaba y lo bien que lo
iba a pasar… Pero el deber es el deber, no sirve de nada pensarlo.
-¡Ring, ring! ¡Ahí
está! Bajo por el ascensor, salgo del edificio y me lo encuentro en su
deportivo negro fardón y molón, pero no está solo, jejeeje… está con una chica –a
este también le han pillado en la cama con otra y no ha tenido dónde dejarla
aparcada- jajajaja…
Presentaciones. Yo como
si no le conociera más que del trabajo y evitando reírme de la pobre incauta.
Es que no sé la de chicas que le conozco en el poco tiempo que llevo. Se tira a
todo lo que tiene faldas. Por supuesto, conmigo lo intentó, obviamente, pero
sin ningún resultado. Aparte de que no me gustaba nada, no me parecía
correcto que La Juez se enrollase con el Forense y encima siendo este tan
bocazas como era… ¡Lo que me faltaba, vamos!
Íbamos por la autopista
a la velocidad del rayo, como a él le gustaba siempre conducir y me sentí
alegre pues la melena la llevaba al viento, éste me daba en la cara y estaba
viendo un amanecer grandioso, como todos los amaneceres en Tenerife. Llegamos
por fin al sitio indicado, tras múltiples vericuetos trampeando por los caminos
de tierra. Llegamos a una finca grande con muchos jardines, cultivos (no me
extrañaría que tuvieran maría, pero no venía aquí por eso) y una casa de campo
muy grande. Me llevaron los de la Policía Judicial, ya casi grandes amigos míos, al
menos, su jefe Eliseo, un hombre aún joven y más mayor que yo. Me ayudó a salir
del biplaza en el que iba estrechamente situada pero en posición privilegiada
por la altura.
Me comentó Eliseo que
ya estaban buscando al autor y que no era muy agradable la escena. ¡Como si
alguna escena con cadáveres fuera agradable! Entonces no vendría yo, seguro.
Nos metimos por un
pequeño y estrecho puente que cruzaba por encima de una laguna artificial. El
puente era de madera y todo a continuación también, una cabaña de madera, los
escalones, etc.…
Por supuesto, aún no
habían movido el cuerpo, así que entré a inspeccionar la escena y al muerto…
¡¡¡Ostrás!!! ¡Pobre
tipo! ¡Estaba irreconocible! ¡Ni siquiera parecía una persona! Era una masa sanguinolenta, un individuo destrozado hasta la abominación. La nariz estaba
rota y de lado, los dientes caídos en el suelo, la sangre goteándole por la
nariz en punta pues el muerto estaba de pie, de pie apoyado extrañamente en la
nevera. No entendía cómo, pero así estaba y un poco doblado hacia adelante. El
muerto estaba cubierto literalmente de sangre, su pelo, sus ropas, todo. Los brazos y las piernas se encontraban en ángulos incomprensibles, obviamente rotos, lo que me impresionó pues habría sufrido una verdadera tortura antes de morir. No se
podía saber nada de él ahora, salvo que algún hijo de puta le había molido a
patadas y puñetazos estilo kung-fu o cualquier otro arte oriental de los que hombres presumían. Una huella de un pie se encontraba en el refrigerador por encima de la cabeza del muerto. ¡Qué muerte
tan cruel! ¡Qué dolorosa! ¡Cuánto debió de sufrir antes de morir de una
paliza!!! El resto del mobiliario, más bien escaso, no estaba muy descolocado
para lo que allí había pasado. El catre si, ahí debía haberlo encontrado,
dormido e indefenso. ¡Qué canalla! ¡Una auténtica monstruosidad! Me senté para
contemplar bien el escenario y vi las pisadas de sangre que salían de la
cabaña, fui siguiéndolas hasta donde llegaban y de repente desaparecían en la
arena, sin que allí hubiese otras pisadas o marcas. Los de la científica decían
que quizás vino andando aunque era dificilísimo por lo remoto en que se
encontraba el lugar y que si hubiera sido en coche habría señales. Yo pensé en
una moto y lo tomaron en cuenta. Posiblemente fue ese el transporte que utilizó
el asesino, si es que no era ninguno de los de la casa grande en cuya propiedad
estaba esta cabaña pequeña.
Eliseo me preguntó si
quería interrogarles ahora y le dije que sí. Fuimos a un pequeño comedor, tras
cruzar un gran secadero en el que solo había colgados unos cuantos pimientos
rojos secos (la maría, si la había, la quitaron, desde luego) y allí se
encontraban sentados un hombre y una mujer y, al parecer, su hija y, por la
pinta, eran extranjeros, desde luego. Así era, alemanes… ¡qué bien! Esa lengua aún
no la domino, claro que como siga viviendo aquí seguro que la aprendo mucho
mejor que el inglés que ya sé. La conversación fue muy corta, dada la
imposibilidad del idioma, aunque intentamos hablar en francés e inglés, pero
nothing the nothing.
En resumen,
negaban haber visto u oído algo durante la noche, ni coches, motos, ni los
desgarradores gritos de aquél pobre diablo al que mataban a escasos veinticinco metros
de donde vivían ellos. Me enseñaron las habitaciones de ambos, la pareja y la
chica y, por supuesto, mentían. ¿Cómo no habían oído el alarido y los aullidos que ese ser tuvo que desgranar ante la endemoniada paliza que le estaban dando?
Además eso no fueron segundos, como es un tiro, no, fueron muchos minutos para
haberlo dejado como estaba.
Volví al recinto del
muerto. No sé qué se me escapaba de allí. No tenía ningún sentido matar con los
pies y las manos a este tipo, enjuto, delgado, no muy alto y de una edad
indefinible de entre treinta y cinco a cuarenta y cinco años. Claro que matar nunca
tenía sentido pero acostumbrada a los muertos este parecía aún más sin sentido.
No había libretas, pasaporte, dni y estaba claro que era extranjero,
seguramente alemán como los otros.
De ellos solo obtuvimos
el nombre del muerto y que se dedicaba a vivir allí porque no tenía dinero y a
cambio les ayudaba en el campo… Quedaron citados para comparecer en mi Juzgado
al día siguiente a las diez de la mañana, advirtiéndoles de que si no se
presentaban los vendrían a detener. Menudos mentirosos que estaban hechos,
aunque por todo lo que les rodeaba no sospechaba de ninguno de ellos como
autor. Quizás tenían miedo de la revancha del verdadero asesino. Yo también lo tendría.
Como ya me habían
fastidiado el día opté por despedirme del forense y su nueva chica y vernos el
lunes con el resultado de la autopsia –a este sí que se lo habían fastidiado y
bien; ponerse ahora a abrir ese cuerpo que estaba más roto que un juguete usado
de generación en generación-. Me fui con Eliseo y sus chicos que me
garantizaron llevarme luego a Santa Cruz a recoger mi coche. Iba con ellos en
el coche de camuflaje (¡ji! ¡De camuflaje! –me reí- si lo conocía todo el
mundo, al menos todos los delincuentes, eso sí). Mientras íbamos conduciendo
dieron un aviso de un coche a la fuga con disparos incorporados. Los tres me
miraron suplicantes. Estábamos en la misma autovía por donde el coche
supuestamente había escapado y… lo estábamos viendo.
-Doña Isabel, ¿no le
gustaría hacer una persecución?- dijo Eliseo anhelante.
Y dieron un acelerón de
muerte, pusieron la sirena y en menos de quince segundos zigzagueábamos entre
los coches detrás del que había disparado contra los policías al intentar
detenerlo. Yo me lo estaba pasando en grande, siempre he sido terriblemente
arriesgada e imprudente y jamás había conocido el miedo. La verdad, es que para
morirse de todos modos, era preferible morir riendo que morir potando enfermo.
Gritaba y llenaba el aire con mis gritos de aliento. Ellos me miraban
satisfechos y con placer, enseñándome lo buenos pilotos que son y lo bien que
lo hacían todo y con qué devoción. Y yo se lo agradecía no solo dejándoles
hacer sino palmeando cuando lo hacíamos… Sabía que era la única. Los otros dos
compañeros eran unos pavos. Uno, el del uno, jamás de la vida, se hubiese
metido en un cutre coche policial con su impecable y carísimo traje de chaqueta
y su bronceado varonil. Y la otra, la del dos, odiaba a todo lo que se llamara
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, comprendiendo todo, TODO… desde los
Guardias Civiles, Policías Nacionales (a quien nada más llegar les abrió unas
previas por presunto delito de lesiones en un interrogatorio), Policías
Locales, Guardas de Seguridad y Porteros de Discoteca… Los odiaba visceralmente
como buena militante del PC, del que tuvo que salirse porque los Jueces no
podemos estar afiliados a ningún partido ni participar o colaborar públicamente
con alguno. Le venía de herencia, la rojez, su padre andaluz bla, bla, bla…
Vamos que no tenía ningún motivo concreto para odiarlos. Como decían en
Tenerife y todo Canarias, era una rebenque, es decir, entre rencorosa de
nacimiento, rebelde, tonta y correveidile… Mmm… Por eso me gusta tanto esa
palabra, REBENQUE; se puede decir tanto con un solo apelativo.
Cuando la persecución
llegó a la altura del otro coche en paralelo, para avisarles de que pararan, el
policía que estaba a mi lado me bajó la cabeza y todo el cuerpo para
protegerme.
Yo no intenté moverme pero no porque me diera miedo de un arma o de que me reconociesen, sino por los policías, se jugaban mucho teniéndome a mí con ellos y si me pasaba algo no quiero saber adónde rodarían sus cabezas, por irresponsables. Al menos, fue lo que me dijeron.
Yo no intenté moverme pero no porque me diera miedo de un arma o de que me reconociesen, sino por los policías, se jugaban mucho teniéndome a mí con ellos y si me pasaba algo no quiero saber adónde rodarían sus cabezas, por irresponsables. Al menos, fue lo que me dijeron.
Al final, los cuatro
locos que habían huido fueron obligados a parar y de ellos se encargaron el
coche de policía que nos había alcanzado mientras le perseguíamos. Los chicos y
yo recuperamos el aliento y se les veía felices y satisfechos. Me caían bien.
Eran buena gente Y, sobre todo, cumplidores y efectivos. Les invité a una
cerveza en el Puertito de Güimar. Ya se nos había pasado la hora de desayunar
hace mucho. Después me llevaron como prometieron hasta mi vehículo. Me despedí
alegremente de ellos y antes de subirme al coche, sopesé la idea de volver a la
cama calentita de la que me habían echado con lo del muerto y continuar
durmiendo hasta el día siguiente, pero como sabía que eso no iba a ser así de
sencillo, opté por tomar un café en un sitio agradable y largarme acto seguido.
Otro día sin desayunar, sin comer y, por lo visto, sin cenar, pues en casa no
había de nada. Era mejor así, que andar tirando toda la comida que compraba
porque estaba podrida.
Decidí ir a mi
restaurante favorito y hacer mi pedido favorito, por supuesto, para llevar. En
cuanto me vieron los dueños, me sacaron un caldo suculento recién hecho que me
obligaron a tomar bajo pena de no dejarme ir… Bueno, vale, lo tomo… lo tomo…
mmm… delicioso.
Salí de allí repuesta y
ya era hora tardía, había anochecido del todo. Subí hasta el juzgado, abrí y
aproveché para dejar mis anotaciones sobre el muerto encima de mi mesa. ¡Qué
asco de Secretarios! Como no tenía ninguno, y vivían tan lejos, normalmente en
Santa Cruz, de donde se encontraban mis muertos me daba apuro llamarles y menos
en fin de semana para levantar el muerto. Así que al día siguiente, le
explicaba lo sucedido y levantaba el acta correspondiente. Desde que Diana se
marchó nunca más había vuelto a ir acompañada a nada por el Secretario y eso
que Diana tampoco lo era, pero era la oficial con más disposición y buena para
el trabajo que había encontrado en mi vida.
Cuando salí ya serían
las doce. Así que me subí al coche con otro archivador con documentos (no se
pueden sacar documentos del juzgado). Pues no sé como coño iba a dictar las
sentencias y revisar los pleitos si no los podía sacar de allí. Pero ese
capítulo vino muchos años después. Aquí no había problema.
Mientras bajaba hacia
el Médano completamente sola por esa carretera a esas horas vi el enorme
círculo, nunca lo había visto tan grande, el enorme cinturón naranja de la luna
saliendo por el horizonte. ¡INMENSO! ¡DELICIOSO!... Qué suerte había tenido de
poderlo ver. Era colosal, aparecía casi de un lado del horizonte a otro y no se
movía, estaba ahí quieto encima del mar, con esa media luna naranja que dejaba
el cielo todo él anaranjado, rojo y amarillo. Antes de entrar en el pueblo y de
que las casas me interrumpieran su plena vista, aparqué a un lado de la
carretera para ver ese fenómeno tan bello y natural.
Como esto dura tan
poquito, como todo lo bueno, salí del coche, en una noche perfecta sin frío,
sin calor y con una brisa suave y seguí admirada el horizonte. Estaba pensando,
o más bien, descansando de pensar cuando volví a mirar el reloj: doce y media. ¡No
era posible!... ¡Absolutamente imposible!... Pero si la luna estaba exactamente
igual que cuando paré. ¡Qué cosa tan extraña! Recordé todos los periodos de la
luna y sus movimientos, rotación, traslación, transmutación y el nuevo que
llamaban libración (ver más superficie de la luna que el 50% debido a la
velocidad orbital, tanto del norte como del sur y del oeste al este).
Ninguno de esos temas y
todo lo que sabía de la luna daba explicación a este fenómeno… La una menos
cuarto y estaba igual. ¡Foto!, recordé…Fui al coche saqué el móvil e hice unas
cuantas instantáneas sin fijarme en ellas. Solo en la luna que seguía
mansamente en aquel lugar de la misma forma y manera… Era asombroso y por más
increíble que pareciera eso no era la luna. De esto estaba profundamente
segura. Oh!... si al menos, no quedase en el mar o en el horizonte esa luna me
habría acercado a saber qué era ese OVNI, pero con lo cansada que estaba, fui a
casa, comí un poco y salí a la terraza para cerciorarme de que aquel objeto
seguía allí en la misma posición. La verdad es que no tenía ni idea de lo que
hacer, me estaba riendo contemplando el espectáculo e imaginando las respuestas
que me darían si llamase a la Guardia Civil, Policía Nacional o Local o a algún
amigo a esas horas de la noche… Por supuesto, que no lo haría. Y cayéndome de
sueño me quedé dormida al relente en la tumbona de la terraza, pensando que
todo esto era un sueño.
Al despertar, menos mal
que el móvil suena indefectiblemente a la misma hora, día tras día, me
sorprendí al ver que estaba dormida en la terraza. Era rarísimo que me hubiera
podido dormir en otro sitio que no fuese una cama. Pero como recordé el día que
me esperaba con lo de ayer, me incorporé sin darle más importancia y fui a por mí
café triple. Me duché, me vestí convenientemente, hoy tocaba de verde –me
encantaba-, así que falda mini de estampados pequeños de hojas sobre un fondo
de crema, blusa de seda verde con pliegues muy discretos verticales en el pecho
y una chaqueta de corte masculino verde, del mismo color que la blusa. Ah! Y
por supuesto, unos deliciosos zapatos verdes de ante con piel verde también.
Iba a salir, cuando me
acordé del OVNI o de la luna o lo que fuera y saqué el móvil del bolso para ver
las fotos que había hecho y estar segura de lo que había visto. ¡Ahí estaba! Un
aparato extraño de dimensiones y formas extrañas, redondeado, ovoide y con
sombras que asemejaban ventanas y puerta… ¡¡¡No podía creerlo!!! Era cierto, ¡¡¡HABÍA
VISTO UN OVNI!!! Lástima que mis obligaciones tuvieran que dejar aparcada por
años esta extraordinaria historia
Fdo. Isabel Oliva.
Que bien asesinatos y encima tenemos también, Marcianos, ¡chebere! Isabel, ¡Síguela rápido!
ResponderEliminarWoww que historia!no me quedaré sin saber cómo sigue!
ResponderEliminarUn beso Isabele,fantástica!
Ay que bueno que escribas de mi tierra Isabel.
ResponderEliminarY que hayas usado REBENQUE: aquí lo utilizamos para decir que alguien es tonto también significa látigo y persona de mala reputación y si dices o haces alguna tontería amenazamos con darte un REBENCAZO bueno en realidad decimos REBENCASO. Me gustó el relato y muy bien plasmado como somos aquí no se sí es por el sol, que nos funde el cerebro o que, pero las situaciones siempre tienen algo de cómico y nosotros la risa fácil.
Lo he leído con una sonrisilla todo el tiempo y las fotografías eran perfectas
Isa, si da pena que se acabe, y como dice Frank, si tiene de todo!!!
ResponderEliminarMe ha gustado y ha sido muy entretenida. Siguela!!!
Te pega todo lo que cuentas y esta vez no nos quedamos con un gusto amargo sino con una sonrisa, a pesar del pobre muerto...
Que queremos saber qué paso!!. Besossss .
A mí me interesa mucho saber qué pasó. ¿Se la llevaron los marcianos? ¿Fue a verlos? ¿Cogieron al que lo había hecho y qué le pasó? ¡Uy, para una vez que tenemos una fuente de primera mano y nos deja con la iel en los labios! No seas así, Isa... Continua, mujer...
ResponderEliminarTe lo pido por favor.
Besos.