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sábado, 1 de diciembre de 2012

JURMO, de Mercy Flores







JURMO

Erase una vez un Caracol viejo, muy viejo, tan viejo como el mundo. Vivía en medio de Picadilly Circus y de allí no se movía pero textualmente, no daba ni un paso. 

Llamaba mucho la atención porque llevaba un hermoso y diminuto castillo en su caparazón. Muchos años atrás se podía ver luz en su interior, pero hacía décadas que permanecía en total oscuridad. 

El alcalde de la ciudad en vista de la curiosidad que despertaba entre los transeúntes decidió rodearlo de pequeñas farolas, a escala, para que fueran exactas al resto de las de la ciudad y le cedió un pequeño trozo de asfalto. Los niños, mujeres y hombres de todos los lugares del mundo viajaban hasta allí para contemplar al viejo e inmóvil Caracol. Se sabía que aún tenía vida porque muy de vez en cuando pestañeaba y lanzaba un suspiro al aire, que muchos quisieron interpretar. 

─Que si estaba aburrido de la ciudad…
Que seguro se había perdido hacía muchos años y ya no caminaba porque no sabía a dónde ir.
Otros especulaban que daba buena suerte, y otros que la daba mala

Una mañana de invierno en medio de la espesa niebla de Londres una niña se perdió y tropezó con el viejo Caracol, se agachó hasta ponerse a la altura del animal y después de observarlo detenidamente la niña le lanzó unas preguntas:
¿Por qué tienes un castillo en tu caparazón?  ¿Qué haces aquí tan solito, te perdiste como yo?

Muy, muy lentamente el Caracol movió su boca para responder, tardó tanto en hacerlo que la niña se asusto al oír su profunda voz, ya no se acordaba qué le había preguntado. 

Me llamo Jurmo. Yo vivía hace mucho tiempo atrás en el bosque y un hada boba decidió hacer su castillo en mi caparazón, pero lo construyó de piedras preciosas porque era muy vanidosa y pesa tanto que no puedo caminar. Aquí vivió ella durante un siglo y durante todo ese tiempo el mundo se movió, pero no así yo. Se fue el bosque y poco apoco esta jungla loca de asfalto apareció y cuando un día alguien estuvo a punto de pisarme se clavó la estrella de la torre de mi castillo que era de rubí y murió desangrado en este mismo lugar, pues nadie se detuvo a observar ni ayudar, hasta que pasaron unos días y así al recoger los despojos de aquel hombre me descubrieron a mí y pensaron que daba suerte pues también encontraron el rubí incrustado en el zapato del finado. 

La niña aprovechando la niebla guardó al Caracol en su bolsillo y prometió que lo ayudaría. 

Recorrieron casi a tientas, las oscuras calles de Londres hasta que la pequeña tropezó con un perro salvaje con feroces ojos rojos y babosas fauces, aquella bestia se dispuso a atacar a la pequeña, a la que atrapó en sus mandíbulas y justo cuando iba a cerrarlas para zampársela, se clavó la chimenea del castillo del viejo Caracol hecha con plata y acero. Los aullidos de la terrible bestia se oyeron a kilómetros y un regordete anciano que rentaba la taberna del oscuro callejón recogió a la muchacha y la escondió. A pesar de su corta edad la niña estaba tan asustada que el tabernero le sirvió un ponche, con algo de alcohol, para que se calmara y funcionó; la niña se puso tan contenta que parloteaba aquí y allá con todos los clientes del lugar, tarareaba canciones infantiles y hablaba y hablaba sin parar, tanto que contó la historia del Caracol y en cuanto mencionó las piedras preciosas del castillo se abalanzaron sobre ella para arrebatárselo, echó a rodar bajo las mesas para escapar de la escaramuza sin percatarse de que el animal había caído de su bolsillo.

 

Escapó por la ventana de los servicios y comenzó a correr, metió la mano en su bolsillo y, horrorizada, notó la ausencia del pobrecito Caracol. 

Que miedo tenía, temblaba como un flan y un sudor frío recorría su pequeño cuerpo, se hallaba en la noche más oscura de su vida en un apestoso callejón y sin salida; a un lado un perro feroz que aún oía aullar de dolor y al otro unos borrachos que quizás ya habían descuartizado a su pobre amigo, pero no podía dejarlo allí, ella había prometido ayudarlo. Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no percibió que algo más oscuro que la noche se acercaba a ella. Un nauseabundo hedor lo impregnó todo, se giró temerosa, horrorizada y se topó con unos ojos inyectados en sangre y unas fauces abiertas casi más grandes que toda ella. De aquellos ojos caían lágrimas de dolor y le propuso un trato a aquella bestia, ella le quitaría la chimenea del castillo que tenía clavada en el paladar con la condición de que él le ayudara a salvar al viejo Caracol. 

La bestia no dudó y se tumbó en el suelo para dejar hacer por la niña, costó mucho, pero consiguió arrancársela bastante rápido. 

El abominable perro dejó que la niña lo montase, cual jinete y así con toda la fiereza del mundo irrumpieron en la taberna, rescatando al pobre y cansado Caracol, al que estaban a punto de matar para quitarle todo su caparazón. 

Huyeron a toda prisa. La niña, el perro salvaje y el viejo Caracol se despidieron sabiéndose amigos eternos. 

Unos minutos más tarde la niebla se disipó y la pequeña corrió hasta su casa, cortó el castillo del caparazón del animal con mucho cuidado y lo colocó en su casa de muñecas y al Caracol lo depósito en el jardín trasero de su casa, este estaba tan contento que no podía parar de correr (bueno para ser un Caracol) y la niña le lanzó un besito volado y se marchó. 


 

A lo largo de la vida de la muchacha lo vislumbró en muchas ocasiones agazapado en los muros o balanceándose en las hojas de la hiedra y sintió la felicidad que él sentía. 

Muchos años más tarde cuando aquella niña se convirtió en una dulce anciana vio un resplandor salir de su antigua casa de muñecas y al mirar el castillo del Caracol estaba totalmente iluminado y comprendió que ahora el animal era un ángel, su ángel y que siempre la acompañaría. 

Se recostó cansada y sonrió mientras se quedaba dormida plácidamente en su último sueño. 

Fin 
Autora: Mercy Flores. 

8 comentarios:

  1. Nicolás Megías Berdonce1 de diciembre de 2012, 19:07

    Buenas noches, precioso relato, por unos segundos me he trasportado a esos callejones de Londres y he vivido al compás que el caracol sus aventuras...

    Felicitaciones... me ha encantado...

    Abrazos...

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  2. Lo dije antes y lo vuelvo a repetir, cuento para remover conciencias, hacer pensar y no olvidar que la vida no es solo andar o rodar, sino, dejar bellos recuerdos para vivir en la mente y en el corazón de los demás... cuando ya no estemos aquí. Felicidades, Mercy, por lo menos en mí, lo lograste, muchas gracias. Un abrazo.

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  3. Es un placer dar a conocer uno de esos preciados relatos de Mercy Flores. Este surgió como todos de una fotografía, la que visteis al principio, que le dedicó una amiga en su muro. De ahí sacó este inimaginable cuento de hadas que haría las delicias tanto de niños como de grandes.

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  4. Gracias chicos.
    Ric estoy sin palabras es para mi todo un honor, no imaginas lo que significa para mi estar en tu blog y que hayas enriquecido mi cuento con esas maravillosas imágenes que has añadido. Francamente precioso. Gracias.

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  5. Si la primera vez que lo leí me impresionó... esta vez me ha dejado el bello de punta...¡¡Chapó, Mercy!! Eres FANTÁSTICA relatando historias... creando, y haciendo que en nuestra imaginación se reporduzcan esas maravillosas historias creadas en la tuya... Sin palabras, me siento orgullosa de tí, no sé cómo explicarlo, pero sé que me entiendes. Un abrazo. ♥

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  6. Enhorabuena Mercy por tu entrada al blog.Precioso relato y en un montaje impresionante, menuda joyita. Felicidades a los dos a ti Mercy por tu increíble imaginación y a ti Ric por el trabajo, de enmarcarlo tan bello. Kisssss

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  7. Cuanta belleza... ha sido un regalo de Reyes adelantado!
    Un relato que hace soñar acompañado de la música de Jaime, que para mi es muy especial...
    Sólo una palabra... GRACIAS!!!

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  8. Merci pour ce joli conte merveilleux ,plein d'enseignements
    Jolies illustrations

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