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domingo, 29 de septiembre de 2013

FRANK SPOILER SÁNCHEZ

http://frankspoiler-alma-sin-destino.blogspot.com.es/2013/09/me-sacio-con-la-sed-lujuriosa-de-tus.html?spref=fb

FRANK SPOILER SÁNCHEZ



Llegó la hora de incrementar la plantilla y la temática de este blog porque creo que hay casi de todo, pero ¿qué falta? ... A ver, decidme....

Pues falta alguna que otra poesía y por eso recurrimos a Francisco Javier Sánchez Mira (Frank Spoiler Sánchez). Este profesional que lleva años dándole al teclado contando por todas partes los sentimientos del corazón, propios y ajenos, jajajajaja... No todo lo que cuenta le sucede o le ha sucedido a él (aunque el 90% sí). Pero sus sentimientos se escriban de unos o de otros siempre son los mismos y por ello nos sentimos identificados plenamente al leerlos.

Su blog es el que he dejado al inicio de esta entrada, pero además de esto, tiene libros escritos y publicados. Que yo sepa, hasta el momento, PUNTAS DE LANZA AL CORAZÓN: poemas directos al alma, SUCEDE A DIARIO: MICROS DE TERROR URBANO, EL CELADOR DE TUS POEMAS y POESÍA DESDE LAS ENTRAÑAS. Pero está a punto de salir la que más me gusta a mí -no lo puedo evitar- UN ASESINO SIN SERIE. Tiene otras publicaciones en las que participa con sus cuentos como la de CUENTOS DE CHOCOLATE, que va destinada a conseguir ingresos para Cáritas. Yo también participo pero el libro que, además, está decorado con pinturas e ilustraciones de Olga Artigas, una pintora profesional y una gran amiga. También participa Isabelle Lebais, a quien todos conocéis en este blog, Mercy Flores también y otros como Alex Calderón, Inma Flores, Rachel Borreguero Díaz, Paloma Hidalgo D, Tere Ardiz, Manuela Herrero Palomar, Daniel de Cordova, Felix Jaime Cortés, Janeth Camino, Isabel A. Hernandez, Carmen Villamarín, Olga Artigas, Julio García Castillo, Enrique Ríos Ferrer, Vivian Stusser, Karina Delprato, David Berzal... y yo mismo.

Os dejo aquí sus enlaces por si os interesa comprarlos o leerlos. Yo los tengo todos.

Poesía de Pablo Neruda, poema de Alejandro Sanz.



Pintura de Emilia Wilk
 http://emiliawilk.com/galeria.html








Me gustas cuando callas porque estás como ausente, 

y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. 

Parece que los ojos se te hubieran volado 

y parece que un beso te cerrara la boca. 



Como todas las cosas están llenas de mi alma 

emerges de las cosas, llena del alma mía. 

Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, 

y te pareces a la palabra melancolía. 



Me gustas cuando callas y estás como distante. 

Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. 

Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: 

Déjame que me calle con el silencio tuyo. 



Déjame que te hable también con tu silencio 

claro como una lámpara, simple como un anillo. 

Eres como la noche, callada y constelada. 

Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. 



Me gustas cuando callas porque estás como ausente. 

Distante y dolorosa como si hubieras muerto. 

Una palabra entonces, una sonrisa bastan. 

Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.



Pablo Neruda.






Cuando sea espacio... 

La frontera es tu imaginación.
De momento solo soy terrícola ni español ni europeo ni latino ni flamenco ni siquiera... occidental. 
 Solo soy un terrícola que sueña con ser lunático y aunque seguro, que jamás llego a ser marciano, cuando sea espíritu, seré espacio. Y si veo que el infinito me agobia, echaré un vistazo en uno de esos agujeros negros que me dicen, que hasta la luz se traga. Mi ayer, mi verdad, mis principios vienen y van y se van cada vez por más tiempo... Tan llenos de simples verdades, tan fácil si sabes hacerlo. Mi aquel y mi allí, mis principios vienen y van, y se van cada vez por más tiempo. Pero cuando sea espíritu seré espacio... y si veo que el infinito me agobia... te llamaré o me llamarás, echaremos juntos un vistazo en uno de esos agujeros negros que dicen, que hasta la luz se traga... Pero yo, cuando muera, cuando sea espíritu, seré espacio, cuando sea espíritu... seré espacio y ya no tendré que pararme en tu frontera y ya no podrán hacerme más daño.

Cuando sea espíritu seré espacio... Alejandro Sanz

miércoles, 18 de septiembre de 2013

EL PREMIO, de Mercy Flores

Ahora os dejo con una persona a la que se sentía en falta a rabiar en este blog. Ha venido y rápidamente se ha incorporado al ritmo escolar con sus fantasías y cuentos para mayores y pequeños: Mercy Flores. En sus propias palabras, así ha vuelto:

Os dejo un micro muy propio para esta época del año. besitos y buenos días a todos muaksss.




EL PREMIO

Hoy recibo el premio a la longevidad de mi especie, un año de vida (increíble entre nosotros ya que lo normal es un mes y eso con suerte porque lo más habitual es morir a la semana).
Se nos ha perseguido desde el principio de los tiempos.
Mi madre murió justo al parirme víctima de un veneno que vertieron en nuestra colonia. Mi padre me ayudo a dar mis primeros pasos pero enfermó, se fue quedando tan delgado que su cuerpo parecía un forro transparente, lo habían envenenado y antes de morir me suplicó que escapara y así lo hice, huí por mucho tiempo y donde llegaba a penas un día después tenía que continuar huyendo pues la muerte se cernía ante mi y todos mis congéneres morían ante mis ojos.
En el último lugar que estuve una inundación acabó con todos, apenas pude escapar y debido a los gases tóxicos que desprendía aquella extraña agua vomité durante días.
Pero encontré el refugio perfecto.
Aquí estoy calentito y bien. Al principio pase mucho tiempo solo pero por fin un día llegó Moni y me enamoré tan sólo con verla. Tuvimos descendencia casi de inmediato y nunca hemos sufrido ningún ataque, éramos muy felices hasta que un día Moni vino llorando pues había averiguado la razón de nuestra tranquilidad.
Vivíamos en la cabeza de Tom un niño de cuatro años que a causa de un accidente de tráfico había quedado en coma profundo, claro el pobre no se rascaba cuando alguno de nosotros lamíamos su sangre y como tampoco hablaba no se podía quejar a su madre, esta permanecía día y noche a los pies de su cama, le contaba historias hermosas y de vez en cuando lloraba desconsoladamente y Moni al escuchar su llanto se conmovió.
Hoy recogeré mi premio al piojo más longevo y después Moni y toda la colonia hemos decidido chupar al unísono la sangre de Tom.
Tom de un salto quedó sentado en la cama llevándose las dos manos a la cabeza, rascando con fuerza y su madre atónita lloraba y reía mientras abrazaba al niño que no podía parar de rascarse.
Esa misma tarde ayudamos a nuestros vástagos a abandonar el lugar, pero Moni y yo nos quedamos allí (pues era nuestro hogar). Agarraba con fuerza las manos de Moni mientras éramos envenenados y sonreíamos felices pues sabíamos que habíamos hecho lo correcto. Nosotros habíamos vivido ya suficiente pero Tom era tan sólo un niño.
Fin.
Autora: Mercy Flores.



lunes, 9 de septiembre de 2013

EL GRAN SECRETO DE KALERNA, de Ricardo Corazón de León

Para romper con todo os ofrezco un relato que escribí para otro concurso en el que había por fuerza que basarse en un personaje de la novela "Leyendas de Lacenor. La ciudad blanca" que es una saga. El relato lógicamente no podía desmadrarse porque iba a ser el principio del siguiente volumen.
Como a mí no me contaron nada yo no os cuento nada, dado que da igual de qué vaya la novela pues funciona autónomamente. Espero que os guste.

                                  

                                                EL GRAN SECRETO DE KALERNA







Kalerna y Konrad también habían participado en la reyerta contra los sectarios Era su primera intervención en combate y, como novatos, les correspondía sacar los cadáveres y quemar a los niños y adolescentes que habían sobrevivido.
A Kalerna, que jamás dudó de la palabra de Cirn DeNekut, el gran Paladín Blanco, le pareció excesiva la medida de quemar a los que habían sobrevivido, sobre todo, para la pequeña que horas antes se había acercado a él a saludarle y entregarle un ramo de orquídeas, las flores más bellas de la región, y éste le había sonreído y acariciado el cabello. ¿Por qué habría de morir esa niñita? ¿Cuánto mal se le podía haber metido en su cuerpecillo en tan breve espacio de tiempo? ─se preguntaba Kalerna mientras arrastraban al exterior a los cadáveres para quemarlos pues no podían ser enterrados como los Seguidores de Isilwentari: Diosa de la Luz y de la Vida. Pese a ser una fervorosa devota de la Orden Blanca y su Paladín quemar a una niña de siete años que había sido torturada con ritos y tatuajes de las Fuerzas del Mal, de la Oscuridad, era una pena desproporcionada. La niña no había venido voluntariamente sino que la habían raptado, como al resto de los sobrevivientes, que rogaban por su vida mediante lastimeros gritos y súplicas. Esta chiquilla no abría la boca, estaba tan asustada que Kalerna creía que no había entendido la orden final porque se la veía tranquila y relajada por fin y había dejado de llorar pensando que sus rescatadores la dejarían marchar y podría ver a sus padres.
            ─¿Cuándo podré regresar a casa? ─le preguntó a Kalerna cuando pasaba a su lado en busca de otro cadáver. Ésta se quedó muda, realmente no sabía qué contestar. Veía su mirada llena de esperanza, su ingenuidad y su pureza y no fue capaz de responderle que nunca, que el gran Paladín Blanco había ordenado que fuera quemada viva. Esa mirada se le clavó en el corazón y durante todo el tiempo que tardaron en sacar a los muertos y disponer las llamas se planteó una y otra vez qué podía hacer aunque quisiera salvar a la niña. En una de sus idas y venidas arrastrando los pesos se cayó. Al tropezar contra el suelo y a la altura de sus ojos, detrás de la puerta de madera de la entrada vio lo que podía ser un mecanismo para acceder a alguna cámara secreta, no lo podía saber si no lo comprobaba y sus hermanos y compañeros no paraban de pasar.
            En un momento determinado decidieron recuperar fuerzas pues tenían que seguir ahora cortando madera para hacer una gran hoguera. Los cuerpos no prendían solos. Kalerna decidió que esa era su oportunidad de saber qué había detrás de aquella aparente cerradura. Sus compañeros estaban sudorosos, cansados y contaban las barbaridades que habían presenciado o a cuántos habían ayudado a matar. Sutil como el aire se introdujo en la cabaña. Lo que más temía era quedarse encerrada dentro. Tenía excusa para cualquier otra circunstancia que sucediera.
            Al llegar tocó esa cerradura, parecida a un nudo gordiano, la tocó e intento accionarla en todos los sentidos, de cualquiera forma. Tenía poco tiempo y debía darse prisa. En una de las posiciones se oyó un ligero chasquido y una pared que hasta ese momento formaba parte del zaguán desapareció trasladándose a un lateral. El sonido fue tan suave que no pudo ser escuchado más que por ella misma. Era como el ruido de un desplazamiento accionado mecánicamente. Como era de día bastó con la luz del sol, que ya había salido, para ver que este era un cuarto secreto de los seguidores de las tinieblas. En éste habitáculo se encontraba todo tipo de instrumentos de tortura y potros de madera para llevarlas a cabo. A un lado se encontraban las armas que los oscuros tenían para protegerse en caso de necesidad y tres cofres, cuyo contenido ignoraba.
            Rápidamente, comprobó que sus compañeros seguían distraídos y se dirigió a la sala adyacente; con su daga cortó las ataduras de la niña y se la llevó volando hasta la habitación escondida. No confiaba en que se estuviese callada porque seguramente no entendía nada de lo que estaba haciendo y solo confió en que la solidez y grosor de los muros hicieran desaparecer los chillidos de la niña. De todas formas, mientras la llevaba en sus brazos le contaba lo que iba a pasar con ella.
            ─Escucha, niña. No hay tiempo de explicaciones. Quieren quemarte, pero yo te voy a salvar. No me preguntes nada más y quédate callada en este lugar, porque si te oyen o averiguan dónde estás arderás viva en una pira de madera.
            La pequeña solo abrió mucho los ojos y la boca y Kalerna rezó para que no se descubriese, porque eso significaría no solo la muerte de la chiquilla sino la de ella misma por haber desobedecido las órdenes de Cirn DeNekut.
            Dejó a la niña en el suelo advirtiéndole que no tocara nada pues podía ser peligroso para ella y que volvería en cuanto pudiera con agua y comida. Dejó prendidos dos velones que la harían sentir segura y le pasó una capa de las que había colgadas por encima de los hombros. A continuación se marchó. Volvió a accionar el mecanismo y el muro rodó de nuevo a su sitio, sin que se apreciara ninguna diferencia con el resto de la entrada. Estos oscuros trabajaban bien.
            Regresó con sus compañeros. Se sentó al lado de Konrad y le preguntó.
            ─¿Por qué el Paladín Blanco piensa que estos niños han sido endiablados? ¿Tú crees en eso de estar contagiado solo por unas horas al lado de los malignos?
            La mirada de su hermano le hizo arrepentirse inmediatamente de las dudas planteadas y, con intención de remediar el daño, prosiguió,
            ─Yo estoy segura de que el Gran Cirn sabe de esto mucho más que nosotros, y que si procede así es porque son peligrosos.
            Su hermano sonrió y ella se tranquilizó. Con el tumulto de los cuerpos, la lucha, los cadáveres y la leña, nadie se dio cuenta de que la niña faltaba pues no se había hecho ningún tipo de recuento.
            La gran pira de leña estaba lista y sobre ella se pusieron los cadáveres y atados a ellos a los niños que aún quedaban vivos, los cuales luchaban de forma denodada por liberarse. Los arqueros retornaron a sus puestos y a la orden de su capitán dispararon las flechas de fuego.



            Kalerna quería taparse los ojos, los oídos y la boca. Escapar de aquel horror. Era la primera vez que presenciaba una imagen similar y por mucho que ella confiase en la certidumbre e infalibilidad del Gran Cirn, esta vez le dolía mucho la decisión tomada. De repente entre los gritos de los niños se alzó una carcajada diabólica que hizo callar cualquier otro sonido. Esa risa heló la sangre de Kalerna pues seguro que no provenía de ningún muerto sino de algunos de los sobrevivientes que ya habían sido impregnados del Mal, de la Oscuridad.
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Cuando corrió con la comida envuelta en una tela y el odre de agua a la extraña habitación todos se habían retirado a sus hogares. Reinaba una paz bendecida por haber limpiado el pueblo de servidores del mal. Todos los ciudadanos de Orium estaban agradecidos al Paladín Blanco y  a sus caballeros por esta liberación. Ya no habría más desapariciones de niños.
            En el centro de la estancia la niña estaba sentada en el suelo de espaldas a ella. Tenía la melena morena despeinada, aún conservaba flores de lo que había sido el adorno floral para recibir al Cirn. Pero también estaba llena de otros ungüentos y fluidos cuya procedencia desconocía. Ni se volvió al oír sus pasos. Kalerna susurró suavemente
            ─Te he traído algo de carne y pan y un odre lleno de agua. A la noche podré traerte algo de leche. Debes aguardar aún aquí y descansar ─dijo, mientras extendía la tela con los alimentos y la bebida, al lado de la niña─. Creo que mañana podré ponerme en contacto con tu familia y devolverte con ellos. ¿Quieres?
            No hubo respuesta de la pequeña que aún no se había movido, a pesar de que el olor a carne era delicioso. Fue a tocarla para sacarla de su ensimismamiento o de su miedo y sufrió una descarga eléctrica que le entró por los dedos, en contacto con la capa y le recorrió el brazo y el cuerpo entero. Se quedó rígida con un dolor inexplicable y mirando con sorpresa a la niña que, en ese momento, se giró hacia ella y le dirigió una mirada que no pudo definir. No parecía la misma niña. Esos ojos eran los de una adulta, los que Kalerna había visto cuando la rescató habían desaparecido. Esa inocencia e ingenuidad, la confianza y alegría con la que la llevó en brazos no existían ya. A pesar del dolor olió algo que le hizo pensar en azufre y todo su cuerpo se rebeló, cogió la daga que llevaba al cinto y la sacó. No sabía exactamente qué estaba sucediendo pero en el momento en que brilló el cuchillo con la luz de las velas, lo supo; los ojos de la niña miraron la daga y se quedó paralizada. Súbitamente un empujón de alguna fuerza invisible la estrelló contra la pared que se encontraba libre. Sintió un fuerte dolor en la espalda y la cabeza con la que había chocado y fue lo último de lo que se dio cuenta antes de caer en una negrura y perder el conocimiento.
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Antes de abrir los ojos supo que no había suelo bajo sus pies, que estaba en el aire, pegada a una pared y desnuda. El dolor de su cráneo iba y venía en oleadas. Su cabeza pendía y el cabello la tapaba, por lo que aprovechó el momento para abrir los ojos. Al principio, no distinguía bien nada. Luego confirmó que se encontraba en el aire a cuatro palmos del suelo y adosada a la pared como si de un imán y metal se tratase. Había mucha más luz de la que recordaba y pudo ver en el centro del piso dibujado un pentagrama con algo de color granate, rojo oscuro y en sus cinco ángulos había una vela. Intentó, sin poner en evidencia que estaba despierta, buscar a la niña pero no entraba dentro de su campo de visión y en un parpadeo estaba debajo, a sus pies, fijando en ella una mirada malva electrizante. 



Sus ojos brillaban por encima de toda esa luz y lucía una sonrisa siniestra. Alargó la mano y una daga que había en el suelo voló hasta su pequeña mano. En ese momento algo hizo que Kalerna echara la cabeza hacia atrás y sus extremidades se abrieron como las aspas de un molino. La daga se elevó por una mano invisible y comenzó a dibujar el mismo pentagrama que había en el suelo sobre su piel, a la altura de su vientre. El dolor y el miedo se acumulaban y le impedían chillar. Estaba aterrorizada. Temblaba de pies a cabeza y pudo notar como sus esfínteres se aflojaban sin que ella pudiese controlarlos. Lloraba pero no podía gritar. El cuchillo dibujaba, cortando su piel, el maldito símbolo de la Oscuridad. Ya se daba por perdida y peor que muerta, siendo una sectaria del Mal cuando de reojo vio, casi pegado al pie derecho, el gran velón sujeto por un trípode de hierro. Intentó alcanzarlo sin dejar de llorar pero temblaba tanto que no podía extenderse lo suficiente. La daga seguía dibujando y marcando a sangre y fuego y, en un último y poderosísimo esfuerzo, oró a Isilwentari: Diosa de la Luz y de la Vida y volvió a intentarlo. Dejó de temblar por un momento sustituyendo el miedo por odio y rabia y pudo tumbar el trípode con su vela al suelo. Al caer los aceites que había expandido la niña por el piso se prendieron así como la capa que portaba y, en ese instante, Kalerna cayó a tierra, junto con su daga, que cogió velozmente y aprovechando la sorpresa y el fuego que habían distraído a la niña sin nombre corrió hacia ella y sin mirarla la sujetó contra sí misma un minuto, lo suficiente para cortarle la garganta y degollarla. El fuego se avivó, la cabeza rodó hacia el pentagrama. Kalerna se separó de la fuerte llamarada que se produjo y cogiendo del suelo su ropa y la armadura de caballero dio con el resorte para abrir la puerta y escapar sin mirar atrás. Volvió a cerrar desde fuera, justo en el momento en el que un agudo chillido lleno de ira y de rabia se elevaba hasta perforarle los oídos.
            Se quedó sentada, trastornada, aunque tras unos minutos se puso en pie, buscó en la cabaña un balde o algún cubo con agua y al encontrarlo se restregó con fuerza todas las partes de su cuerpo mientras rezaba, temblando «Gran Diosa de la Luz y de la Vida no dejes que el Señor de la Oscuridad se apodere de mi alma» y lo repetía una y otra vez, como un mantra. Con el cepillo de púas que encontró se quitó todo rastro de aceites, sangre o humo que le hubiera quedado prendido o la hubiera tocado.
            Con la piel roja y llena de arañazos del cepillo y el pelo mojado se sintió por primera vez limpia y su primer pensamiento fue para el Paladín Blanco: «Cirn DeNekuk llevaba razón, todo lo que entre en contacto con el mal se vuelve maligno. Nunca más pondría en duda sus decisiones y jamás dejaría que una mirada ingenua o infantil la engañase. Antes de dudar mataría a todo aquel que los Oscuros hubieran tocado o pasado junto a ellos. El mal podía adoptar muchas caras y cualquiera podía ser un oscuro bajo su capa de pureza. Jamás volvería a cuestionar las decisiones de Cirn».


            Cuando salió de la cabaña totalmente vestida nadie hubiera dicho al verla que le acababa de suceder algo espantoso. Estaba cansada, lastimada y herida pero lo disimuló perfectamente. La ira por el engaño fue una gran aliada en este empeño. Kalerna se prometió a sí misma que el símbolo, a medio dibujar, que ardía y picaba en su vientre, jamás sería visto por nadie y ella se convertiría en la mejor discípula de su gran sacerdote.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Love in Spain

Esta entrada la tenía hecha desde el 18 de septiembre del año pasado. Solo con esta música porque no he encontrado aún palabras que acompañen lo suficiente o quieran decir lo que siento cuando la escucho y cuando la veo.

Pero sí he encontrado alguna pintua que puede haceros una idea de lo que quiero decir.

La primera es de Christina Papagianni y la segunda es de Thomas Saliot. Disfrutad este fin de semana y no se os olvide dejar un espacio siempre para el amor.